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When I’d picture my death, I would be lying on my back,
and my spirit would rise to my belly-skin and out
like a sheet of wax paper the shape of a girl, furl
over from supine to prone and like the djinn’s
carpet begin to fly, low,
over our planet—heaven to be
unhurtable, and able to see without
cease or stint or stopperage,
to lie on the air, and look, and look,
not so different from my life, I would be
sheer with an almost not sore loneness,
looking at the earth as if seeing the earth
were my version of having a soul. But then
I could see my beloved, sort of standing
beside a kind of door in the sky—
not the door to the constellations,
to the pentangles, and borealis,
but a tidy flap at the bottom of the door in the
sky, like a little cat-door in the door,
through which is nothing. And he is saying to me that he must
go, now, it is time. And he does not
ask me, to go with him, but I feel
he would like me with him. And I do not think
it is a living nothing, where nonbeings
can make a kind of unearthly love, I
think it’s the nothing kind of nothing, I think
we go through the door and vanish together.
What depth of joy to take his arm,
pressing it against my breast
as lovers do in a formal walk,
and take that step.
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Cuando me pongo a imaginar mi muerte,
estaría acostada boca arriba, y mi espíritu
se iría desprendiendo de mi cuerpo
por la piel de la panza, como una hoja de papel manteca,
y se daría vuelta y quedaría boca abajo;
como la alfombra mágica del genio, pero en forma de chica,
se pondría a volar bajo sobre la Tierra: el cielo para mí
consistiría en ser invulnerable, poder mirar
sin pausa y sin impedimentos,
suspendida en el aire; mirar, mirar, mirar,
algo no muy distinto de mi vida:
me sentiría llena de una casi indolora soledad,
contemplando la Tierra, como si contemplarla
fuera mi forma personal de tener alma. Pero entonces
divisaría a mi amado, de pie junto a una puerta
-o algo así- en el cielo: no la puerta
de las constelaciones, los pentángulos,
la corona boreal, sino más bien una puertita
en el portal del cielo,
como esas chiquititas para el gato,
del otro lado de la cual no hay nada. Y él me dice
que se tiene que ir, que ya llegó la hora.
Y si bien no me pide que me vaya
con él, a mí me da la sensación de que querría
que yo lo acompañase. Tampoco me parece que esa nada
sea una nada viviente, en donde los no-seres
harían una especie de amor ultraterreno;
se me antoja más bien que es una nada absoluta,
y que al cruzar la puerta los dos juntos
desapareceríamos. Qué hermoso
tomarme de su brazo,
apretándolo fuerte contra el pecho,
como hacen los amantes camino del altar,
y dar el paso.
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Sharon Olds
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“Heaven to Be” from Strike Sparks: Selected Poems
1980-2002
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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