clarice lispector
revelación de un mundo
descoberta do mundo
Traducción: Amalia Sato
Adriana Hidalgo editora
2005
Buenos Aires
abundancia y necesidad
Pero lo peor es el repentino cansancio por todo. Parece abundancia, parece que ya se tuvo todo
y que no se quiere nada más.
Cansancio de los Beatles. Y cansancio también de aquellos que no lo son. Cansancio inclusive
de mi libertad íntima que fue tan duramente conquistada.
Cansancio de amar al otro. Mejor sería el odio. Lo que me salvaría de esta impresión de abundancia
—¿es abundancia o una libertad que me está resultando inútil?— sería la rabia.
No cierto tipo de rabia amorosa que hay. Sino la rabia simple y violenta. Cuanto más violenta, mejor.
Rabia de los que no saben nada. Rabia también de los inteligentes del tipo que dicen cosas.
Rabia del cinema novo, ¿por qué no? Y del otro cine también. Rabia de la afinidad que siento con
algunas personas, como si ya no hubiera saciedad de mí conmigo.
¿Y rabia del éxito? El éxito es una metida de pata, es una falsa realidad. La rabia me ha salvado
la vida. Sin ella ¿qué sería de mí? ¿Cómo soportaría yo el titular que salió un día en el diario y
que decía que en Brasil diariamente se mueren de hambre cien niños?
¿La rabia es mi rebelión más profunda por ser gente? Ser gente me cansa. Y siento rabia por
sentir tanto amor. Hay días en que vivo de la rabia de vivir.
Porque la rabia me revitaliza toda: nunca me sentí tan alerta. Bien sé que esto va a pasar, y que
la necesaria necesidad ha de volver. Entonces voy a querer todo, todo. Qué bueno es necesitar
e ir teniendo.
Qué bueno es el instante de necesitar que precede al instante de tener.
Pero tener con facilidad, no. Porque esa aparente facilidad cansa. ¿Hasta escribir está resultando
fácil? ¿Por qué yo escribía con las entrañas y en este momento estoy escribiendo con la punta
de los dedos?
Es un pecado, bien lo sé, querer la necesidad. Pero la necesidad de la que hablo es tanto más
plenitud que esa especie de abundancia.
Simplemente no la quiero.
Voy a dormir porque no estoy soportando este mundo mío de hoy, lleno de cosas inútiles. Buenas
noches para siempre, para siempre.
Hasta el próximo sábado. Y no me respondan: no quiero oír la voz humana. Y si soporto mi voz
despidiéndose es porque ella empeora mucho mi rabia.
Solamente una rabia, sin embargo, es bendita: la de quienes necesitan.
fartura e carência
Mas o pior é o súbito cansaço de tudo. Parece uma fartura, parece que já se teve tudo e que não se quer mais nada.
Cansaço dos Beatles. E cansaço também daqueles que não os são.
Cansaço inclusive de minha liberdade íntima que foi tão duramente conquistada.
Cansaço de um amar o outro. Melhor seria o ódio.
O que me salvaria dessa impressão de fartura – é fartura ou uma liberdade de que está sendo inútil? – seria a raiva. Não um tipo de raiva amorosa que existe. Mas a raiva simples e violenta. Quanto mais violenta, melhor.
Raiva dos que não sabem de nada. Raiva também dos inteligentes do tipo que dizem coisas. Raiva do cinema novo, por que não? E do outro cinema também. Raiva da afinidade que sinto com algumas pessoas, como se já houvesse fartura de mim em mim.
E raiva do sucesso? O sucesso é uma gafe, é uma falsa realidade. A raiva me tem salvo a vida. Sem ela o que seria de mim? Como suportaria eu a manchete que saiu um dia no jornal dizendo que cem crianças morrem no Brasil diariamente de fome?
A raiva é a minha revolta mais profunda de ser gente? Ser gente me cansa. E tenho raiva de sentir tanto amor. Há dias que vivo de raiva de viver. Porque a raiva me envivece toda: nunca me senti tão alerta.
Bem sei que isso vai passar, e que a carência necessária volta. Então vou querer tudo, tudo! Ah como é bom precisar e ir tendo. Como é bom o instante de precisar que antecede o instante de se ter. Mas ter facilmente, não. Porque essa aparente facilidade cansa.
Até escrever está sendo fácil? Por que é que eu escrevia com as entranhas e neste momento estou escrevendo com a ponta dos dedos? É um pecado, bem sei, querer a carência. Mas a carência de que falo é tão mais plenitude do que essa espécie de fartura. Simplesmente não a quero. Vou dormir porque não estou suportando este meu mundo de hoje, cheio de coisas inúteis. Boa noite para sempre, para sempre. Até sábado que vem.
E não me respondam: não quero ouvir a voz humana. E se suporto a minha voz de despedindo é porque ela piora de muito a minha raiva. Só uma raiva, no entanto, é bendita: a dos que precisam.
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