Zonas comunes
Xelo Candel Vila
Zonas comunes (2011) es el título escogido por Almudena Guzmán para el último
de sus libros, premio Tiflos, colección Visor de Poesía.
Se acerca a una poesía de evidente voz social; con El príncipe rojo (2005) obtuvo el
Premio Internacional de poesía Claudio Rodríguez.
En Zonas comunes, las tensiones exigen una mirada crítica ante la realidad.
Cuando a un hombre
se le echa de su trabajo
no sólo se altera el orden
económico y social
sino también el natural.
Es un árbol talado.
Y ya van cinco millones.
Como podemos ir viendo, responde a todas las expectativas de la poesía social
más ortodoxa. En el poema titulado «Blas de Otero», cuyo contenido, salvando las
distancias cronológicas, no sería muy diferente de la dramática realidad social que
presentaban aquellos poemas al reflejar la sociedad española de posguerra:
«Cada día veo más gente que rebusca en los cubos
de la basura.
Yo no sé quién puede ver aún los telediarios
sin que un incendio se le suba por el pecho.
No es la India ni Afganistán ni Perú.
Se trata de España»
Enlaza con una nueva poesía comprometida que apareció en España a finales de los
noventa y se ha ido afianzando durante la última década conviviendo, eso sí, con poéticas
de escuelas diversas. Lo que entonces se llamó poesía del desencanto, estética de la
resistencia, poesía de la conciencia, hiperrealismo, realismo expresionista, realismo sucio
y cuantas etiquetas se manejaron para definir una poesía que invitaba al lector a participar
de los desajustes del mundo, las injusticias sociales, el imperialismo o el neoliberalismo.
Esta nueva poesía social empezó a desmarcarse de la poesía neorrealista de la
experiencia de los años ochenta. Sigue vigente en ella el tono desencantado y el desengaño
ante la realidad.
Las dos únicas partes en las que está dividido el libro, dan cuenta del doble escenario por
el que transita el pasajero: «De lo público» y «De lo privado», la desestructuración de la
identidad propia a partir de la desestabilización del mundo.
Estos poemas presentan escenas, fragmentos de una realidad atroz e inmisericorde con los
valores morales y humanos, reflejan un mundo en el que los poderosos se regocijan en
su papel autoritario y dictatorial.
«De un día para otro
te conviertes en Gregorio Samsa.
Sólo te saludan las cucarachas como tú»
«Han pintado la cruz gamada sobre el ciervo rupestre».
Doscientas cincuenta personas
subimos a un tren de ganado.
Al tren de los Expedientes
de Regulación de Empleo
La poeta recurre en esta ocasión a poemas breves, lejos de la intención más
anecdótica y narrativa que había presidido los libros anteriores donde predominaba
un tono amoroso y descriptivo. Zonas comunes supone un giro en su línea estética
al dejar atrás poemas más intimistas en los que la sensualidad y la memoria abrían
un diálogo con los sueños incumplidos, el dolor, el paso del tiempo, el amor y cuanto
supone -al fin- la existencia.
«Después de la huelga/los trabajadores se fueron en silencio.
Al Huerto de los Olivos»
«En el siglo XIX hubieras dejado de creer en Dios.
Ahora caes de lleno en el ateísmo digital»
Este humorismo irónico con una fuerte carga nostálgica y emocional que combina
el desengaño con una mirada existencial se acerca bastante a la tendencia de la
poesía epigramática de en los años ochenta.
«Tarde de lluvia
con mis gatos y mis libros.
Parece un anuncio de Nescafé.
Pero es verdad.»
Su postura crítica no va tanto por la búsqueda de solución ante tales conflictos
sino más bien por despertar la conciencia del lector y buscar evidenciar los
mecanismos perversos del poder.
Sin embargo, pese al nihilismo, a la apatía, al humor amargo, al escepticismo,
al desasosiego o al cansancio no hay espacio para la derrota personal.
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