final del cuento
Te transformé en un príncipe. Ni tú
te lo creías. Asombrado mirabas
tu rostro en el espejo,
tus cabellos de seda,
la mandíbula fuerte,
la elegancia del cuello.
Feliz y satisfecha, coloqué
la varita en su caja.
Y fuimos muy felices. Bien es cierto
que seguiste croando
al pasar por las charcas.
Irene Sánchez Carrón
de Ningún mensaje nuevo
Ediciones Hiperión
2008
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