clarice lispector
revelación de un mundo
a descoberta do mundo
traducción: Amalia Sato
Adriana Hidalgo editora
octubre de 2005
Buenos Aires
conversación distendida
¿Hace cuánto tiempo no veo una puesta de sol? Y las que vi fueron
por casualidad dichosas. Tal vez haya un poco de pudor en el hecho de no
haber ido nunca a la playa para ver descender el sol apaciguándose y
poder fijarlo sin que se me encandilaran los ojos —y sin el brillo duro de
saeta clavada al mediodía. Pero en el ocaso el sol en declinación es
dulzura. Y una parte de nuestra Tierra se transforma en oscura cuna que
se balancea.
La gradual oscuridad me amedrenta un poco, bicho cauteloso como
soy. ¿Oscuridad? miedo y espanto. El día muriendo en noche es un gran
misterio de la Naturaleza.
¿Qué es la Naturaleza? Pregunta difícil de responder porque nosotros
también somos parte de ella y sin distancia suficiente para enfrentarla: en
mí brota de mi médula como semilla que rompiera la tierra. ¿Naturaleza —
cómo explicar su significado único y total? ¿cómo entender su simplicidad
enigmática? Ni recuerdo cómo o cuándo me enseñaron o leí esta palabra —
pero no me la explicaron. Y sin embargo entendí. Quien no sepa lo que es
jamás llegará a saberlo. Hay cosas que no se aprenden.
Me espanta la Naturaleza en este mundo que es Dios. Y en un planeta
donde hasta entre las arenas del desierto hay vida.
Todavía lánguida por el fin del año, voy a hablar del desierto, ya que
empecé. Estuve una vez en las orillas del Sahara, más allá de las
pirámides. El desierto. Perdiéndose de vista. Por todas partes la perdición.
La visión de su extensión queda cortada por la línea del horizonte donde se
curva la Tierra. Pues el desierto tiene línea de horizonte como el mar, y,
como el mar, es tan profundo.
Sentí temor al mirar el desierto. Me gustaría atravesarlo de prisa y
estar ya del otro lado. También otra vez sobrevolé el Sahara y el mismo
temor alertó mi corazón. Me imaginé perdida y sola en las arenas infinitas
donde no hay rumbos, mi Dios. Gritaría en vano por socorro.
Voy a detenerme aquí para no crearle angustia a nadie: lo que se
desea es un 1972 sin mucha angustia. Un puente bien tendido que se
extienda con gracia y levedad conduciéndonos a 1973 sin sentirlo.
Hablé de angustia. ¿Qué es la angustia? En verdad mi tendencia a
indagar y significar ya es en sí una angustia. Ésta empieza con la vida.
Cortan el cordón umbilical: dolor y separación. Y al final llanto del vivir.
¿Vivir? Vivir es algo muy serio. Y no es ningún juego. Aunque yo esté
jugando al año precioso y nuevo. Me tomo la vida en serio y de frente. En
estos momentos de “ahora mismo” estoy viviendo tan leve que apenas me
poso en la página, y nadie me atrapa porque tengo un modo de escurrirme.
Tuve que aprenderlo.
A veces no se precisa tener miedo de la angustia: ella puede ser fértil y
dar frutos de alegría y pureza. Pero “es necesario no tener miedo de crear”,
escribí yo misma hace muchos años. Lo que me parece muy raro es estar
citándome…
La creación es algo secreto y de naturaleza oscura. ¿De qué lugar del
ser nació en Stravinski el Pájaro de fuego? Del alma, está bien. ¿Pero dónde
está el alma del ser?
Nunca me imaginé escribiendo sobre el “alma”. Pero la conversación
arrastró consigo otra conversación y heme aquí de cuerpo y alma presente
en un diario. Lo que llamamos esencia está en alguna parte del ser. ¿Cuál
es la esencia de la vida?
Ah, lo que desconozco me supera. La verdad me supera con tanta
paciencia y dulzura.
Querría superarme en 1972 y caminar delante de mí misma. Sin
dolor. O sólo con dolores de parto que den un nacimiento de cosa nueva.
También porque, al superarse, se sale de sí y se cae en el “otro”. El otro es
siempre muy importante.
El verano está instalado en mi corazón.
Y de todo —queda esta última frase que me vino aislada, suelta y sin
explicarse. ¿Así somos nosotros? ¿Sin explicación?
Si así somos, amén.
¿1972? Amén.
Me rehúso a ser un hecho consumado.
Por ahora floto en la pereza. Adiós.
conversa descontraída
Há quanto tempo não vejo um pôr-do-sol? E os que vi foram por acaso felizes. Talvez haja um
pouco de pudor no fato de nunca ter ido à praia para ver o sol descer apaziguando-se e poder fixálo
sem se me ofuscarem os olhos – e sem o brilho duro de seta fincada no meio-dia. Mas no ocaso
o sol em declínio é doçura. E uma parte de nossa Terra transforma-se em obscuro berço
embalante.
A gradual escuridão me amedronta um pouco, bicho que sou e que toma cautela.
Escuridão? medo e espanto. O dia morrendo em noite é um grande mistério da Natureza.
O que é Natureza? Pergunta difícil de se responder porque nós também fazemos parte dela
e sem distância suficiente para encará-la: em mim ela brota de meu âmago qual semente que
rompe a terra. Natureza – como explicar o seu significado único e total? como entender sua
simplicidade enigmática? Nem me lembro como ou quando me ensinaram ou li essa palavra – mas
não a explicaram. E no entanto entendi. Quem não sabe o que é jamais chegará a saber. Há coisas
que não se aprendem.
Espanta-me a Natureza neste mundo que é Deus. E num planeta em que até entre as
areias do deserto acontece a vida.
Ainda langorosa do fim do ano, vou então falar do deserto, já que comecei. Estive uma vez
à beira do Saara, além das pirâmides. O deserto. A perder-se de vista. Por todos os lados a
perdição. A visão de sua extensão nos é cortada pela linha do horizonte onde se curva a Terra. Pois
o deserto tem linha de horizonte como o mar, e, como o mar, é tão profundo.
Experimentei temor ao olhar para o deserto. Quereria depressa atravessá-lo e já estar do
outro lado. Também outra vez sobrevoei o Saara e o mesmo temor avisou-me o coração. Imagineime
perdida e sozinha nas areias infindáveis onde não há rumos, meu Deus. Eu gritaria em vão por
socorro.
Vou parar por aqui mesmo para não fabricar angústia em ninguém: a indagar e a significar
já é em si uma angústia. Esta começa com a vida. Cortam o cordão umbilical: dor e separação. E
enfim choro de viver.
Viver? Viver é coisa muito séria. É sem brincadeira nenhuma. Embora aqui esteja eu a
brincar de ano precioso e novo. Levo a vida deveras e frente a frente. Nestes momentos de “agora
mesmo” estou vivendo tão leve que mal pouso na página, e ninguém me pega porque dou um jeito
de escorregar. Tive que aprender.
Às vezes não se precisa ter medo da angústia: ela pode ser fértil e dar frutos de alegria e
pureza. Mas “é preciso não ter medo de criar”, escrevi eu mesma há muitos anos. Estou é achando
muito esquisito eu me citar…
Criação é coisa secreta e de natureza obscura. De que ponto do ser nasceu em Stravinsky o
Pássaro de fogo? Da alma, está bem. Mas onde fica a alma do ser?
Nunca me imaginei escrevendo sobre “alma”. Mas a conversa arrastou consigo outra
conversa e eis-me aqui de corpo e alma presentes num jornal. O que se chama de essência está em
alguma parte do ser. Qual é a essência da vida?
Ah, o que desconheço me ultrapassa. A verdade ultrapassa-me com tanta paciência e
doçura.
Queria ultrapassar-me em 1972 e andar à minha própria frente. Sem dor. Ou só com dores
de parto que dão um nascimento de coisa nova. Também porque, ao ultrapassar-se, sai-se de si e se
cai no “outro”. O outro é sempre muito importante.
O verão está instalado no meu coração.
E de tudo – resta esta última frase que me veio isolada, solta e sem se explicar. Assim
somos nós? Sem explicação?
Se assim somos, amém.
1972. Amém.
Recuso-me a ser um fato consumado.
Por enquanto sobrenado na preguiça. Adeus.
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