bienvenida

 

Vuelvo al pueblo, y bajo un cielo azul,
el trigo cabecea por el viento
formando un océano verde de dos tonos;
con su mar llana, su mar rizada.
Un océano dividido por ese asfalto a lo lejos
tembloroso y humeante, cuyos líquidos espejismos,
—como en la vida— desaparecen a medida
que me acerco al horizonte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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