clarice lispector
revelación de un mundo
a descoberta do mundo
traducción: Amalia Sato
Adriana Hidalgo editora
octubre de 2005
Buenos Aires
actualidad del huevo y la gallina [II]
La gallina mira el horizonte.
Como si de la línea del horizonte estuviera viniendo un huevo.
Además de ser un medio de transporte para el huevo, la gallina es tonta,
ociosa y miope.
¿Cómo podría entender la gallina que ella es la contradicción del huevo?
El huevo todavía es el mismo que se originó en Macedonia.
Pero la gallina es siempre la tragedia moderna.
Y sigue siendo rediseñada.
No se encontró, sin embargo, otra forma más adecuada para la gallina.
Mientras mi vecino atiende el teléfono, dibuja distraído con lápiz la gallina.
Pero para la gallina no hay remedio: está en su condición no servirse a sí misma.
Siendo, no obstante, su destino más importante que ella, y siendo su destino
el huevo, su vida personal no nos interesa.
Dentro de sí la gallina no reconoce al huevo, pero fuera de sí tampoco lo reconoce.
Cuando la gallina ve el huevo piensa que está lidiando con una cosa imposible.
Y de repente veo el huevo en la cocina y sólo reconozco en él la comida.
No lo reconozco, mi corazón late.
La metamorfosis se está cumpliendo en mí: empiezo a no poder ver el huevo.
Excepto en cada huevo particular, excepto en cada huevo que se come,
¿el huevo no existe ya para mí?
Ya no logro creer en un huevo.
Estoy cada vez con menos fuerza para creer, me estoy muriendo, adiós, miré
demasiado un huevo y él me fue adormeciendo, hipnotizando.
La gallina no quería sacrificar su vida.
La que optó por ser feliz. La que no se daba cuenta de, si se pasaba la vida
dibujando dentro de sí como una miniatura el huevo, estaría sirviendo.
La que no sabía perderse a sí misma.
La que pensó que tenía plumas para cubrirse por poseer una piel preciosa,
sin entender que las plumas eran exclusivamente para suavizar su travesía al
cargar el huevo, porque el sufrimiento intenso de la gallina podría perjudicar al
huevo.
La que pensó que el placer era un don, sin darse cuenta de que éste existía
para que ella se distrajera por completo mientras el huevo se hacía.
La que no sabía que yo es tan sólo una de las palabras que se trazan al atender
el teléfono, un mero intento de buscar una forma más adecuada.
La que pensó que yo significa tener un sí mismo. Las gallinas perjudiciales para
el huevo son aquellas que son un yo sin tregua. En ellas el yo es tan constante
que no pueden pronunciar la palabra huevo.
Pero, quién sabe, era eso mismo lo que el huevo necesitaba.
Pues si ellas no estuvieran tan distraídas, si prestaran atención a la gran vida que
se cumple dentro de ellas, molestarían al huevo.
Empecé a hablar de la gallina y hace mucho ya que no estoy hablando de gallinas.
Pero aún debo hablar del huevo.
Y he aquí que no entiendo al huevo.
Sólo entiendo al huevo roto: roto en la heladera.
Y de esta manera indirecta me dedico a la existencia del huevo: mi sacrificio es
reducirme a mi vida personal.
Hice de mi placer y mi dolor mi destino disfrazado. Como aquellos que en el
convento barren el piso y lavan la ropa, sirviendo sin la gloria de una función mayor,
mi trabajo es vivir mis placeres y dolores.
Es necesario que tenga la modestia de vivir. Tomo otro huevo en la cocina, le
rompo la cáscara y la forma.
Y a partir de ese instante exacto nunca existió un huevo. Es absolutamente
indispensable que yo esté ocupada y distraída. Soy indispensablemente uno
de los negadores.
Soy parte de la masonería de los que vieron una vez el huevo y reniegan de él
como una manera de protegerlo.
Somos los que se abstienen y reniegan.
Somos los que se abstienen de destruir, y en eso se consumen.
Nosotros, agentes disfrazados y distribuidos por las funciones menos reveladoras,
nosotros a veces nos reconocemos.
Por un cierto modo de mirar, por un modo de dar la mano, nos reconocemos y
a eso lo llamamos amor.
Y entonces no es necesario el disfraz, aunque no se hable, tampoco se siente,
aunque no se diga la verdad, tampoco es ya necesario disimular.
Amor, sobre todo entre hombre y mujer, es entonces cuando se concede participar
un poco más.
Pocos desean el amor verdadero, porque el amor es la gran desilusión por
todo el resto.
Y pocos soportan perder todas las otras ilusiones.
Hay quienes se entregan al amor, pensando que el amor enriquecerá su vida
personal.
Y es lo contrario: el amor es finalmente pobreza.
Amor es no tener. Incluso amor es la desilusión sobre lo que se creía que era amor.
Y no es premio, por eso no envanece.
Amor no es premio, es una condición concedida exclusivamente para aquellos que,
sin él, corromperían el huevo con su dolor personal.
Eso no hace del amor una excepción honrosa; él es exactamente concedido a los
malos agentes, aquellos que perturbarían todo si no se les permitiera adivinar
vagamente.
A todos los agentes se les conceden muchas ventajas para que el huevo se conforme.
No hay que sentir envidia, pues, incluso algunas de las condiciones, peores que las
de los otros, son simplemente las condiciones ideales para el huevo.
En cuanto al placer de los agentes, ellos también lo reciben sin orgullo.
Austeramente viven todos los placeres. Incluso es nuestro sacrificio para que el huevo
se haga.
Ya se nos impuso, incluso, toda una naturaleza adecuada para mucho placer,
lo cual facilita mucho hacer menos penoso el placer.
Hay casos de agentes que se suicidan: les parecen insuficientes las poquísimas
instrucciones recibidas, y se sienten sin apoyo.
Hubo el caso de un agente que reveló públicamente que era agente porque le resultó
intolerable no ser comprendido por el huevo y no soportaba ya no merecer el respeto
ajeno: murió atropellado cuando salía de un restaurante.
Hubo otro que ni necesitó ser eliminado: él mismo se consumió lentamente en la revuelta,
su revuelta se dio cuando descubrió que las dos o tres instrucciones recibidas no incluían
ninguna explicación.
Hubo otro, también eliminado, porque creía que “la verdad debe ser valientemente dicha”,
y empezó en primer lugar a buscarla (a la verdad); de él se dijo que murió en nombre
de la verdad, pero el hecho es que meramente dificultaba la verdad con su inocencia;
su aparente valentía era estupidez, y era ingenuo su deseo de lealtad, él no había
comprendido que ser leal no es algo limpio, ser leal es ser al mismo tiempo desleal con
todo el resto.
Estos casos extremos de muerte no son por crueldad.
Es que hay un trabajo, digamos cósmico, que debe ser hecho, y los casos individuales
lamentablemente no pueden ser tomados en cuenta.
Para los que sucumben y se vuelven individuales existen las instrucciones, la caridad,
la comprensión que no distingue motivos, nuestra vida humana en fin.
atualidade do ovo e da galinha (II)
A galinha olha o horizonte. Como se da linha do horizonte é que viesse vindo um ovo. Fora de ser
um meio de transporte para o ovo, a galinha é tonta, desocupada e míope. Como poderia a galinha
se entender se ela é a contradição doovo? O ovo ainda é o mesmo que se originou na Macedônia.
Mas a galinha é sempre a tragédia moderna. E continua sendo redesenhada. Não se achou porém
outra forma mais adequada para a galinha. Enquanto meu vizinho atende o telefone, ele desenha
com lápis distraído a galinha. Mas para a galinha não há jeito: está na sua condição não servir a si
própria. Sendo, porém, o seu destino mais importante que ela, e sendo o seu destino o ovo, a sua
vida pessoal não nos interessa.
Dentro de si a galinha não reconhece o ovo, mas fora de si também não o reconhece.
Quando a galinha vê o ovo pensa que está lidando com uma coisa impossível. E de repente olho o
ovo na cozinha e vejo nele a comida. Não o reconheço, e meu coração bate. A metamorfose está se
fazendo em mim: começo a não poder mais enxergar o ovo. Fora de cada ovo particular, fora de
cada ovo que se come, o ovo não existe mais para mim?. Já não consigo mais crer num ovo. Estou
cada vez mais sem força de acreditar, estou morrendo, adeus, olhei demais um ovo e ele foi-me
adormecendo, me hipnotizando.
A galinha não queria sacrificar sua vida. A que optou por ser feliz. A que não percebia que,
se passasse a vida desenhando dentro de si como uma iluminura o ovo, ela estaria servindo. A que
não sabia perder a si mesma. A que pensou que tinha penas de galinha para se cobrir por possuir
pele preciosa, sem entender que as penas eram exclusivamente para suavizar sua travessia ao
carregar o ovo, porque o sofrimento intenso da galinha poderia prejudicar o ovo. A que pensou que
o prazer lhe era um dom, sem perceber que ele era para que ela se distraísse totalmente enquanto o
ovo se faria. A que não sabia que eu é apenas uma das palavras que se desenha enquanto se atende
ao telefone, mera tentativa de buscar forma mais adequada. A que pensou que eu significa ter um
si mesmo. As galinhas prejudiciais ao ovo são aquelas que são um eu sem trégua. Nelas o eu é tão
constante que elas já não podem pronunciar a palavra ovo. Mas, quem sabe, era disso mesmo que
o ovo precisava. Pois se elas não estivessem tão distraídas, se prestassem atenção à grande vida que
se faz dentro delas, atrapalhariam o ovo.
Comecei a falar da galinha e há muito já não estou falando da galinha. Mas ainda estou
falando do ovo.E eis que não entendo o ovo. Só entendo o ovo quebrado: quebrado na frigideira.
É deste modo indireto que me ofereço à existência do ovo: meu sacrifício é reduzir-me à minha
vida pessoal. Fiz de meu prazer e de minha dor o meu destino disfarçado. Como aqueles que no
convento varrem o chão e lavam as roupas, servindo sem a glória de função maior, meu trabalho é
o de viver os meus prazeres e minhas dores. É necessário que eu tenha a modéstia de viver.Pego
mais um ovo na cozinha, quebro-lhe casca e forma. E a partir deste instante exato nunca existiu
um ovo. É absolutamente indispensável que eu seja uma ocupada e uma distraída. Sou
indispensavelmente um dos que negam. Faço parte da maçonaria dos que viram uma vez o ovo e o
renegam como forma de protegê-los. Somos os que se abstêm e o renegam. Somos os que se
abstêm de destruir, e nisso se consomem. Nós, agentes disfarçados e distribuídos pelas funções
menos reveladoras, nós às vezes nos reconhecemos. A um certo modo de olhar, há um jeito de dar
a mão, nós nos reconhecemos e a isto chamamos de amor. E então não é necessário o disfarce,
embora não se fale, também não se mente, embora não se diga a verdade, também não é necessário
dissimular. Amor, sobretudo entre homem e mulher, é quando é concedido participar um pouco
mais. Poucos querem o amor verdadeiro, porque o amor é a grande desilusão de tudo o mais. E
poucos suportam perder todas as outras ilusões. Há os que se voluntariam para o amor, pensando
que o amor enriquecerá a vida pessoal. É o contrário: amor é finalmente a pobreza. Amor é não
ter. Inclusive amor é a desilusão do que se pensava que era amor. E não é prêmio, por isso não
envaidece Amor não é prêmio, é uma condição concedida exclusivamente para aqueles que, sem
ele, corromperiam o ovo com a dor pessoal. Isso não faz do amor uma exceção honrosa; ele é
exatamente concedido aos maus agentes, àqueles que atrapalhariam tudo se não lhes fosse
permitido adivinhar vagamente.
A todos os agentes são dadas muitas vantagens para que o ovo se faça. Não é o caso de se
ter inveja pois, inclusive algumas das condições, piores do que as dos outros, são apenas as
condições ideais para o ovo. Quanto ao prazer dos agentes, eles também o recebem sem orgulho.
Austeramente vivem todos os prazeres. Inclusive é o nosso sacrifício para que o ovo se faça. Já nos
foi imposta, inclusive, uma natureza adequada a muito prazer, o que facilita muito tornar menos
penoso o prazer.Há casos de agentes que se suicidam: acham insuficientes as pouquíssimas
instruções recebidas, e se sentem sem apoio. Houve o caso do agente que revelou publicamente ser
agente porque lhe foi intolerável não ser compreendido pelo povo e ele não suportava mais não ter
o respeito alheio: morreu atropelado quando saía de um restaurante. Houve um outro que nem
precisou ser eliminado: ele próprio se consumiu lentamente na revolta, sua revolta veio quando ele
descobriu que as duas ou três instruções recebidas não incluíam nenhuma explicação. Houve outro,
também eliminado, porque achava que “a verdade deve ser corajosamente dita”, e começou em
primeiro lugar a procurá-la (a verdade); dele se disse que morreu em nome da verdade, mas o fato
é que ele estava apenas dificultando a verdade com sua inocência; sua aparente coragem era tolice,
e era ingênuo o seu desejo de lealdade, ele não compreendera que ser leal não é coisa limpa, ser leal
é ser ao mesmo tempo desleal para com todo o resto. Esses casos extremos de morte não são por
crueldade. É que há um trabalho, digamos cósmico, a ser feito, e os casos individuais infelizmente
não podem ser levados em consideração. Para os que sucumbem e se tornam individuais é que
existem as instituições, a caridade, a compreensão que não discrimina motivos, a nossa vida
humana enfim.
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