nadanadanada

nada

nadanada

nada

nada

nadanada

 

 

En la fe que te tiene tu madre; contra el vinilo felino

de su olor, contra su cielo protector y esa dulce

enfermedad que ella nombra con tu nombre

Nada

  

Nada en la previsión del deseo y en su escritura.

 

En la calma que sucede a la coronación se restauran

los relojes; ahí, sobre la fría tarima de ese puente,

Nada.

 

 

La brevedad que arrebata a perros y gatos abruma de

indignación a un arcángel compasivo. Él no se

prolongará mucho más y a estos tres dolorosos

misterios sucederá un silencio con nuevos personajes

del que se deduce Nada.

 

 

Nada en la resaca de los cines, en la digestión de los

juegos de pelota; sobre la oferta del humus crece

Nada. Incluso la idea y consumación de París, la idea

y consumación de los mares del sur y el refugio de la

Historia son Nada.

  

 

Nada en la párvula ira ante el noticiero.

 

Los músculos y sed de justicia, la palabra lealtad, la

palabra y el río duración se comportan como olas.

Eso duele, cuestiona el nivel del mar y certifica

ácidamente Nada.

 

 

En los voraces. En los voraces que son multitud y en la

casa que les tiene cada cual. En la noche que

expanden y en la respuesta del arrabal con

tambores de hambre, deseo y odio puro. El episodio

de la injusticia es hoy, el episodio de la injusticia es

uno y va convirtiendo sus nombres en Nada.

 

 

Los rincones limpios. Lo que cuesta regresar al silencio del lactante.

 

El que busca la eternidad en su huerto. El que tala

durante años su alma y se encuentra un hueso

blanco, de acero.

 

El que habla con Dios y no deja de afeitarse.

 

El insomnio del petróleo y el que sabe este secreto.

 

El deficiente, su suerte probable. El círculo en que el

perverso se cumple.

 

Y el destino o historia del sudor, en fin, su final

pequeño. Son Nada.

 

Y amor: en esta lengua muerta que nació y habrá de

irse con nosotros.

 

En sus caderas prolongando el mediodía, en tus

caderas como tábano infligiendo mortal soledad.

 

Donde corazones semejantes liban su debilidad como

llagas preciosas.

 

En toda tierra prometida, en toda vida ausente.

 

 

 

 

 

 

 

 

julieta valero

de Los heridos graves

 

 

 


 

 

 

 

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