sobre las ·meditaciones·

 

 

 

LUIS JAVIER MORENO

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Mención aparte, en la obra de Roethke, merece el ciclo de sus Meditaciones, traducidas al español por primera vez.

En sus libros últimos, Roethke escribió conjuntos independientes de poemasseries autónomas dentro del libro, con título propio: las conocidas como The Dying Man y North American Sequence son poemas de excepcional interés, pero la más importante de estas series es Meditations of an Old Womanuno de los conjuntos poéticos en inglés más intensos e importantes de todo el siglo xx.

Los cinco poemas de Meditaciones son monólogos dramáticos; el poeta los pone en boca de una anciana cuyo modelo fue su madre, enfrentada a la  inminencia de morir.

La muerte es la referencia de esta mujer en tránsito que, incluso, puede que  esté ya muerta. Roethke vuelve a dar cuerpo, el de su madre en las Meditaciones, a una de sus obsesiones recurrentes.

¿Es posible que el rumor de su suicidio esté en la presencia continua del finar? Conmovido por todas las formas de sufrimiento, Roethke sabía que estaba condenado.

La muerte no es para él un cuarto de hora sin consecuencias, sino un salto esperado a lo desconocido que él aguarda con más curiosidad que inquietud: ¿Vamos hacia Dios o a otra condición? Mira la muerte, ese campo lejano sobre el que ha escrito, del mismo modo que contempló la vida.

La anciana de Roethke recupera su pasado en su presente, se recuerda de muchacha flotando en un campo de localizaciones difusas, donde cada instante es un ciclo completo de momentos en los que ella es su vehículo, convertida en modelo universal del cambio, un camino que va del nacimiento a la muerte.

La mujer de Meditaciones es imagen de un cuerpo que representa la corporeidad total, hombres, animales y plantas, en la figura del cuerpo de la anciana, una curvada mujer, por su edad, cuya inclinación comparte con el orbe, orgánico e inorgánico, en un proceso de mímesis que le lleva a corporeizar el orbe y sus funciones; así, por ejemplo, cuando ella respira, su cuerpo se llena de aire y cuando duerme, su cuerpo adquiere la pesadez de la piedra; y lo mismo que en la piedra, en el aire, la luz, el fuego…

Cambio y permanencia se funden en la imagen verbal que Roethke crea y en virtud de la cual la mujer se convierte en un paradigma que nos incluye a todos; al poeta, trasunto de la anciana, el primero. Naturaleza (toda) y espíritu se nos ofrecen regidos por las mismas leyes y la difusa confianza de un (incierto?) despertar último.

La relación de Roethke con los elementos religiosos o espirituales no es clara.

El poeta habla de alma, de espíritu, pero esas alusiones no connotan una religiosidad específica, al modo en que Eliot lo refleja en su obra.

La poesía de Roethke marcha a su propio ritmo, al margen de un espiritualismo definido. Cierto es que la anciana de Meditaciones parece depositar su esperanza en un tipo de vida, accesible tras su muerte… No está claro. Roethke transita entre percepciones difusas, confiando sólo en su intuición, a la que encomienda la función de bucear en lo subterráneo de este mundo, donde la realidad se confunde con la ilusión y las estaciones del año se asocian con la mente desde donde se accede a un espacio de naturaleza poético-textual y nada más.

Su discurso renuncia a cualquier tipo de ortodoxia religiosa; la visión de Roethke sobre ese espíritu difuso que aparece en sus poemas requiere un tipo de credibilidad exclusivamente poética.Tanto la naturaleza como el espíritu, el poeta nos los ofrece como regidos por las mismas leyes. Despertar en otra vida es análogo y tan vago como hacerlo entre los brazos de los árboles de Michigan. 

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La primera de las cinco meditaciones tiene 4 partes.

meditaciones de una anciana

 

meditations of an old woman

primera meditación

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1

En el día más largo y feo del amor,

en la linde del campo, la maleza silba;

silba la brisa acusaciones gélidas…

En otros sitios, en las casas mismas,

incluso las tinajas se entristecen,

mientras se precipitan unas piedras

de la colina por su parte oscura

y pierde su asidero,

cayendo, un árbol por la cuesta abajo.

El espíritu empuja, mas no siempre hacia arriba

en tanto que en el norte los animales comen

y ceden al talud pulgadas de pizarra.

Los vientos desolados erosionan

a frágiles mesetas y el sol pone

su alegría en algunos. A menudo

la cáscara aborrece la vida que ella encierra.

¿Aun si pudiese hacerlo, cómo descansaría,

en estos días de mi parsimonia?

Me he convertido en carne: un trozo raro,

nervioso y frío, un bigotudo pájaro furtivo,

de mejilla muy suave, como oreja de perro.

El resto es tan ligero como es una semilla…

Yo la sabiduría necesito

que tienen las ancianas hechiceras.

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1

On love’s worst ugly day,

The weeds hiss at the edge of the field,

The small winds make their chilly indictments.

Elsewhere, in houses, even pails can be sad;

While stones loosen on the obscure hillside,

And a tree tilts from its roots,

Toppling down an embankment.

The spirit moves, but not always upward,

While animals eat to the north,

And the shale slides an inch in the talus,

The bleak wind eats at the weak plateau,

And the sun brings joy to some.

But the rind, often, hates the life within.

How can I rest in the days of my slowness?

I’ve become a strange piece of flesh,

Nervous and cold, bird-furtive, whiskery,

With a cheek soft as a hound’s ear.

What’s left is light as a seed;

I need an old crone’s knowing.

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2

A menudo me veo

sola y subiendo a un autobús que cruza

las tierras del oeste.

Me siento atrás, sobre los neumáticos traseros

donde se sufren mucho más los saltos

y botando y brincando nos ponemos en marcha

hacia la medianoche,

los faros hacia el cielo titilan

cuando subimos una cuesta

y después hacia abajo, resbalando

como un barco en la cresta de la ola.

Todos los viajes, creo, son lo mismo:

la dirección es siempre hacia adelante

y, tras de ciertas dudas,

por un momento estamos todos solos,

ocupados y solos con nosotros,

el soldado borracho, la vieja con sus dulces

de menta… Nos montamos, subimos enfilando

las curvas más cerradas, los camiones,

viniendo desde atrás y los últimos campos,

quiebran sus formas negras mientras pasan.

El aire violento nos golpea

y hace estallar las heladas ventanas…

Me parece que vuelvo,

que retrocedo dentro de mi tiempo:

Una pareja de gorriones pía,

el uno dentro de un invernadero

tremolándole el cuello,

mientras se posa en una grieta,

y el otro fuera, en el fulgor del día,

al viento del oeste que hace mover los árboles.

Cantaba uno tras otro. Sus canciones

desde ambas partes del cristal caían

y los hombres, debajo de ellos, llevan

tierra en carretillas hacia bancos de cemento,

chirrían las carretillas cargadas y se mueven,

y el flexible tablón también oscila

cuando el pie se retira del sendero.

Un viaje dentro de otro:

el billete perdido o extraviado,

la puerta inaccesible, partiendo siempre el barco

desde el muelle inseguro de madera,

saludando los niños… Dos caballos

hundidos en la nieve con las riendas cruzadas,

mientras un gran trineo da bandazos tras ellos,

oscilando en su ascenso por la empinada cuesta…

Sobre mí ellos se quedan un instante,

tiembla su negra piel, después arrancan

y otra vez se deslizan por la colina abajo.

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2

 

Often I think of myself as riding–

Alone, on a bus through western country.

I sit above the back wheels, where the jolts are hardest,

And we bounce and sway along toward the midnight,

The lights tilting up, skyward, as we come over a little rise,

Then down, as we roll like a boat from a wave-crest.

All journeys, I think, are the same:

The movement is forward, after a few wavers,

And for a while we are all alone,

Busy, obvious with ourselves,

The drunken soldier, the old lady with her peppermints;

And we ride, we ride, taking the curves

Somewhat closer, the trucks coming

Down from behind the last ranges,

Their black shapes breaking past;

And the air claps between us,

Blasting the frosted windows,

And I seem to go backward,

Backward in time:

Two song sparrows, one within a greenhouse,

Shuttling its throat while perched on a wind-vent,

And another, outside, in the bright day,

With a wind from the west and the trees all in motion.

One sang, then the other,

The songs tumbling over and under the glass,

And the men beneath them wheeling in

dirt to the cement benches,

The laden wheelbarrows creaking and swaying,

And the up-spring of the plank when a foot

left the runway.

Journey within a journey:

The ticket mislaid or lost, the gate

Inaccessible, the boat always pulling out

From the rickety wooden dock,

The children waving;

Or two horses plunging in snow, their lines tangled,

A great wooden sleigh careening behind them,

Swerving up a steep embankment.

For a moment they stand above me,

Their black skins shuddering:

Then they lurch forward,

Lunging down a hillside.

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3

Como cuando la arena en suspensión se posa

en el fondo del agua de un estanque,

adhiriendo sus granos

alrededor de la maleza hundida,

o un cangrejo inseguro

se encoje por el fondo

antes de caminar grotesco y

extendiendo su vista con mirada difusa,

(sólo algunas burbujas

sus pinzas asimétricas desprenden,

la cola y cortas patas

resbalan y deslizan hacia atrás con pereza),

así aspira el espíritu a otra vida,

a otro sitio y manera donde continuar,

o como un salmón, fatigado,

subiendo por un río poco hondo,

con esfuerzo, al remanso de una poza arenosa

chocando con las ramas y las piedras del fondo,

para girar después, volver a la corriente

escasa, hacia el impulso oscuro de las aguas,

nadando todavía hacia adelante…

así, supongo, que el espíritu viaja.

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3

As when silt drifts and sifts down through

muddy pond-water,

Settling in small beads

around weeds and sunken branches,

And one crab, tentative, hunches himself before

moving along the bottom,

Grotesque, awkward, his extended eyes

looking at nothing in particular,

Only a few bubbles loosening from

the ill-matched tentacles,

The tail and smaller legs slipping and sliding

slowly backward–

So the spirit tries for another life,

Another way and place in which to continue;

Or a salmon, tired, moving up a shallow stream,

Nudges into a back-eddy, a sandy inlet,

Bumping against sticks and bottom-stones,

Then swinging around, back into the tiny maincurrent,

the rush of brownish-white water,

Still swimming forward–

So, I suppose, the spirit journeys.

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4

He penetrado en yermos lugares solitarios:

los que están más allá de lo visible,

en terrenos perdidos y hacia el borde

de humeantes ciudades. Cuanto más allá existe,

como los terraplenes, no se derrumba nunca,

como una rosa estalla, o sus alas abre

sobre el Caribe. No hay formas

que persigan ni rostros en los muros,

sólo motas de polvo en los inmaculados

corredores;

la negrura del pelo que cae,

advertencias de arañas y pelusas:

las vides agrisándose hasta volverse polvo.

Allí no existe el árbol derribado

ni estrellados corderos

a los que el peso arranca de la garra del águila.

Todavía hay momentos… La mañana y la tarde,

el azul despejado por encima de un olmo

delgado e insistente como es una chicharra

y a lo lejos cantando un pájaro nocturno

que deja caer, llorando, lentas notas,

flotantes entre hojas de arce y roble

o el mismo chotacabras por la línea

del perfil de los montes nebulosa…

Nos llama y llama el solitario pájaro.

Aviva mi memoria el humo suspendido

entre la húmeda grava.

Frío un viento pasa sobre las piedras,

intensa juega una visible llama

sobre cáscaras secas y recorre

intermitentemente los rastrojos,

sin abrasar se mueve por el campo.

Es en tales momentos, cuando un dios

no me asiste, en los que soy feliz yo, todavía.

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4

I have gone into the waste lonely places

Behind the eye; the lost acres at the edge of

Smoky cities.

What’s beyond never crumbles like an embankment,

Explodes like a rose, or thrusts wings

Over the Caribbean.

There are no pursuing forms, faces on walls:

Only the motes of dust in the immaculate hallways,

The darkness of falling hair,

The warnings from lint and spiders,

The vines graying to a fine powder.

There is no riven tree, or lamb dropped by an eagle.

There are still times, morning and evening:

The cerulean, high in the elm,

Thin and insistent as a cicada,

And the far phoebe, singing,

The long plaintive notes floating down,

Drifting through leaves, oak and maple,

Or the whippoorwill, along the smoky ridges,

A single bird calling and calling;

A fume reminds me, drifting across wet gravel;

A cold wind comes over stones;

A flame, intense, visible,

Plays over the dry pods,

Runs fitfully along the stubble,

Moves over the field,

Without burning.

In such times, lacking a god,

I am still happy.

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