el juego de la oca
Más que en la vida, los ciudadanos están en el juego de la oca: se tira un dado y se avanza la ficha
por un tablero en forma de caracol con 63 casillas; se puede avanzar o retroceder, y a veces toca
un castigo o un premio.
Se considera un juego de baja complejidad, sin estrategia pero con mucho azar, sin embargo, los estilos
de juego son innumerables, ya que cada jugador tiene el suyo.
Se espera —por así decir— que cada ciudadano haga lo correcto simplemente porque es lo correcto y que
no titubee, ya que no necesita poner en orden sus prioridades. Basta con buscar la querencia, como celebrando
el picnic de sí mismo. Sin embargo, siempre hay alguien que llega a destiempo, a contratiempo, tarde o
desactualizado o antes de hora.
En cualquier caso, no es un camino de rosas: la realidad siempre encuentra el modo de estar, de ponerse
y ponernos en nuestro sitio y, además, qué sería de una vida sin dragones. En el juego, la justicia primaria
es elemental: de oca a oca y tiro porque me toca; de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente;
de dado a dado y tiro porque es cuadrado. Ya está, así se avanza aunque se tenga una o más suegras,
una o más hipotecas, aunque la vida entera sea un caos de suciedad y mentiras.
Extrañamente, algunos jugadores pasan mucho tiempo en la posada, en el pozo de bronce o en la cárcel,
tal vez porque quieran mantenerse alejados de la insolente mirada de los satisfechos y de los ociosos
y busquen, más o menos involuntariamente, esos incómodos y sombríos refugios. O porque teman que
ocurra algo que no estén preparados para soportar, como un encuentro con el hombre que lleva siempre
puesto el traje de explosivos.
Algunos creen que la vida no puede ser tan matemáticamente idiota; otros —los listos y listillos— actúan
como si acabasen de llegar de una civilización superior; algunos mantienen un aire vano, presencial y fingido
mientras tiran los dados tramposamente, dos veces seguidas, como el que no quiere la cosa; otros creen que
el juego de la oca es una gran situación o una coartada o una cacería a caballo, o juegan como si les quedara
una sola rueda.
Ella, la oca, parece completamente ajena en su paz de una sola línea.
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