introducción a la poesía

 

vaciar de sentido una palabra

 

 

 

 

 

 

DURACIÓN: de 2 a 3 minutos

MATERIAL: lo que haya a mano

EFECTO: desimbolizante

 

 

 

 

 

 

 

PUEDE SER EN CUALQUIER LADO, y en cualquier momento. Una vez más, basta con que esté seguro de no ser oído.

Más vale que no lo molesten a mitad de camino, por el temor al ridícu­lo.

Hablar solo no es nada.

Pero que lo espíen y se burlen de uno perturbaría el resultado que se busca.

Por lo tanto elija simplemente algún lugar donde nadie lo oiga. Tome cualquier cosa que tenga a mano, el objeto más común,

un lápiz, un reloj, un vaso o incluso algo de su ropa, botón o corbata, billetera o cinturón.

Poco importa. Basta con una cosa sencilla. Su denominación es habitual, su pre­sencia familiar. Para usted, y desde

siempre, a ese objeto co­rresponde la misma palabra. Idéntica, natural, normal.

Así que agarre esa cosita sin malicia, sin extrañeza, sin ries­go. Repita su nombre, en voz baja, mirándola. Por ejemplo,

observe el lápiz que se encuentra entre sus dedos y repita: «lápiz», «lápiz», «lápiz», «lápiz», «lápiz», «lápiz», «lápiz», «lá­piz»,

«lápiz», «lápiz». Y continúe. No debería ser muy largo. En algunos instantes, la palabra familiar se despega, se endu­rece.

Lo que le llega es una serie de sonidos extraños.

Una serie de ruidos absurdos, insignificantes, que no nombran nada, no designan ninguna cosa y son insensatos, fluidos o

rasposos.

A no dudarlo, de niño ya jugó a eso. Todos o casi todos, así, experimentamos la extrema fragilidad del lazo entre palabras

y cosas. En cuanto se lo tuerce o estira, en cuanto se lo relaja, ese lazo deja de ser simple. Se enrosca o se quiebra.

El término se seca, se desmenuza. Cáscara dispersa de inanidad sonora.

Lo que ocurre al objeto no es menos sorprendente. Parece que su materia se vuelve más espesa, más densa, más bruta.

La cosa está más presente y está de otro modo, en su extrañe­za innombrable, no bien cae fuera de la fina red de los voca­blos

habituales.

Hay que repetir ese viejo juego disociativo. Tratar de ob­servar la huida misma del sentido, la emergencia ruda de lo real

fuera de las palabras. Vislumbrar la caparazón bajo la pro­sa. Volver a decir varias veces la misma palabra, para la

misma cosa, disipa toda significación. ¿No es maravilloso? ¿Espan­toso? ¿Gracioso? Algunos instantes bastan para fisurar

esa fina película donde estamos parados, satisfechos de poder decir el nombre de las cosas.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Roger-Pol Droit

Editions Odile Jacob

2001, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA DE ARGENTINA, S.A.

Traducción de VÍCTOR GOLDSTEIN

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