wallace stevens

 

 

 

the rock

 

 

 

poesía reunida

edición andreu jaume

traducción: andrés sánchez robayna,

daniel aguirre, andreu jaume

lumen

 

 

 

 

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final soliloquy of the interior paramour

 

Light the first light of evening, as in a room
In which we rest and, for small reason, think
The world imagined is the ultimate good.

 

This is, therefore, the intensest rendezvous.
It is in that thought that we collect ourselves,
Out of all the indifferences, into one thing:

 

Within a single thing, a single shawl
Wrapped tightly round us, since we are poor, a warmth,
A light, a power, the miraculous influence.

 

Here, now, we forget each other and ourselves.
We feel the obscurity of an order, a whole,
A knowledge, that which arranged the rendezvous.

 

Within its vital boundary, in the mind.
We say God and the imagination are one…
How high that highest candle lights the dark.

 

Out of this same light, out of the central mind,
We make a dwelling in the evening air,
In which being there together is enough.

 

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soliloquio final del amante interior

 

Se enciende la primera luz del atardecer, como en una habitación
en la que descansamos y, por una pequeña lógica, suponemos
que el mundo imaginado es el bien último.

 

Esta es, por lo tanto, la cita más intensa.
Es con este pensamiento que recapacitamos,
fuera de todas las indiferencias, sobre una sola cosa:

 

dentro de una cosa aislada, un solo chal
envolviéndonos estrechamente, pues somos pobres, una tibieza,
una luz, un poder, la milagrosa influencia.

 

Aquí, ahora, olvidamos mutuamente.
Sentimos la oscuridad de un orden, un todo,
un saber, aquello que organizó el encuentro.

 

Dentro del marco de su límite vital, en la conciencia.
Decimos, Dios y la imaginación son uno…
cuán elevada esa altísima velita que ilumina lo oscuro.

 

Fuera de esta misma luz, de esa opinión esencial,
hacemos una morada en el aire de la tarde
en la que estar ahí juntos es suficiente.

 

 

soliloquio final del amante interior

 

 

Luzca la luz primera del crepúsculo, como en un cuarto
en el que descansamos y, por cualquier razón, pensamos
que el mundo imaginado es el bien máximo.

 

Esta es, por tanto, la cita más intensa.
En este pensamiento nos recobramos,
a partir de toda indiferencia, en una sola cosa:

 

dentro de una única cosa, un único chal,
muy ceñido a nosotros, pues somos pobres, un calor,
una luz, un poder, la influencia milagrosa.

 

Aquí, ahora, nos olvidamos mutuamente y de nosotros mismos,
sentimos la oscuridad de un orden, un todo,
algún conocimiento, aquel que concertó la cita,

 

dentro de su confín vital, en la mente.
Decimos que la imaginación y Dios son uno…
A qué altura la vela más alta luce en la oscuridad.

 

A partir de esta misma luz, a partir de la mente central,
creamos en el aire del crepúsculo una morada,
en la que estar ahí juntos basta.

 

 

 

otra versión

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