Ana Istarú
Poesía escogida
La muerte y otros efímeros agravios
El hombre que boxea
Editorial Costa Rica Edición
aprobada en la sesión N.° 2545
del Consejo Directivo
de la Editorial Costa Rica.
Dirección editorial y producción:
Marianela Camacho Alfaro
El hombre que boxea
El ser confeccionado
tan primorosamente:
el pómulo de plomo,
los raudos ligamentos,
arduos nervios violáceos,
iracundas arterias,
(estos son sus azules
crucigramas sanguíneos),
los fémures espléndidos
que al amor indicaban
su inclinación perfecta,
todo lo diseñado
bailaba con la muerte.
Un hombre cancelando
su pacto con la rosa.
La cruda, indetallable,
la sobria, parca muerte
quiso su occipital,
el cardo de su lengua.
Se desnudó. Sorbía
sus glóbulos de vidrio,
la redecilla intacta
el sudor anisado.
El hombre que boxea
trajo el hígado estrecho.
La muerte lo tocaba,
lo ama, lo quería
violentar con su verde
mariposa astillada.
(No te quiebres, marino,
sobre tu cuadrilátero).
Pero la muerta muerte
hurgaba entre sus sienes.
El hombre que boxea
se raja: son dos hombres
cancelando aterrados
su pacto con la aurora.
Los que miran al hombre
ven su radiografía.
Los que miran al hombre
no miran, no lo miran.
Todos vienen a verla,
a sentir su saliva,
su lengua gangrenada
lamiéndoles la nuca,
su teta de carbón.
A la muerte, la muerte.
Pagan blandos boletos.
Se acomodan. Se besan.
Esperan el punzón,
el huevo de la córnea
partido como un ascua.
Pagan por esos toreros
degollantes, que jueguen
a trepanar un casco
de cal, su calavera,
los cuencos de sus cráneos.
El hombre que boxea
pide disculpas, cae,
quiere un tropel de cuernos
que acuda a sus nudillos.
Pero la muerte sube
con dedos paralelos,
no apunta, no corrige,
no teme al pararrayos,
hace rotar el agua
de su boca a su boca,
es beso irremediable.
Y el hombre que boxea
pide disculpas, cae
ya muerto hacia la muerte,
abandona su casa,
su cuerpo, la memoria,
es adiós infinito.
El hombre cancelando
su pacto con la historia.
•
0 comentarios