Entre sol y sol, Michelle está arrobada, con los sentidos anulados, en suspenso,
tal vez presa de alguna intensa emoción, de un dolor, de un placer, con el alma
traspuesta, quizá conmocionada o transida.
Le sienta bien la piel de oro oscuro, y el pelo onduladísimo de rubio oscuro, con
esa mano central que sostiene toda la dejación, toda la ausencia de Michelle,
como si una columna sola sostuviera un entero edificio abandonado.
Las sombras densas del ocaso ponen mucha oscuridad entre los oros porque
cualquier obstáculo, cualquier estribación o resalte, cualquier tropiezo de la luz,
hace una sombra larga, extendida, reteñida de oscuro, y la piel devuelve también
el resplandor directo de la cara y de las piernas mayores de Michelle, de manera
que hay zonas, playas, llanuras, calas o rincones donde la vida refulge, resplandece,
se oscurece, rebrilla y negrea en un solo golpe visual, en un solo flash ocular,
en un efecto único.
Con la tarde y el mar entre las costillas, debajo y dentro de la piel, empujándole
el alma y arrebatándole el cuerpo personal, Michelle está hermosa como un
espléndido objeto que fuese humano y femenino y vivo y abrazado por el sol
poniente.
A ver amiguitos, no soy amiga de definiciones pero ¿ qué entendéis por tías buenas? Porque imagino que es algo más que ser guapa ni guapísima, suena a sexualmente guapas. Algo así como que sexualmente guapas.
Explicadme
Una mujer que a pesar de su derrumbe interno, se mantiene guapa, apetecible, atractiva; se entretiene en su estética personal.
Por eso decía lo del concepto filosófico de estética, por si alguien pensaba en buenorra simplemente.
Pues… yo pensaba en buenorra simplemente, y sin ningún derrumbe interno o externo.
La forma más habitual es la de una mujer joven o casi joven con formas, que no siempre
son atributos sexuales notables. Mis criterios son los que aprendí cuando entonces de los
albañiles y gente de andamio, algunos auténticos maestros del requiebro. Pero el asunto
tiene -o tenía, no creo que se dé ya apenas- muchos matices. La mujer -la tía buena- tenía
conciencia de ello y casi nunca se olvidaba de su cuerpo. Desde lo alto, el albañil -casi siempre
en atención a sus colegas- sabía a quién podía soltarle el requiebro, porque el carácter suelto,
decidido, de la mujer, también tenía mucho peso. A una mujer que pudiera ofenderse -a una señora,
o que iba de señora en sus múltiples acepciones- muy raramente le decía un requiebro, sobre todo
porque ella se enfadaba de verdad. La tía buena media, escuchaba, se erguía y como que no oía,
seguía a su paso con los oídos sordos.
Entiendo que puede ser un tema ofensivo para mujeres -y hombres- por motivos obvios y si alguien se
hubiera quejado o se quejase, dejaría de subirlas al blog. Inicialmente buscaba a las tías buenas que he
intentado describir, pero he ido viendo que son mucho menos numerosas que antaño y los criterios,
posiblemente no sirven. Insisto en los matices y en la interacción con el requiebro: si una mujer se desabrochaba
uno o dos botones del escote, sólo por ello, las posibilidades de requiebro desde las alturas del andamio eran
altas. Claro que había una sexualización, pero abierta: el hombre macho tenía que encenderse y soltarle alguna
barbaridad a la buena que pasaba: era cuestión de hombría. Y que cantidad de intuición se movía en los dos lados,
en el de los currantes y en el de las mujeres al paso.
No sé si me explicado, Vlad. Si lo viviste, identificarás enseguida a la tía buena… si no, también, claro, porque
siguen circulando tías buenas, aunque nadie las requiebre desde el andamio. Entiendo que es una forma de ser
mujer muy específica, sin más.
Un abrazo
Narciso
Con todo, para ser justo conmigo mismo en relación con este asunto, será necesario
que cuente que el tema de la tía buena estuvo en el origen del merodeo: el requiebro
del albañil era una palabra que podía utilizarse una sola vez, y eso era lo fascinante. Una
palabra que moría al ser dicha, que nunca se volvía a repetir.
Buscaré -y colgaré- ese primer merodeo, supongo.
Narciso
Peroooo, los merodeos son de asuntos interiores también. No vale eso de que son buenorras simplemente,
porque sinó el texto lo transmitiría también. Además a mi no me parecen buenorras muchas de las que cuelga,
serán elegantes pero, a mi modo de ver, demasiado delgadas. Una buenorra tiene más curvas y ningún prejuicio en enseñarlas
¿Cómo puede tener el valor de compararse a un albañil, y decir que le gustan las rodillas?
Lo que gusta es el culo, la magra preta, redonda y voluptuosa en contraste con la cintura.
No me creo que usted haya aprendido de los albañiles ni por asomo.
Ángel
Pero, Master, de eso de que la mayoría no son tías buenas, ya me he
quejado -a ti- en un comentario reciente, pidiéndote ayuda para depurar la selección
o cambiar el título. Además parece claro que sabes lo que es una tía buena, más allá de la estética filosófica ().
Otra: si digo que aprendi valor de los toreros seguramente es verdad, pero no digo que sea un valor para
matar toros. Claro que no hablo como un albañil, pero claro que aprendí de los albañiles la tienta, el desparpajo,
el olfato para detectar a las tías buenas y entrarles: sólo es necesario observar, no trabajar de albañil, ni hablar
como un albañil, ni adquirir su estilo de requiebro.
Ese ‘no me creo… ‘ no me acaba de gustar: no me gusta nada.
Narciso
Hombre, a veces se habla por hablar, tampoco absolutice.
Es un comentario simplemente, que ya nos conocemos.
Quiere decir que usted tiene demasiada clase. No es negativo.
Lo cierto es que todos aprendemos supongo esas maneras, que quizá queden reservadas en algún lugar remoto.
O, como dice un amigo, lo que seguimos siendo es albañiles con paciencia.
Ángel
¿Quedamos a las paces, que suele ser lo mejor?
Como veas.
Un abrazo
Narciso
Claro que si, eso siempre…
Perdón por el retraso, que estaba fuera de casa.
otro de vuelta
Ángel
Vamos a ver, una tía buena es una mujer llamativa, normalmente por voluptuosa pero también por guapa y que además – y esto es lo importante- le guste gustar.
Yo en mis buenos años -Pleistoceno-, era bastante guapa pero los albañiles como que me asustaban al principio y como que después los mandaba a la mierda.
Ahora, algo queda pero poco y la verdad es que me hace gracia si alguno me dice algo y hasta se lo agradezco. :-))))
También hay albañiles y albañiles. Se nota enseguida cómo lo dicen y por qué.
Ejemmmm… disculpa, tía buena, creo que ninguno sospechábamos que tenías
la clave del albañil, y que hasta se nota enseguida cómo lo dicen y por qué.
Se trata de la situación en que uno se queda mirando al techo como queriendo salir
volando ()
Un abrazo.
Narciso
PD. Es claro que necesitamos saber más de… tus sentimientos, la relación de los otros
(no solo albañiles… ) en fin.
Como te decía, una tía buena, además de belleza y exuberancia, tiene que gustarle gustar y para ello, tener una actitud y mostrarse un poco. A mí eso no me pasó nunca porque he sido más bien asustadiza de joven y hermética de mayor y percibía esos piropos como algo desagradable. Algunos lo eran en cualquier contexto.
Y ahora, por circunstancias he perdido esa belleza y he ganado quizá en libertad.
Ya no tengo que preocuparme por no hacer sentir mal a las que son feas y amargadas ni por si miro a sus novios o maridos o si conozco a algún hombre guapo por si cree que quiero ligar, porque viéndome es obvio que soy inofensiva.
Por otra parte tengo la suerte de tener a mi lado al hombre del que estoy enamorada, es recíproco y que encima me parece guapísimo.
No tengo inseguridades ni cosas de esas. Lo que tengo y sólo muestro a quien me da la gana, es inteligencia y algo de cultura, pero al contrario que la belleza, puedo esconderla y pasar por la normalidad más absoluta.
Pues eso, que nunca fui una tía buena y ahora sólo puedo dar el pego y eso me divierte.