Subí al bus, y el conductor
no me dejó pagar con dinero.
—Pide el bono a alguien, —me dijo.
Y ahí estaba ella, de negro, dulcísima.
—Ten, no me lo devuelvas; — bajamos
en la misma parada; se detuvo un instante,
se giró. La miré; —todavía no— pensé,
y dejé pasar el amor, con una determinación
que jamás soñé alcanzar.
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Me ha hecho pensar que un poema no es una historia, sino que
carece de argumento, tal vez se parezca a apartar una cortina,
aunque se trate de una cortina o un velo que no sabíamos
que estaba ahí, impidiéndonos ver mejor, interfiriendo nuestra
mirada.
Es tremendamente conciso, me ha hecho sentir lo terrible, la
pérdida definitiva e instantánea de esa determinación: todavía no.
Terror y enigma con las palabras casi imprescindibles.
Gracias por dejárnoslo leer.
narciso de alfonso
En este poema sucede lo inesperado.
Lo que se puede anticipar no se espera, sólo se aguarda.
Lo que se espera es exactamente lo inesperado, y no lo esperado.
Y también, en este poema, entra, se mete la eternidad,
que no es un asunto del más allá, ya que significa solamente
que no hay tiempo —y de ninguna manera es un tiempo
que nunca se acaba—.
El que tenga un cerebro para pensar, que piense.