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Self-Portrait in the Studio by Francisco
de Goya, 1746-1828
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Candle Hat
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In most self-portraits it is the face that dominates:
Cezanne is a pair of eyes swimming in brushstrokes,
Van Gogh stares out of a halo of swirling darkness,
Rembrant looks relieved as if he were taking a breather
from painting The Blinding of Sampson.
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But in this one Goya stands well back from the mirror
and is seen posed in the clutter of his studio
addressing a canvas tilted back on a tall easel.
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He appears to be smiling out at us as if he knew
we would be amused by the extraordinary hat on his head
which is fitted around the brim with candle holders,
a device that allowed him to work into the night.
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You can only wonder what it would be like
to be wearing such a chandelier on your head
as if you were a walking dining room or concert hall.
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But once you see this hat there is no need to read
any biography of Goya or to memorize his dates.
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To understand Goya you only have to imagine him
lighting the candles one by one, then placing
the hat on his head, ready for a night of work.
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Imagine him surprising his wife with his new invention,
the laughing like a birthday cake when she saw the glow.
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Imagine him flickering through the rooms of his house
with all the shadows flying across the walls.
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Imagine a lost traveler knocking on his door
one dark night in the hill country of Spain.
«Come in, » he would say, «I was just painting myself,»
as he stood in the doorway holding up the wand of a brush,
illuminated in the blaze of his famous candle hat.
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sombrero de candelas
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En la mayor parte de los autorretratos es el rostro lo que domina:
en Cézanne son dos ojos nadando en pinceladas,
Van Gogh mira fijamente desde un oscuro halo en torbellino,
Rembrandt asoma como si se tomara un respiro
del cuadro Sansón cegado por los filisteos.
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Pero en éste, Goya está bastante alejado del espejo
y se nos muestra ante la mesilla de su estudio
frente a un lienzo recostado en un alto caballete.
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Parece dirigir una sonrisa hacia nosotros, como si supiera
que nos divertiría contemplar su extraordinario sombrero,
cuya cinta a todo alrededor está llena de sujetavelas,
un artilugio que le permitía trabajar de noche.
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No puedes sino preguntarte cómo sería
llevar un candelero así en la cabeza
como si fueras un salón o una sala de conciertos andante.
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Mas una vez has visto este sombrero, ya no necesitas leer
ninguna biografía de Goya ni memorizar fechas.
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Para comprender a Goya sólo tienes que imaginarlo
encendiendo las velas una a una, y luego poniéndose
el sombrero, preparado para una noche de trabajo
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Imagínalo sorprendiendo a su mujer con el nuevo invento,
la risa como ante un pastel de cumpleaños cuando viera ella el resplandor.
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Imagínalo parpadeando a través de las habitaciones de su casa
en compañía de sombras que vuelan por los muros.
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Imagina que un viajero perdido llamara a su puerta
una oscura noche en la colina, país de España.
‘Pase’, le diría, ‘estaba retratándome a mí mismo’,
parado en el umbral y sosteniendo el mango de un pincel,
iluminado bajo el fulgor de su famoso sombrero de candelas
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Billy Collins
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Sombrero de candelas
Lo malo de la poesía y otros poemas
S. L. Bartleby Editores
2007
Madrid
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