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all for one

 

 

Why is it my mind won’t leave me alone?

All day it sits on the arm of the chair

plucking grey hairs like thoughts out of my skull,

flicking my ear with a Duralon comb.

 

Evenings when I need to work, get things done;

nine o’clock, my mind stands with its coat on

in the hall. Sod it. We drive to the pub,

it drinks, so yours truly has to drive home.

 

I leave at sunrise in the four-wheel drive –

my mind rides shotgun on the running board,

taps on the window of my log-cabin,

wants to find people and go night-clubbing.

 

Social call – my mind has to tag along.

Hangs off at first, plays it cool, smiles its smile;

next minute – launches into song. Then what?

Only cops off with the belle of the belle

 

of the ball – that’s all. Main man. Life and soul.

Makes hand-shadows on the living-room wall.

Recites ‘Albert and the Lion’, in French,

stood on its head drinking a yard of ale.

 

Next morning over paracetamol and toast

my mind weeps crocodile tears of remorse

onto the tablecloth. Can’t we be close?

I look my mind square in the face and scream:

 

mind, find your own family and friends to love;

mind, open your own high-interest account;

offer yourself the exploding cigar;

put whoopee-cushions under your own arse.

 

It’s a joke. I flounce out through the front door;

my mind in its slippers and dressing gown

runs to the garden and catches my sleeve,

says what it’s said a hundred times before.

 

From a distance it must look like a strange sight:

two men of identical shape, at odds

at first, then joined by an outstretched arm, one

leading the other back to his own home.

 

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todos para uno

 

 

 

¿Por qué mi mente no me deja solo?

Todo el día sentada en el brazo del sillón desplumando

cabellos grises como pensamientos de mi cráneo,

dando golpecitos en mi oreja con un peine Duralon.

 

Por las noches, cuando la necesito para trabajar,

tiene las cosas hechas; a las nueve, mi mente está

con su abrigo en el recibidor. Joder. Nos dirigimos al pub,

bebe, así que realmente tú tienes que conducir a casa.

 

Salgo al amanecer con tracción en las cuatro ruedas –

mi mente viaja en el estribo con una escopeta,

tamborilea en la ventana de la cabina,

quiere encontrar gente e ir a la discoteca.

 

Llamada social: mi mente tiene que seguir despacio su camino.

Se bloquea al principio, actúa con indiferencia, sonríe con su sonrisa;

al minuto siguiente – se pone a cantar. ¿Y qué?

Solamente que se lleva a la hermosa reina del baile –

 

eso es todo. Su hombre. Vida y alma.

Hace sombras chinescas en la pared de la sala de estar.

Recita «Albert y el León» en francés, parada sobre

su cabeza mientras bebe un tanque de cerveza.

 

A la mañana siguiente, después del paracetamol y la tostada,

mi mente llora lágrimas de cocodrilo de remordimiento

encima del mantel. ¿No podemos estar cerca?

Miro a mi mente directamente a la cara y grito:

 

mente, encuentra a tu propia familia y amigos para amar;

mente, abre tu propia cuenta de alto interés;

ofrécete el cigarro que explota;

pon los cojines de Whoopee debajo de tu propio culo.

 

Es una broma. Salgo enfadado por la puerta principal;

mi mente en zapatillas y bata

corre al jardín y me coge de la manga,

dice lo que ha dicho cien veces antes.

 

De lejos debe verse como un espectáculo extraño:

dos hombres de idéntica forma, en desacuerdo

al principio, luego unidos por un brazo extendido, uno

llevando al otro de vuelta a su propia casa.

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Simon Armitage

from The universal home doctor

2002

en Paper aeroplane: selected poems 1989-2014

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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