julieta valero

 

poética [supongo] 

Todo duerme en mí

Todo habita en cada uno de nosotros

Somos un aleph moribundo de ignorancia

Todos los poemas duermen en mi pecho

Lo mismo que las grandes hazañas y las doradas miserias

De cada minuto

No es mi deber despertar estas cosas

Nadie nos tuvo en cuenta

Cuando las depositó como hojas

En las estancias de nuestra alma

 

Podemos bramar toda la vida

En lucha de imposible raudal

Podemos respetar el sueño del universo

Que se acuna en nuestras carnes

Nada es mejor o peor

Todo duerme en cada uno de nosotros

 

Nadie me imponga la vigilia

 

 

 

 

julieta valero

de Altar de los días parados

 

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“Una poética se extiende por diversos ámbitos y toda una vida pero debería comenzar por la razón de la escritura.

Escribo porque no hay una proporción directa entre los instrumentos perceptivos (y el ánimo) con los que venimos dotados para realizar el trayecto de la «realidad» cada día y la necesidad de penetración, de comprender, que frecuentemente también traemos de serie.

La creación permite intensificar la realidad, trascenderla; alcanzar uno o dotarla a ella (según se sea agnóstico o se piense en el mundo —y en el lenguaje— como algo ya creado) de dimensiones más complejas y profundas.

En cualquier caso la poesía es un instrumento para compensar esa variedad de ausencias que sufre el hombre moderno —ausencia de Dios, de espacios para asentar lo que llaman «yo», de voz civil, etc.

Será por eso que el creador establece una identificación (probablemente patológica) entre la escritura y la sensación de estar vivo. (El arte parece convertirnos en algo más que nosotros mismos porque es génesis pura, inaugura mundos, además es un entrenamiento perceptivo constante que nos hace mejores y que no sólo produce significados, también placer. De una «certeza» así había que hacer profesión interna.).

No creo en el conocimiento como categoría absoluta sino como un menor grado de ignorancia.

La poesía es uno de sus más eficaces instrumentos. Sí, creo que después de un periplo histórico plagado de servidumbres ha recuperado su función primera, ontológica, espiritual: quiere nombrar lo inefable, dar cuerpo a través del lenguaje a lo que no es pero cuya ausencia se siente de forma lacerante.

Esto no determina ninguna estética concreta; toda opción cabe siempre que la poesía sea necesaria; enunciación del hombre ante la vida y su interrupción.

Otra cuestión significativa: ¿Cómo se genera?

Existe esa percepción intensa (llámese epifanía, impulso musical, inspiración, etc.) que constituye en sí misma un universo, un espacio.

El poeta no lo conoce a priori; extraerlo o crearlo (volvemos al tema de la fe) es su tarea y su oportunidad.

A partir de aquí la poesía es construcción y ésta debe ser integradora (la virtud cardinal para casi todo) de una serie de elementos cuyo mayor o menor peso depende de cada cual y su circunstancia pero que han de estar presentes: emoción, reflexión, comunicabilidad, inserción en el tiempo (la memoria…) y en su tiempo histórico.

En cuanto a su materia, el lenguaje, la relación con él es necesariamente precaria; el deseo de significar y el aluvión que proporciona lo sensorial se confunden.

Pero es una relación hermosa, misteriosa, casi física.

En cualquier caso hay que continuar haciéndose siempre el recordatorio de que toda práctica trascendente no es más que necesidad.

Olvidar esto nos hace más intransigentes y menos libres.”

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De: Revista de Poesía Prometeo
Números 77-78 año XXV-2007
XVII Festival Internacional de Poesía de Medellín

 

 

comentario en la contraportada de Los heridos graves:

 


Los Heridos Graves revela una fisonomía lacerada: la del yo en busca de los otros, en contacto –doloroso y cordial- con los otros.

Los conflictos imperecederos del hombre –el amor, el deseo, la muerte- se erigen en punto de encuentro: hieren al poeta, pero le revelan

que sus heridas son también labios con los que besar a los demás, manos con las que intercambiar dolores o esperanzas,

piel en la que juntarse.

Los poemas de Los Heridos Graves, dotados de una insólita tensión lingüística, avivan lo real: revelan fuegos raros, quebraduras desconocidas.

Son vigorosos, pero también vulnerables: su fortaleza es la fortaleza de lo delicado y sanguíneo.

Acaso porque son acontecimientos: sucesos que documentan la asombrosa realidad de estar aquí, solos –uno, tú, muchos-, bajo forma humana.

Los Heridos Graves somos todos.

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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