Marloes es una suave piel sobre la arena compacta de la playa, con la mano
abandonada bocabajo y el esterno-cleidomastoideo en plena acción de sostener
la cabeza en su lugar. Tiene un ombligo casi redondo que cumple su función de
ser un agujero aparente que comunica con el interior hermético del cuerpo abdominal,
o quizá incluso con el interior de la tierra.
Se le marca bien la ingle derecha, se puede apreciar qué argumentos musculares
van en una dirección o en otra para formar ese bonito espacio inguinal y sombrío.
Y cómo sobresale la pala iliaca bajo la atadura del bikini, como un agarradero
sustancial de hueso fuerte con la forma de un ala redonda.
En la raíz del muslo apoyado en la arena, pegado al triangulo negro del bikini,
está la pequeña hondonada en sombra del triángulo de Scarpa, el triángulo de la
arteria femoral, el triángulo de la muerte de los toreros, ay, a cuántos maestros
matadores les ha puesto la muerte sus huevos letales justamente en ese triángulo.
Marloes está hermosa por todos estos rincones anatómicos, sencillos y secretos.
Está hermosa de hombros huesudos y de abdomen musculoso, de boca entreabierta
y de ceño fruncido.
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