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seamus heaney
• the haw lantern
1987
traducción de jordi doce
desde la república
de la conciencia
I
Cuando aterricé en la república de la conciencia
y se pararon los motores, el silencio era
[tan intenso
que podía oír el vuelo de un zarapito sobre la pista.
El responsable de inmigración era un viejo
que sacó una cartera de un abrigo hecho a mano
y me mostró una fotografía de mi abuelo.
La mujer de la aduana exigió en mi declaración
las palabras de nuestros remedios y hechizos
[más tradicionales,
los que devuelven el habla y previenen el mal
[de ojo.
Ni porteadores, ni intérpretes, ni taxis.
Llevas contigo tu propio tormento, y muy pronto
tus turbios síntomas de privilegio desaparecen.
II
Allí temen la niebla como un mal presagio, pero
[el relámpago
conjura el bien universal y los padres, durante
[las tormentas,
cuelgan de los árboles niños envueltos en pañales.
La sal es su mineral más preciado. Durante
[los partos
y los entierros se llevan a la oreja conchas
[marinas.
La base de todos sus tintes y pigmentos es el
[agua de mar.
Su símbolo sagrado es un barco en esbozo;
una oreja la vela, una pluma inclinada el mástil,
el casco las líneas de la boca, la quilla un ojo
[abierto.
En su investidura, los líderes políticos
juran proteger leyes no escritas, y lloran
para expiar la mera presunción de poseer
[un cargo
y reafirmar su fe en que toda vida surgió
de la sal de las lágrimas que derramó el dios cielo
después de soñar que su soledad era infinita.
III
Regresé de aquella frugal república
con los brazos vacíos, mientras la mujer
[de la aduana
insistía en que mi único salvoconducto era yo
[mismo.
El anciano se puso en pie, fijó en mí su mirada
y me anunció que, desde entonces y
[oficialmente,
era un ciudadano con doble nacionalidad.
Me pidió, por tanto, que al regresar a casa
me considerase su representante
y hablase por ellos en mi propio idioma.
Sus embajadas, añadió, estaban por todo
[el mundo
pero operaban de forma independiente
y ninguno de sus embajadores sería jamás
[relevado del cargo.
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from the Republic
of Conscience
I
When I landed in the republic of conscience
it was so noiseless when the engines stopped
I could hear a curlew high above the runway.
At immigration, the clerk was an old man
who produced a wallet from his homespun coat
and showed me a photograph of my grandfather.
The woman in customs asked me to declare
the words of our traditional cures and charms
to heal dumbness and avert the evil eye.
No porters. No interpreter. No taxi.
You carried your own burden and very soon
your symptoms of creeping privilege disappeared.
II
Fog is a dreaded omen there but lightning
spells universal good and parents hang
swaddled infants in trees during thunderstorms.
Salt is their precious mineral. And seashells
are held to the ear during births and funerals.
The base of all inks and pigments is seawater.
Their sacred symbol is a stylized boat.
The sail is an ear, the mast a sloping pen,
the hull a mouth-shape, the keel an open eye.
At their inauguration, public leaders
must swear to uphold unwritten law and weep
to atone for their presumption to hold office—
and to affirm their faith that all life sprang
from salt in tears which the sky-god wept
after he dreamt his solitude was endless.
III
I came back from that frugal republic
with my two arms the one length, the customs
[woman
having insisted my allowance was myself.
The old man rose and gazed into my face
and said that was official recognition
that I was now a dual citizen.
He therefore desired me when I got home
to consider myself a representative
and to speak on their behalf in my own tongue.
Their embassies, he said, were everywhere
but operated independently
and no ambassador would ever be relieved.
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