charles simic
el mundo no se acaba
vaso roto
versión de jordi doce
Mi padre amaba los extraños libros de André Bretón. Solía alzar su copa de vino y brindar por aquellas remotas veladas en las que
«las mariposas formaban una larga cinta continua». O salíamos a mear al callejón de atrás y decía: «He aquí unos prismáticos para
ojos vendados». Vivíamos en un edificio ruinoso que olía a casa de viejos con mascotas.
«Flotando al borde del abismo, impregnados del perfume de lo prohibido», nos turnábamos para cortar la salchicha ahumada sobre la
mesa. «Me encanta América», nos decía. íbamos a ganar un millón de dólares fabricando objetos que habíamos visto en sueños aquella
noche.
Mi father loved the strange books of Andre Breton. He’d raise the wine glass and toast those far- off evenings ‘when butterflies formed
a single uncut ribbon.’ Or we’d go out for a piss in the back alley and he’d say: ‘Here are some binoculars for blindfolded eyes.’ We lived
in a rundown tenement that smelled of old people and their pets. ‘Hovering on the edge of the abyss, permeated with the perfume of the
forbidden,’ we’d take turns cutting the smoked sausage on the table. ‘I love America,’ he’d tell us. We were going to make a million dollars
manufacturing objects we had seen in dreams that night.
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Un viajero ártico con una habitación por cruzar. Una gran habitación blanca, impoluta y espectralmente brillante a la luz de la mañana.
Ruidos lejanos de cocina… Si tan sólo pudiera tomar el aspecto de un extraño que llega a pie a una región remota y aislada por la nieve,
bajo un cielo azul tan vacío como deslumbrante.
El cuarto era tranquilo. Podía sentir las agujas y alfileres de su nuevo traje negro mientras esperaba a la costurera ártica, el cero en la
punta de su lengua.
An arctic voyager with a room to cross. A large white room spectrally bright and speckless in the morning sunlight.
Far-off kitchen noises… If only he could impersonate the look of a stranger arriving on foot in a remote, snowbound region, its sky
dazzlingly empty and blue.
It was quiet in the room. He could feel the pins and needles in his new black suit as he waited for the arctic seamstress, the zero on
the tip of her tongue.
Ξ
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