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mujer agachada con el pelo rojo
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‘Si tú eres la preferida, que pase el tiempo, qué más da’ –le dijo el poeta a su amada, pero la mujer del pelo rojo
es ya una gata trémula que parece tambalearse sobre la cama, ay, los pies se le han ensanchado como panes
con piel de pergamino, ya oscurecidos por la suciedad del tiempo que les oxida las plantas.
Está rígida y frágil y debilitada, con la piel entera manchada de opaco y de verde liquen y de muchos marrones
que no tienen nombre, ya toda apagada, con los glúteos descolgados y la raja del culo abierta, sucia o como sucia.
Tal vez ya ni cuida sus manos cuando entrena con las pesas.
Y el vientre abultado y caído, ay, con la piel colgándole en pliegues, como una persiana suelta, fuera del riel, barriguda.
La mujer del pelo rojo tiene la carne y la piel abundantes de manchas calizas, tal vez se le disuelven despacio los
huesos blancos del esqueleto y le cicatrizan en la superficie, donde un día tuvo una suavidad y un cutis y un aroma.
‘Y si el tiempo, de vez en cuando, al descansar, se entretiene matando rosas, es por matar rosas, sin más’ –dijo el poeta.
El cuadro se titula también Mujer en cuclillas con el pelo rojo, y podría titularse mujer a gatas o señora pelirroja a cuatro
patas. El oro de la vida, de la belleza, pasa enseguida hacia la hoja seca, y enseguida hacia la casa ya vacía del otoño.
La mujer en cuclillas está casi inmóvil y no puede erguir la cabeza, como atada bajo la lluvia, como balando o gimiendo,
como atravesada por el eterno dolor.
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Narciso de Alfonso
Merodeos: el desnudo femenino en la pintura
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Henri de Toulouse Lautrec
Mujer agachada con el pelo rojo 1897
Óleo sobre cartón de 47 x 60 cm
San Diego Museum of Art
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