[con Charles Simic la dificultad está, posiblemente, en la selección
de poemas, ya que tiene un buen número que se salvan, que merecen
lectura y lectores.
Con todo, y ya que vamos a ponerle una página y no un comedor ni
una tiendecita de tabaco o de lotería, no intentaremos ser exhaustivos
ni revisaremos su obra completa buscando los poemas idóneos.
Este asunto de la poesía, precisamente porque es serio y muy valioso
y vale la pena, exige un cierto distanciamiento para que no nos ocupe
todo el espacio entre las orejas de oír o, lo que viene a ser lo mismo, para
que no le quite su sitio al corazón.
La poesía -por decirlo de alguna manera- quiere enamorados, amantes,
y no mártires. Existe el peligro -continuo- de que la poesía nos abandone,
naturalmente, pero también -y ella lo sabe- el peligro de que nosotros
la abandonemos. Tal vez de esta [doble] inseguridad procede la vida
que la poesía nos inyecta.
En suma: próxima página -que no tardará- dedicada al bueno -pero travieso-
de Simic, un poeta.]
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