Quedo de nuevo grabado en la locura
de mi madre. El sol se mueve, mas no sé
para qué sirven las llaves del vientre, los santos,
todo lo que fue mi casa
en el amanecer.
Los patios aparecen destruidos. Es la edad de la derrota
en mí,
el diablo otra vez con sus látigos a medianoche
y ella, mi
madre,
de pie sobre los muros,
recordando con ojos nerviosos la muerte
de mi hermana.
Vuelvo a la edad de las derrotas. Luego de haber amanecido en
los grandes festines, acompañado de cuanto quise y cuanto no
entendí,
Me
encuentro sin polvaredas y sin flores
Medio roto de querer volver.
Mi
madre pasa por los cuartos. Revisa el color de la luna en mi corazón,
La
soga oculta a los veinte años por si venía la muerte
y me sorprendía con el
azul de la noche en la boca
(…)
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