–
[ezcol_3quarter]–
ser de esperanza y lluvia
–
–
La primavera insiste en despedidas, arrastrando sus cadenas de cuerdas,
su lino sordo, su desnudez de ocaso, el lienzo flameado como una sábana de
lluvia. Alentar sobre un seno, alargar la mano a tres mil kilómetros de distancia,
hasta tocar la frente de cristal en que están impresos los azules marinos, los
peces sorprendidos; sentir en el oído la mirada de las cimas de tierra que llegan
en volandas, prescindiendo de sus gimientes roces aterciopelados, no basta
para alcanzar el sueño mientras se aspira el aroma de pincho que el tallo de la
flor está ocultando en embriaguez. Dejadme entonces soñar con el silencio
estéril. Acaso todo un ejército de hormigas, camino de la lengua, no podrá impedir
diez mil puntos dorados en las pupilas abiertas. Acaso la sequedad del corazón
proviene de ese dulce pozo escondido donde mi mejilla de carne cayó con sus dos
alas, en busca de los dos brazos entreabiertos. ¡Qué espejo cóncavo recogió el
corazón como dos labios y dejó su sonrisa en la esquina difícil, allí donde la flor
dejada anteanoche era del color de la espera, del morado que se oscurecía entre
los dientes! Dos rizos de humo caían por la frente sin guirnalda, delicadamente
indiferentes al lamentar del pecho descendido. Y una abeja de hielo, parada sobre
el seno, no palidecía, por más que la flor pisada hubiese olvidado sus dos formas,
su número y su sino, y ese brutal vaivén del viento entre los dedos.
Horizontalmente metido estoy vestido de hojalata para impedir el arroyo
clandestino que va a surtir de mi silencio. Para no ver las hojas verdes que flotarán
bajo las nubes condensadas, arrastradas por los llamamientos sedientos. Soy un
plano perfecto donde las pisadas no se notan, con tal que las pongáis en mis ojos.
Con tal que, cuando señaláis al horizonte en redondo, no sintáis el latido de la tierra
que os va subiendo a vuestra frente. Quiero dormir cansado. Quiero encontrar aquí,
en el hueco apercibido, ese caparazón liso donde cantar apoyando mis dos labios.
Ser de esperanza y lluvia que desciende del fondo del relámpago como un
pecho partido. Piedra de cal y sangre que rompe sus vagidos contra la frente loca
de luces aspeadas, de cruces fulgurantes hasta el hueso. Muero porque no sé si la
forma percibe la claridad del sol, o si el fondo del mar puede encontrarse en un anillo.
Porque tengo en la mano un pulmón que respira y una cabeza rota ha dado a luz a
dos serpientes vivas.
[/ezcol_3quarter] [ezcol_1quarter_end]
–
–
.
–
.
–
–
todo un ejército de hormigas, camino
de la lengua,
–
–
–
ese dulce pozo escondido donde
mi mejilla de carne cayó con sus
dos alas
.
–
la flor
dejada anteanoche era del color
de la espera, del morado que se
oscurecía entre los dientes
–
Y una abeja de hielo, parada sobre
el seno, no palidecía
–
Soy un
plano perfecto donde las pisadas
no se notan
.
Muero porque no sé si la
forma percibe la claridad del sol
–
tengo en la mano un pulmón
que respira y una cabeza rota
ha dado a luz a dos serpientes
vivas
[/ezcol_1quarter_end]
–
–
–
–
–
–
–
Vicente Aleixandre
Obras completas
Volumen I
Poesía
(1924-1967)
Pasión de la tierra, 1928-29
1
segunda edición-primera reimpresión-1978
Aguilar / biblioteca de premios nobel
–
–
–
–
0 comentarios