charles simic
el mundo no se acaba
vaso roto ediciones
traducción de jordi doce
[ezcol_1half] Los ovnis se han llevado de paseo a muchos
lugareños. Parece imposible, con todas estas iglesias
blancas tan bonitas y concurridas los domingos.
«El cuadrado redondo no existe», le dice el
profesor al niño obtuso. Su madre fue abducida la
noche anterior. Contra todas las expectativas, está
sentada en una esquina con una sonrisa de oreja a
oreja. El cielo es enorme y azul.
«Son tan pequeños que pueden dormir dentro de
su propio oído», le dice un anciano de ochenta y un
años a su hermano gemelo.
Lots of people around here have been taken for rides in UFOs.
You wouldn’t think that possible with all the pretty white churches in sight
so well-attended on Sundays.
The round square doesn’t exist,’ says the teacher to the dull-witted boy.
His mother was abducted only last night. All expectations to the contrary,
she sits in the corner grinning to herself. The sky is vast and blue,
They’re so small, they can sleep inside their own ears,’ says one eighty-year-old
twin to the other.
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] Conocí a un ave nocturna que soñaba con ser una
estrella de la música country. ¡Oh cruel destino! ¡Oh
valle de lágrimas! Bebíamos whisky en tazas de café en
antros que no cerraban hasta la madrugada mientras
la gramola hacía sonar sus canciones favoritas. Ella me
daba trozos de carne con el tenedor mientras mi mano
se perdía bajo la mesa. Las grandes orejas de niño de
coro del dependiente se ponían coloradas. Y ella, los
ojos velados, la cabeza echada hacia atrás, de modo
que mi siguiente mordisco quedaba colgando en el
aire. Tenía que estirar bien el cuello para hacerme con
un bocado.
¿Qué podía hacer yo? La locura de la situación
era tan atrayente, y la noche tan fría.
I knew a night owl who dreamed of being a star of country music.
O cruel fate! O vale of tears! We drank whiskey in coffee cups in late-hour
dives while the juke box spinned her favorites. She fed me forked pieces
of steak while my hand strayed under the table. The choirboy counterman’s big
ears turned crimson. She, with eyes veiled, head thrown back, so that my next
bite hung in midair. I had to stretch my neck all the way to take a nibble.
What was I to do? The madness of it was so appealing, and the night so cold.
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Ι Ι Ι
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