amapolas
Este año, algún tractorista
ha esparcido semillas
de amapola a los lados
de la carretera.
Multitud de cabezas rojas
auscultan el cielo con su ojo
cósmico buscando a Dios y
esas respuestas a su existencia.
Ejercen un silencio carmesí,
que se extiende, infinito, hasta el horizonte.
Quizá sean la forma que tiene Dios de mirarse.
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Con este poema uno recuerda el rebaño de radares que se instalaron
en algún lugar del planeta Tierra, solamente para que captaran emisiones
con algún sentido, con algún significado, confiando en que otros habitantes
del cosmos estarían enviando señales de amor.
Hay que tener una enorme pasión poética para que esos radares
no desplacen a las amapolas, que vienen a ser la versión original
de la que los viejos radares fueron sólo una copia: las flores rojas
y elementales se adelantaron en esa función de captar las palabras
de amor entre perdidas galaxias.
ndalfonso