clarice lispector
revelación de un mundo
a descoberta do mundo
traducción: Amalia Sato
Adriana Hidalgo editora
octubre de 2005
Buenos Aires
no aceptar
Desde que empezó a envejecer de verdad, empezó a querer quedarse en casa.
Creo que le parecía feo pasear cuando no se era ya joven: el aire tan limpio,
el cuerpo sucio con grasa y arrugas.
Sobre todo cómo desnuda la claridad del mar. No era para los demás feo que ella
paseara, todos admiten que los otros sean viejos. Lo era para sí misma. Qué ansiedad,
qué preocupación por el cuerpo perdido, el espíritu afligido en los ojos, ah, pero
las pupilas todavía límpidas.
Además: antes en su rostro no se reflejaba lo que ella pensaba, era sólo aquel rostro
destacado, en oferta.
Ahora, cuando se mira sin querer en el espejo, casi grita horrorizada: ¡pero si yo no
estaba pensando eso! Si bien sería imposible e inútil decir sobre qué parecía pensar,
e igualmente imposible e inútil decir lo que ella misma pensaba.
A su alrededor las cosas frescas, una historia por delante, y el viento, el viento…
Mientras su vientre se abultaba y las piernas engrosaban, y los cabellos se acomodaban
en un peinado natural y modesto que se había formado solo.
a não-aceitação
Desde que começou a envelhecer realmente começou a querer ficar em casa.
Parece-me que achava feio passear quando não se era mais jovem:
o ar tão limpo, o corpo sujo de gordura e rugas.
Sobretudo a claridade do mar como desnuda. Não era para os outros que era
feio ela passear, todos admitem que os outros sejam velhos. Mas para si mesma.
Que ânsia, que cuidado com o corpo perdido, o espírito aflito nos olhos, ah, mas
as pupilas essas límpidas.
Outra coisa: antigamente no seu rosto não se via o que ela pensava, era só aquela
face destacada, em oferta.
Agora, quando se vê sem querer ao espelho, quase grita horrorizada: mas eu não
estava pensando nisso!
Embora fosse impossível e inútil dizer em que rosto parecia pensar, e também
impossível e inútil dizer no que ela mesma pensava.
Ao redor as coisas frescas, uma história para a frente, e o vento, o vento… Enquanto
seu ventre crescia e as pernas engrossavam, e os cabelos se haviam acomodado
num penteado natural e modesto que se formara sozinho.
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