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las apariencias
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Estamos en lo más alto de la vida, del mundo, de la sociedad, de la historia: con Jessica, como
Jessica, hemos llegado, lo hemos conseguido.
Claro que el cielo está extrañamente blanco, lo que quita realidad a los edificios, los deja en simples
apariencias, como dibujados sobre el papel del cielo, fantasmales, sin contexto, un endeble decorado irreal de dos
dimensiones.
A veces, como ahora, basta con que cambie el color del cielo para que cambie el sentido, el significado
de las cosas: lo que parecía la realidad más valiosa por la que muchos hombres dan lo mejor de sus vidas –o,
directamente, sus vidas- es, de pronto, una acuarela pintada en un papel.
Las apariencias caen por sí mismas: entonces, ¿qué hay detrás del decorado, qué es lo que sostiene
el escenario que tanto cuesta mantener en pie, que hay que apuntalar constantemente con vidas humanas?
Una de las posibles respuestas hace retemblar nuestros cimientos: no hay nada, todo estaba sostenido
con la materia de los sueños, que se desvanece en el aire cuando el soñador despierta.
Por fortuna nos queda Jessica, y ella es más verdad que el pan y la tierra –dijo el poeta.
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