Gusto

 

La dama coge dulces de una bandeja que delante de ella sostiene una doncella. Sus ojos están en un periquito que lleva en su mano izquierda. El león y el unicornio se alzan sobre sus patas traseras llegando a los banderines que enmarcan a la dama a ambos lados. El mono está a sus pies, comiendo uno de los confites.

Oído

 

La dama toca un órgano portátil sobre lo alto de una mesa cubierta con una alfombra turca. Su doncella está en pie, al otro lado, y opera el fuelle. El león y el unicornio de nuevo están enmarcando la escena sosteniendo los banderines. Lo mismo que en los demás tapices, el unicornio está a la izquierda de la dama y el león a la derecha – un común denominador de todos los tapices.

Vista

 

La dama está sentada, sosteniendo un espejo en su mano derecha. El unicornio se arrodilla en el suelo, con las patas delanteras apoyadas en el regazo de la dama, desde donde mira su reflejo en el espejo. El león a la izquierda sostiene un banderín.

Olfato

 

La dama está de pie, haciendo una corona de flores. Su doncella sostiene un cesto con flores para que ella las coja fácilmente. De nuevo, el león y el unicornio enmarcan a la dama mientras sostienen los banderines. El mono ha robado una flor que está oliendo, lo que da la clave de la alegoría.

Tacto

 

La dama se alza con una mano tocando el cuerno del unicornio, y con la otra sostiene el banderín. El león se encuentra a un lado y se queda mirando.

À Mon Seul Désir

 

Este tapiz es más ancho que los otros, y tiene un estilo algo diferente. La dama se alza enfrente de una tienda, en lo alto de la cual se puede leer «À Mon Seul Désir«, un lema oscuro, interpretado de manera diversa como «mi (único) deseo», «sólo según mi deseo»; «sólo por deseo mío», «el amor desea sólo la belleza del alma», «para calmar la pasión». Su doncella está de pie a la derecha, sosteniendo un cofre abierto. La dama está colocando el collar que lleva en los otros tapices en el cofre. A su derecha hay un banco bajo donde aparece un perro sobre un cojín. El unicornio y el león se alzan en sus posiciones habituales enmarcando a la dama mientras sostienen los banderines.

Este tapiz ha suscitado una serie de interpretaciones. Una interpretación ve a la dama que coloca el collar en el cofre como una renuncia a las pasiones suscitadas por los otros sentidos, y como una afirmación de su libre albedrío. Otra ve el tapiz como una representación de un sexto sentido del entendimiento (derivada de los sermones de Jean Gerson de la Universidad de París, h. 1420). Otras interpretaciones diversas ven el tapiz como una representación del amor o la virginidad. También se debate si la dama en «À Mon Seul Désir» está cogiendo o dejando el collar.

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La Dama y el Unicornio: El estilo millesfleurs

 

 

El llamado Museo Cluny o Museo Nacional de la Edad Media es un espacio consagrado al arte y la Historia del medievo francés. Su edificio de estilo cluniacense fue construido durante el siglo XIII sobre las antiguas termas romanas de París como sede del hospicio-residencia de los abades de Cluny. En 1843 se abrió por primera vez al público como museo estatal gracias a Alexandre du Sommerard y la donación de su gran colección de obras medievales y renacentistas.

 

A pesar de encontrarse a la sombra del gran Museo del Louvre, este palacio situado entre las populares vías del Boulevard Saint-Germain y el Boulevard Saint-Michel, en pleno corazón del Barrio Latino, alberga hoy una de las joyas más preciadas de la Historia del arte: el ciclo de tapices de la Dama y el Unicornio, obra cumbre del estilo millesfleurs.

 

En total son seis tapices, que por su calidad técnica y detalles representados en vestidos y peinados, se considera obra de finales del siglo XV. Los seis se encuentran estrechamente relacionados con el ciclo de la Caza del Unicornio, ambos de finales del medievo, y realizados probablemente en los Países Bajos por lissiers bruselenses. Por aquel entonces la ciudad brabantina era la capital del arte del tapiz y su gremio era el más poderoso de la ciudad con sede en la Grand Place junto al mercado de tejidos.

 

La tapicería europea se inicia precisamente en la Edad Media. El gusto por colgar tejidos en muros es de origen oriental y llegará a occidente con las Cruzadas a través del puerto veneciano. El estilo millefleurs o mil flores, se relaciona precisamente con el arte persa y mogol. Si comparamos la miniatura del Shah nama de Mir Sayyid Ali de 1533 o la de Bijapur de La dama alimentado a un pájaro de principios del XVII con los tapices de la Dama y el Unicornio nos daremos cuenta del habitual juego de miradas entre Oriente y Occidente.

 

En este momento el continente americano ya era conocido, las principales rutas marítimas asiáticas se estaban estableciendo y los viajes comerciales de artesanos y obras eran muy habituales. El momento álgido para el arte del tapiz vino de la mano del Gótico Internacional (1380-1450), lo que supuso la cohesión estilística en Europa y la difusión de un gusto cortesano tal y como aparece en estos tapices.

 

La pintura del Gótico Internacional se desarrolló a mediados del siglo XV tras la crisis del siglo pasado. Corte y nobles mostraban su gusto por el lujo y el arte en orfebrería y artes suntuarias. También se desarrollaron miniaturas de gran detallismo y minuciosidad como en el Libro de Horas de los hermanos Limbourg para el Duque de Berry. Las damas representadas en estos tapices denotan ese gusto miniaturista que se relaciona con los cinco sentidos: un tema de gran refinamiento y simbolismo, cuya tradición continuó en tablas como las de Jan Brueghel de Velours en el Museo del Prado.

 

Muy probablemente el artesano que recibió el encargo de la familia le Viste fuera francés, aunque los tapices fuesen realizados en los Países Bajos. Jean le Viste era el único varón con derecho a utilizar el escudo de armas de su familia: un escudo con tres medias lunas que aparece profusamente en todos los tapices para dejar clara su posición dentro de la Corte.

 

Se sabe que los tapices pasaron a su hija Claude como dote. De ahí el tema de la Dama y el Unicornio con seis mujeres (o puede que la misma) de rostro y porte individualizado en donde prima la representación de la belleza idealizada. El unicornio aparece como acompañante en todos los tapices junto a la dama y sus doncellas.

Este animal mitológico fue descrito de manera grotesca por Plinio el Viejo en su Historia Natural y gozó de gran popularidad en bestiarios medievales. Su imagen se asoció con el tiempo a la pureza de espíritu con claras connotaciones cristianas, ya que era un animal que solo se dejaba atrapar por doncellas vírgenes. Su cuerno se creía que poseía poderes mágicos: purificaba las aguas y era objeto de deseo por los grandes coleccionistas de todos los tiempos.

 

La lectura habitual que se hace de este ciclo comienza con “À mon seul désir” y todas las connotaciones propias del amor cortesano de esta frase. La dama flanqueada por el unicornio y el león recoge unas joyas del cofre que le tiende su doncella. La composición se encuentra enmarcada por una tienda militar rodeada de animales, flores y árboles frutales.

Se piensa también que podría representar el momento en que la dama deja sus joyas en el cofre debido a su deseo de abandonar las riquezas terrenales tras la captura del unicornio.

 

El siguiente es el Oído: el unicornio se gira cautivado por la melodía del órgano portátil de la dama.

Seguidamente tenemos el Gusto: aquí da de comer a un periquito ante la atenta mirada de su hambriento perro faldero. A continuación, el Olfato: la dama se encuentra trenzando una guirnalda de flores mientras un mono roba aviesamente el resto de las flores del cesto, por otro lado la Vista, es representada por el espejo que sostiene la dama.

Aquí el unicornio queda seducido ante su propia vanidad y ella logra por fin acariciarle. Finalmente, el Tacto. En este tapiz el unicornio ha quedado sometido a la dama quien agarra firmemente su cuerno y porta el escudo del comitente.

 

Un ciclo mítico, y puede que también teológico, que sentaría las bases de los complejos mensajes neoplatónicos en torno a la belleza suprasensible, y que por poco estuvo a punto de desaparecer roído por las ratas que poblaban el castillo de Boussac, lugar donde Prosper Mérimeé inspector de monumentos históricos los volvió a descubrir en 1841.

 

A día de hoy los tapices de la Dama y el Unicornio no han perdido ni una pizca de su magia. Obra central de la colección del Museo Cluny, continúan fascinándonos por su enigma y refinada belleza.

Vía| Chevalier, Tracy. La Dama y el Unicornio. Madrid: Alfaguara, 2003. Freeman, M. B. The Unicorn Tapestries. NY: The Metropolitan Museum of Art, 1976

Más información| Eco, Umberto. Historia de la Belleza. Barcelona: Lumen, 2004

 

 

 

 


 

 

 

 

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