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El regreso
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Vengo de desertar en Bouvines o de pelear en Midway,
vengo de la victoria o de la cobardía.
No sé si estoy buscando un cuerpo o si necesito un amigo,
si vengo a provocar un duelo o si vengo a evitarlo.
Puedes recibirme en tus brazos o no reconocerme.
A mi alrededor todo es sombra o un perfil demasiado concreto.
He venido a matarte o a morir en tus manos.
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Loca
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“Calla y escucha –dije–. No se trata
sólo de ti; se trata de mi vida.
Te sacaré de aquí. Vendrás conmigo.”
Respondió: “Pero tú no me conoces.”
“No te conozco a ti. Tú a mí tampoco.
Sólo tienes que hacer lo que te he dicho.
Hasta mañana.” Dije. Abrí la puerta.
“Debes ser tú quien está loco”, dijo.
Y desde su galaxia me miraba.
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En peligro
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Había sangre en su vestido. Sangre
en el escote y en las piernas. Sangre
en las mejillas. Sangre seca. Oscura.
La desnudé y lavé. Mientras dormía,
fui en busca de cartuchos. No fue fácil
encontrarlos. Por fin aparecieron
entre viejos papeles y revistas.
Cargué el fusil. Había menos niebla.
Dos o tres horas, y amanecería.
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Peligrosa
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“¿Qué es más, un inspector o un comisario?”
Lo dijo distraída, desde lejos.
Se lo expliqué. Siguió: “¿Por qué no tiemblas?
Yo soy más peligrosa que esos tipos.”
No sabía qué hacer. Quería irme.
Largarme a conducir por un sembrado.
Devolver la licencia. Suicidarme.
Pero no me marché. Busqué sus ojos
y le cerré la boca con un beso.
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La huida a Egipto
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Le pagaba para que me matase,
y se ha largado al Sur. Todas se marchan.
Aceptan flores, cheques y mentiras.
Se comprometen a matarme. Dicen:
“No verás el otoño. Te lo juro.”
Y se van antes de la primavera.
También ésta se ha ido. Con un mapa
de Egipto y con las llaves de mi coche.
Quiera Dios que los vientos no conduzcan
su nave a puerto. Que una lluvia roja
le queme el corazón, si es que lo tiene.
Que nunca llegue a Egipto esa maldita.
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Europa
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No son estas fronteras mis fronteras.
No es éste el mundo de las viejas runas.
Gobiernan los cobardes, los oscuros.
Cómo duele vivir en la agonía
de la cruz y en la herrumbre de la espada.
Cómo duele esta noche del coraje.
Cómo duelen los atlas. Y no hay signos
que anuncien el final de la derrota.
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Luis Alberto de Cuenca
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La caja de plata
Mercamadrid SA, Madrid, 2006
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