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poesía completa de sylvia plath

bartleby editores

 

 

 

 

El libro de esta semana es la «Poesía Completa» de Sylvia Plath. Edita Bartleby e introduce, traduce y anota Xoan Abeleira.

La reseña la escribió Ainhoa Sáenz de Zaitegui.

Sin novedad en su frente crítica. Mucho epíteto, poca o nada de sustancia, y unos comentarios generalistas que podían corresponder a esta versión o a cualquiera de las anteriores. Su nota de objetividad no la vemos mal: 8 / 10

Respecto a nuestra nota de objetividad, es un poco más baja, si somos sinceros. Los problemas que tuvimos al principio con la editorial, parece que hubieran transcurrido hace mil años, nos lleva a ser más cautelosos de lo normal: 5 / 10.

Respecto a la labor de Xoan como traductor, introductor y anotador, para no aburrir a los no interesados, hemos escrito un pequeño apéndice a esta reseña.

El libro sigue fielmente la edición de Faber&Faber, lo que supone que los poemas están ordenados cronológicamente y se incluye la breve introducción de Ted Hughes y sus notas, apoyadas por las notas de Xoan.

Al final de las notas se da, además, el orden del poemario «Ariel».

Algunos se sienten mejor porque en la edición «restaurada» de Frieda Hughes el poemario comience con la palabra amor y termine con la palabra primavera, Devon vs. Londres. Muy tierno. La edición de Frieda termina más saludable, sin duda, sin «Límite» como epílogo. Y probablemente con el mejor poema de todo el libro: «Invernando».

Vamos a hacer un análisis superficial del libro. Lo contrario significaría un espacio y un tiempo que se alejan de los motivos iniciales de este blog.

Los poemas anteriores a 1959 muestran a una poeta de talento, oprimida quizá por una excesiva ortodoxia a las reglas de la métrica y la rima, y con una voz propia que se va construyendo.

No analizaremos los 50 poemas de la Juvenalia que se situa al final del tomo.

El libro comienza en 1956 y nos ofrece nada menos que 44 poemas de escritos en ese año. El nivel de los mismos es muy irregular. Entre los primeros poemas destaca «Persecución», en el que la protagonista se ve acosada por una pantera macho.

En el poema «Canción de la ramera» se comienza a percibir un gusto por el lado oscuro, a veces grotesco, de la vida.

También interesante es el poema «Soliloquio de la solipsista» o la mala leche que poetiza contra las solteras en «La señorita Drake se dispone a cenar», parte de la población junto con las mujeres que no han sido madres que descabella en un par más de ocasiones.

Interesante por su importancia en la forma en que se estructurará en el futuro su discurso poético es su poema «Sueño con mariscadores de almejas».

En «Resolución» vemos una de las partes que más nos interesa de Sylvia: su capacidad de observación, alejada de agonismos y extremos.

En el lado negativo comienza temprano a exhibir cierto agonismo en «Canción de la calle», cuando los intestinos cuelgan de un gancho.

El poema «El alcaudón» ahonda de nuevo en esa tendencia que supera sus propios límites expresionistas para pasar a un tremendismo que pierde rápidamente su eficacia, y del que el libro está repleto.

Nos deja indiferentes, entre otros, la «Oda a Ted», o los poemas que describen el Benidorm de su luna de miel o la corrida de toros en Madrid.

Cae en el victimismo en «Monólogo a las 3 a.m.» o en la narratividad en «La vidente».

Los poemas pertenecientes a 1957 no muestran grandes diferencias frente a los del año anterior aunque sí destacaríamos la ausencia casi generalizada del tremendismo en los poemas de este año. 

Algunos de ellos, además, están basados en cuentos y leyendas, con base mitológica, como «El lunes interminable», un buen poema en donde el protagonista acaba «con siete gélidos mares encadenados a su tobillo». También destaca «Las personas escuálidas», donde de nuevo la poeta anticipa ese estilo imaginista y metonímico que será una constante en años posteriores.

En un tono ciertamente visionario también destacaría «Las musas inquietantes». Muy interesante por lo singular en su obra es el poema «Turno de noche» en el que el maquinismo y la monotonía se confunden.

A pesar de un moderado agonismo, «Uija» es otro buen poema de ese año como lo es «Sobre el declive de los oráculos».

El resto de poemas de 1957 suelen resultar excesivos en su extensión e incluso aburridos en algunos casos.

1958 comienza con un poema que supone una nueva burla, irónica y divertida, sobre las solteras: «Virgen en un árbol».

La inspiración en Klee es importante en este poema y en el siguiente.

Algunos poemas que siguen a estos son realmente flojos y muestran un cierto agotamiento como «Un cuento de invierno» o «Desde lo alto de un lago».

El surrealismo vuelve, en pequeñas gotas, de la mano del poema «La despedida del fantasma».

El nivel poético aumenta con uno de los numerosos poemas que tienen como protagonista a su padre, «A cinco brazas de profundidad» y, especialmente en «Lorelei», lírico y contenido, y en «Una mariscadora en Rock Harbor». También destaca un poema que revisita su infancia: «Roca verde, bahía de Winthrop». En general, hay buenos poemas este año, con excepciones como «Escena de una batalla», «Poemas, patatas» o «Ahora todo está en orden».

1959 es el año en que se produce para muchos críticos el cambio en la poesía de la poeta, cambio que coincide con su «Poema para un cumpleaños» fechado justo el 4 de noviembre de ese año.

Evidentemente los cambios no se producen de la noche al día y ya hemos hablado de poemas que podrían haber sido parte de ese «nuevo» estilo de Sylvia en varias ocasiones. El propio primer poema de 1959, «El toro de Bendylaw», se sitúa quizás entre dos aguas ya que la base del relato es racional pero las imágenes son surrealistas.

Algo parecido ocurre con «La mota en el ojo» en donde lo confesional se ayuda del sueño para trascender la anécdota.

Esa capacidad de observación más allá de lo consciente se repite en «Un barco invernal». Nos resulta más indiferente «Secuelas», poema que al traductor le ha gustado. Por el lado negativo, de nuevo aparece el agonismo, esta vez más justificado por la temática elegida, en «Dos atisbos en una sala de autopsia» y en «Suicidio en Egg Rock».

Otro buen poema sobre la figura de su padre es «Electra en la vereda de las azaleas».

A partir de aquí, el nivel poético se desinfla como poemas como «Las rederas» o «La residencia de Yaddo» en donde se encuentran clichés y no hay capacidad de transmisión lírica, o resultan simplemente aburridos, como «Medallón», o un ejercicio fallido como «El árbol de Polly».

En el poema «El coloso», que da título a uno de sus poemarios, la poeta se centra otra vez en la figura del padre y lo hace de una manera bastante tremendista aunque la poeta lo cierra con un magnífico final.

El «Poema para un cumpleaños» es un largo poema de 7 partes en el que, a una primera parte algo fallida, se sigue ya una mucho mejor, «La casa oscura», con el sujeto poético convertido en una madre de roedores.

Aunque formalmente la poeta bebe de Roethke y temáticamente de Paul Radin, la poeta transforma bien esas fuentes de inspiración, en especial en la parte 4, «La bestia», en donde Sylvia es dura con esa figura masculina que se metamorfosea. La parte 7, «Las piedras», que la crítica considera la mejor de todas, no tiene para nosotros la fuerza de la parte 4 o incluso que la 5. Los motivos harían de este post algo interminable pero si alguien está interesado se puede discutir en los comentarios.

Es curioso que tras este poema, considerado por buena parte de la crítica como su punto de inflexión, 1959 termine con dos poemas bastante mediocres como «El balneario incendiado» y «Setas».

1960 no comienza de mejor manera con «Eres», una breve colección de imágenes y metáforas que nos parecen fallidas. La sensación de aburrimiento que, en otras partes, hemos comentado la declara la propia protagonista en su siguiente poema: «Estos poemas no viven: triste diagnóstico.»

Quizás la ausencia de ese expresionismo en los poemas de este año le hacía ver a sus poemas sin vida. ¿Falta de recursos expresivos? Puede ser. El poema «Velas», por ejemplo, parece otro ejercicio de taller que no ha llegado a su nivel. Y quizás por eso los dos últimos poemas del año vuelven a utilizar la imágenes macabras («como un feto en una botella», «Cómo encendía el sol / las calaveras, los huesos descoyuntados…») para dar fuerza a sus poemas.

El año 1961 es el año en el que la poeta comienza a escribir los poemas que componen «Ariel».

Pero antes de eso, un primer poema del año, «Parliament Hill Fields», un buen paseo y una buena muestra de capacidad de la poeta para escribir buenos poemas sin necesidad de estridencias.

La excelencia dura poco y ya en el siguiente poema, «Pentecostés» encontramos ojos sin párpados, adultos metidos en ataudes, y en el siguiente, «La mujer del guarda del zoo», «pollos cubiertos de sangre y los conejos descuartizados.»

«Lifting facial» se queda en una ironía que esta vez no funciona y «Mujer esteril», de nuevo la insistencia en la imagen de los ojos sin párpados, resulta similar a su título.

Entre este grupo de poemas muy regulares destaca, de repente, «Albada», que acertadamente se convertiría en el primer poema que Sylvia situaría para su poemario «Ariel». Como suele ocurrir en todos aquellos poemas en los que Sylvia se coloca como madre, la sensibilidad y el lirismo que alcanza la poeta son elevados. Pero, curiosamente, si un niño no está presente, como en «Las embarazadas», el nivel baja drásticamente.

«Tulipanes» o «Escayolada» se nos hacen largos y aburridos, en un año que no fue de los mejores poéticamente como también demuestran «Cogiendo moras», «La luna y el tejo» y «Espejo». Hay poemas más discutibles, que a la crítica o el público le gustan, como «Soy vertical» o «La rival», pero que a nosotros no nos producen un entusiasmo excesivo.

Para bien o para mal, 1962 es el año más importante en la producción poética de Sylvia, tanto por la cantidad de poemas escritos, a veces más de uno al día, como por el hecho de que escribe sus poemas más conocidos y reconocidos.

El primer poema importante de este año es «Tres mujeres: poema para tres voces», en donde tenemos la opinión contraria a la de Beutscher: creemos que el poema funciona maravillosamente bien desde el punto de vista dramático y que es en su lirismo donde a veces falla, aunque hay momentos especialmente logrados y brillantes.

En «Pequeña fuga» ya se va acercando en el trato a su padre que significará «Papi» meses después.

Tras varios poemas que pasan desapercibidos llegamos a dos poemas que suelen gustan a los plathianos: «Olmo» y «El ojeador de conejos», del que destacamos sin duda el segundo: «Y los cepos parecían casi anularse / A sí mismos: ceros que sin haber capturado nada…»

«Altercado» también mantiene alto el nivel a pesar del agonismo exagerado con el que finaliza, que continua en el onírico «Aprensiones».

El nuevo estilo, más vigoroso pero también más excesivo, de la poeta se puede ver en el poema «La otra», que se podría calificar casi de simbolista, y que compara en cuanto estilo con el poema que ya había escrito sobre su «competidora».

Resulta curioso que un poema como «Palabras oídas casualmente por el teléfono» sea un poema con poca fuerza relativa si tenemos en cuanta la importancia que tuvo para la poeta este hecho. En «Quemando cartas» el poema sigue bebiendo de la biografía de Sylvia. El tremendismo de «Amapolas en Julio» encuentra una mejor ubicación en «Un regalo de cumpleaños». De original en su aproximación se puede calificar «El detective», con Sherlock Holmes.

Poco después comienza la serie de las abejas, tan mítica para los plathianos, y que nosotros vemos irregular aunque mejorando conforme transcurre la serie hasta llegar a «Invernando», el último poema que Sylvia colocó en el poemario Ariel y, sin duda, uno de los mejores poemas de su obra completa.

La poeta estaba en racha esa primera quincena de octubre. «Un secreto», escrito al día siguiente, es otro buen poema que de nuevo nos recuerda al simbolismo.

«El pretendiente», el día después, es una estupenda ironía sobre el matrimonio, y la ironía es un arma que Sylvia utiliza poco pero que lo hace con maestría. Y «Papi», al día siguiente también, es un poema tan conocido que poco tenemos que decir sobre él.

Al ser un poema rimado en el original, el cambio de la lectura del original al traducido es brutal, y el poema se hace más duro todavía. Para este colectivo no es el mejor poema de Plath pero a pesar de sus excesos, y sin ser un poema redondo, sigue teniendo mucha de la fuerza de una primera lectura. Casi más interesante es el poema siguiente, escrito pensando en su madre: «Medusa».

El agonismo y tremendismo de los siguientes poemas restan fuerza lírica a los poemas siguientes, «Lesbos», «El carcelero», y vuelve a encontrar su excepción en otro buen poema, «40º grados de fiebre», para volver a caer, bipolar, en lo mismo: «La yema, cortada casi del todo, Pendiendo tan sólo de una suerte de bisagra», en el poema «Corte», o en un poema simplemente malo como «La inspección».

El poema «Ariel», como el famoso «Lady Lazaro», están escritos todavía en ese octubre tan productivo para la poeta.

En el segundo repite la simbología nazi de «Papi» que tan buenos resultados de popularidad le ha dado y que sin duda fue un elemento original.

En él los demonios terminan devorando a la poeta «como aire». Sylvia trata de ser Medea pero no lo consigue. «Ariel», situado en un tipo de poesía alejada de los fuegos artificiales, es un poema más logrado.

El tenebrismo y tremendismo continua en la serie hasta límites que traspasan el patetismo: «Y mi niño un clavo / Inserto, inserto dentro, / Chilla en su grasa,»; «este / Centellear con la boca de los muertos»; «La máscara crece, se come al gusano…»; «los niños conservados / En las cámaras frigoríficas del hospital…» y podríamos seguir y seguir.

En esta etapa, el mes de noviembre, en el que Sylvia escribe estos poemas tan excesivos nos gustaría destacar por la originalidad de sus imágenes «La canción de María». Tiene todos los defectos comentados pero a pesar de todo es un buen poema gracias a la originalidad imaginista de la poeta.

El último año de su vida, 1963, es corto debido a la fecha de la muerte de Sylvia, pero desde luego mucho más interesante que los poemas escritos durante el mes de noviembre de 1962. Comprendemos perfectamente que varios fueran incluidos por Ted Hughes en «Ariel» aunque Sylvia no lo hubiera hecho.

El año se abre con un buen poema, «Ovejas en la niebla», que acaba de una manera brillante: «Amenazan / Con admitirme en un Cielo / Sin estrellas ni padre, un agua oscura.» Le sigue otro buen poema, «Los maniquíes de München», respetamos los títulos del traductor aunque no estemos de acuerdo, seguido y escrito en el mismo día, por «Totem», una cascada de imágenes que nos devuelven al mes de noviembre con la sangría de guillotinas, abortos, desollados, etc. En el mismo día, «Niño», un poema que devuelve su mirada a un niño.

Interesante y singular en su obra es el poema «Gigoló», que podría calificarse de un poema erótico en algunos de sus versos y en donde parece claro que la poeta no terminó de olvidar a su marido.

«Místico» es otro buen poema como lo es «La amabilidad», en donde destaca de nuevo la ironía que todavía conservaba la poeta días antes de su muerte.

Los poemas últimos, escritos el 5 de febrero, son dos buenos poemas. Por una parte «Globos» parece una mirada final a sus hijos y al mundo que ellos traían a su casa, quitando ese mobiliario muerto que se sustituye por un mundo de colores. Y el poema final, «Límite», uno de los mejores poemas para ver el grado de enfermedad mental en el que estaba la poeta, en donde Sylvia fantasea con una muerte en la que también mata a sus hijos, por mucho que pliegue sus cuerpos «como se cierran / Los pétalos de una rosa…»

 

Sylvia es una poeta de grandes aciertos y errores. Entre sus aciertos, el incesante y minucioso trabajo con el léxico, su ocasional pero indudable brillantez, su sinceridad a la hora de expresar sus sentimientos por duros que estos sean, su desnudez por tanto, la ironía, aunque escasa, presente en la obra, la fuerza y rabia que transmite, y la ternura en esos pocos poemas en donde Plath se reafirma en la vida, en especial contemplada en sus hijos. También su poesía visionaria cuando ésta no abusa del tremendismo sino que se acerca en mayor medida al simbolismo o a una especie de magia blanca. Y también cuando la poeta simplemente contempla y no quiere sorprender.

Entre las aspectos que menos nos gustan de su poesía destacaríamos la falta de control sobre sus emociones, lo que lleva a su poesía a un tremendismo que en una obra completa pierde toda su efectividad retórica, y hace que el tono tan negro de los poemas de 1963, ese pathos tan intenso, pierda buena parte de su efecto.

La inclinación de Plath por observar lo que otros no quieren es legítima pero ella lo lleva al extremo como si viéramos una exposición completa de Diane Arbus con los mismos modelos repetidos.

También habría que añadir que buena parte de la producción de 1962 y 1963 quizás habría tenido un mayor nivel de autocrítica y corrección si Sylvia hubiera vivido más y su estado anímico hubiera sido mejor.

En otras palabras, poemas importante fueron escritos durante un periodo de tiempo muy corto, en el que la poeta estaba gravemente enferma, y que sin duda la llevaron a una cierta precipitación.

Pensamos que los poemas necesitan descanso para ser corregidos.

Tampoco nos gusta la excesiva pivotación que se produce sobre pocas palabras que terminan sonando repetitivas (usando la versión «gross» del contador del pdf: la palabra sangre/sangrar aparece 96 veces pero la palabra rojo en 120 ocasiones, la palabra negro/a lo hace en 221 ocasiones, las palabras dead o death lo hacen en casi 200 ocasiones, la palabra frío en casi 70, cabeza 81 veces, hueso/s 55 veces, boca 85 veces, sol 131 veces, blanco 220 veces, etc).

Sylvia Plath no era un genio como dice el traductor cuando escribe que ella es «a genious of a writer».

Genios en la historia de la literatura ha habido poquísimos y Sylvia no es, ni mucho menos, uno de los elegidos. Si fuera un genio, el número de poemas buenos sobre el total de su producción sería muy superior.

Ni siquiera creemos que esté entre los diez mejores poetas norteamericanos del siglo XX.

Precisamente el hecho de que muriera tan joven, y de que no fuera Rimbaud, es un enorme hándicap para que su obra no haya llegado a las alturas que podría haber tenido. Lo cual no quiere decir que a veces escribiera genialidades. Pero eso no la convierte en un genio.

Y al contrario que él, de nuevo, tampoco pensamos que el lugar que ocupa en las estanterías y en las ventas de libros sería el mismo si la autora no se hubiera convertido en un mito, ayer para los jóvenes desencantados, hoy para ciertas tribus góticas, entre otros.

La obra de Sylvia no sería tan popular si no hubiera metido su cabeza en el horno aquel fatídico 11 de febrero.

Pero hay algo que atrae al ser humano a las personas que se inmolan sean éstas el hijo de Dios o una poeta. A este colectivo no le cabe ninguna duda de que la poesía de Sylvia Plath no ocuparía en lugar que ocupa si su vida y final no hubieran sido lo que fueron

Estamos de acuerdo con Heaney. La poesía de Sylvia, en su parte más importante e influyente, se relaciona con lo que Eliot llamó «the auditory imagination».

En otras palabras, a través de una profunda inmersión en su subconsciente, la poesía de Plath se acerca a lo oracular.

 

El problema surge cuando el consciente es incapaz de controlar y moderar el consciente. Y eso es lo que creemos que pasó en buena parte de la etapa final, pero central, de la poesía de Sylvia.

El consciente no le pudo ayudar a eliminar sus excesos agónicos y tremendistas que hunden unos cuantos de sus poemas.

A pesar de todo lo dicho, la poesía completa de Sylvia Plath es un libro recomendable. Muy recomendable. Aunque no sean mayoría, hay bastantes poemas buenos que son excelentes muestras del talento de esta gran poeta, que no genial. El esfuerzo editorial y laboral para sacar un libro de estas características merece su recompensa, y ojalá el libro sea, como parece que está siendo, un éxito.

Sobre la traducción, no nos ha gustado mucho como se puede leer con más detalle en el apéndice a este entrada. Pero es una opinión más, como todo lo que habéis leído hasta ahora. Leed, comparad, sed críticos pero disfrutad también. Hay buenos poemas para ello. Nuestra valoración no tiene en cuenta la traducción.

Valoración del libro «Poesía completa. Sylvia Plath»: 8 / 10

 

 

 

 

 


 

 

 

 

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