Parece que la nueva traducción del Libro del desasosiego,
a cargo de Perfecto E.Cuadrado, no difiere significativamente
de la que conocíamos, de Ángel Crespo. Tampoco parece que
se haya dado una auténtica reorganización en la forma de
presentar el texto. Con todo, habrá que ir leyendo para saber
si esta nueva traducción aporta algo. 
Para comparar, hemos elegido -cómo no- el nº7, que ahora es
el nº8: el patrón Vasques. 

 

 

 

Libro del desasosiego de Bernardo Soares
Fernando Pessoa
Traducción del portugués, organización, introducción y notas de Ángel Crespo
Título original: Livro do Desassossego
Segunda edición en esta colección: julio de 1997

 

 

7

 

 

[ezcol_1half] El patrón Vasques. Siento, muchas veces, inexplicablemente, la hipnosis del patrón Vasques. ¿Qué es para mí ese hombre, salvo el obstáculo ocasional de ser el dueño de mis horas, durante un tiempo diurno de mi vida? Me trata bien, me habla con amabilidad, salvo en los momentos bruscos de preocupación desconocida en que no habla bien a alguien. Sí, ¿pero por qué me preocupa? ¿Es un símbolo? ¿Es una razón? ¿Qué es?
El patrón Vasques. Me acuerdo ya de él en el futuro con la nostalgia que sé que he de sentir entonces. Estaré tranquilo en una casa pequeña de los alrededores de algo, gozando de un sosiego en el que no haré la obra que no hago ahora, y buscaré, para continuar el no haberla hecho, disculpas diferentes de aquella en que hoy me esquivo a mí mismo. O estaré internado en un asilo de mendigos, feliz por la derrota completa, mezclado con la ralea de los que se creyeron genios y no fueron más que mendigos con sueños, junto con la masa anónima de los que no tuvieron poder para triunfar ni renuncia generosa para triunfar al revés. Esté donde esté, recordaré con nostalgia al patrón Vasques, a la oficina de la Calle de los Doradores, y la monotonía de la vida cotidiana será para mí como el recuerdo de los amores que no tuve, o de los triunfos que no habrían de ser míos.
El patrón Vasques. Veo hoy desde allí, como le veo hoy desde aquí mismo — estatura media, achaparrado, ordinario con límites y afectos, franco y astuto, brusco y afable—, jefe, aparte su dinero, en las manos peludas y lentas, con las venas marcadas como pequeños músculos coloreados, el pescuezo lleno pero no gordo, los carrillos colorados y al mismo tiempo tersos, bajo la barba oscura siempre afeitada a tiempo. Le veo, veo sus ojos de vagar enérgico, los ojos que piensan para dentro cosas de fuera, recibo la perturbación de su ocasión en que no le agrado, y mi alma se alegra con su sonrisa, una sonrisa ancha y humana, como el aplauso de una multitud.
Será, tal vez, porque no hay cerca de mí una figura más importante que el patrón Vasques por lo que, muchas veces, esa figura vulgar y hasta ordinaria se me enreda en la inteligencia y me distrae de mí mismo. Creo que hay símbolo. Creo o casi creo que en alguna parte, en una vida remota, este hombre fue en mi vida algo más importante que lo que es hoy.[/ezcol_1half][ezcol_1half_end][/ezcol_1half_end]

 

 

 

Fernando Pessoa
Libro del desasosiego
COMPUESTO POR BERNARDO SOARES,
AYUDANTE DE TENEDOR DE LIBROS EN LA CIUDAD DE LISBOA
Livro do Desassossego
Fernando Pessoa, 1998
Traducción: Perfecto E. Cuadrado

 

 

 

8

 

 

[ezcol_1half] El patrón Vasques. Me invade, muchas veces, inexplicablemente, la hipnosis del patrón Vasques. ¿Qué es para mí ese hombre, salvo el obstáculo ocasional de ser el dueño de mis horas, en un tiempo diurno de mi vida? Me trata bien, me habla con amabilidad, excepto en los momentos bruscos de preocupación desconocida en que no habla bien a nadie. Sí, pero ¿por qué me preocupa? ¿Es un símbolo? ¿Una razón? ¿Qué es?
El patrón Vasques. Lo recuerdo ya en el futuro con la saudade que sé que habré de sentir entonces. Estaré tranquilo en una casa pequeña en los alrededores de algo, disfrutando de un sosiego en el que no realizaré la obra que ahora no realizo, y buscaré, para seguir sin haberla realizado, disculpas diferentes de aquellas con las que hoy me disculpo. O estaré internado en un asilo de “beneficencia, feliz por la derrota absoluta, mezclado con la gentuza de los que se creyeron genios y no fueron más que mendigos con sueños, y junto a la masa anónima de los que no tuvieron poder para triunfar ni renuncia bastante para triunfar al revés. Dondequiera que esté, recordaré con saudade al patrón Vasques, la oficina de la Rúa dos Douradores, y la monotonía de la vida cotidiana será para mí como el recuerdo de los amores que no me sucedieron, o de los triunfos que no habían de ser míos.
El patrón Vasques. Lo veo hoy desde allí, como lo veo hoy desde aquí mismo —estatura media, achaparrado, grosero con límites y afectos, franco y astuto, brusco y afable—, jefe, al margen de su dinero, con las manos sudorosas y peludas, con las venas marcadas como pequeños músculos coloreados, el cuello grueso sin ser gordo, las mejillas sonrosadas y al mismo tiempo tensas, bajo la barba oscura siempre recién cortada. Lo veo, veo sus gestos de sosiego enérgico, sus ojos pensando en su interior cosas de fuera, me llega la perturbación de la ocasión en la que no le agrado, y mi alma se alegra con su sonrisa, una sonrisa amplia y humana, como el aplauso de una multitud.
Será, tal vez, porque no tengo junto a mí figura más destacada que la del patrón Vasques por lo que, muchas veces, esa figura vulgar y hasta ordinaria se me enreda en la inteligencia y me distrae de mí. Creo que hay ahí un símbolo. Creo o casi creo que en algún sitio, en una vida remota, este hombre significó en mi vida algo más importante que lo que hoy significa.[/ezcol_1half][ezcol_1half_end][/ezcol_1half_end]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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