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ANÍBAL NÚÑEZ
CARTAPACIOS
1961-1973
INTRODUCCIÓN, COMENTARIOS
Fernando Rodríguez de la Flor
Germán Labrador
PRÓLOGO
Luis Felipe Comendador
Libros del Consuelo
lf ediciones
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ÍNDICE DE TÍTULOS O
PRIMEROS VERSOS
CARTAPACIO A
1. Me sabe a fin el llanto, y es reciente
2. Rebasaste la altura de mi presa
3. Yo quisiera tener de tu lejana
CARTAPACIO B
4. Entre nosotros se alza la amargura,
5. A Miguel Hernández
6. Heladas albergando clandestinas
7. No temas, corazón, pierde cuidado
8. Soneto grisáceo
CARTAPACIO C
9. Era ayer
10. Hoja de diario
11. Además de tu ausencia tengo ahora
12. Canción del otro día paseando por el cementerio
13. El frontón no devuelve más pelotas
14. Epílogo
15. Espera y huele el hueco que dejamos,
16. Desde luego y según los testimonios
17. Amiga separada
18. Bien que te gustaría, confiésalo, lanzarte
19. Atravesé el eczema de los bordes
20. Ejercicio de inversa
21. Tercer lunes de clase
CARTAPACIO D
22. Rota la flor del agua
23. Carta a los de mi quinta
24. De regreso a suiza y de la dulce
25. Oíd atentamente
26. Fragmentos de un discurso
27. Birthday of the rain
28. Palabras
CARTAPACIO E
29. La primavera –damas y caballeros–
30. Como quien corta el árbol más querido
32. Masturboprenda
32. Bebiendo whiski en la casa del poeta Valente
CARTAPACIO F
33. No tiene más que enviar este cupón
CARTAPACIO G
34. Gertrudis G. de Avellaneda empieza y la animamos a
que acabe
35. Por ejemplo
36. Apuesten
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CARTAPACIO A
(En adelante [C.A.] )
Denominamos “Cartapacio A” a un cuadernillo que
ocupa una posición singularizada en el conjunto del archivo de
Aníbal Núñez, sito en el domicilio familiar de la antigua
Avenida del Líbano en Salamanca. Se trata de un conjunto de
seis hojas en cuarto, reunidas en un folio doblado. Los poemas
exentos en cinco hojas y mecanografiados van precedidos del
siguiente texto manuscrito:
“Ventana a ti”
(5 sonetos
Diciembre 1961
Enero 1962)
A pie de esta primera página aparece la
firma y rúbrica de Aníbal Núñez. Editamos tres de
los inéditos del cartapacio.
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2
Rebasaste la altura de mi presa
cerrada –por lo herida– a todo vado.
¡Ay, qué caudal de amor almacenado
y que de desangrarme ya no cesa!
Explicarme no puedo a dónde esa
inundación se fue –mi amor a nado–
¡Ay, qué caudal de instantes la he buscado
desde que sorprendiste mi sorpresa!
Un mal sabor de alma quizá guardes
de tu súbito paso por mi bruma.
Disfrazando tu ausencia de tardanza,
yo sigo haciendo, tardes y más tardes,
una leve cadena de esperanza
con todo lo que queda: con la espuma.
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[C.A.]
2.
El poema aparece fechado el 30–XII–1961.
En el Oeste peninsular, a la altura de 1961, la hidráulica era la parte más visible del proceso de modernización y, desde luego, la tecnología transformativa más radical actuando en el pequeño ámbito vital del poeta.
Todavía por aquellas fechas Sánchez Ferlosio (referencia siempre para A.N.) no había publicado su novela de ingeniería acuática, El testamento de Yarzof, ni Benet había iniciado su ciclo novelesco inspirado por la construcción del gran vaso de la presa del Porma.
Sin embargo, el “electrofranquismo” había dado comienzo al programa de la construcción de los grandes “saltos” sobre el Duero, en los paisajes unamunianos de Aldeávila, Saucelle… Aníbal Núñez compartió esta realidad sicogeográfica con otro poeta, J.M. Ullán, nacido en Villarino, en los mismos años en que se estaba modificando o se habían operado ya las transformaciones de la orografía de la llamada «Raya» que separa España y Portugal.
Ignoramos el impacto que estas construcciones telúricas hayan podido tener en la obra de José Miguel Ullán, pero es evidente que en la de nuestro poeta alcanzan gran trascendencia. En efecto, en un plano simbólico, el tiempo de A.N. fue un tiempo de inmovilización pantanosa y fascinatoria. A las metáforas de la liquidad que recorren la espina dorsal del sistema poético en castellano, en Garcilaso (“Corrientes puras, cristalinas…”), Góngora (“…de cristal serpiente breve”) y sor Juana Inés de la Cruz (Inundación castálida), se le oponen en A.N. las imágenes oscuras de la interrupción circulatoria de las savias de la vida.
A su nivel modesto, las pequeñas aceñas y represas de los ríos siempre interesaron al poeta, que removía los lodos corrompidos de las aguas allí detenidas. Conoció a fondo paisajes marcados por esta nota de las esclusas, tajamares, cortacorrientes y, en general, de las conducciones de agua, de las que gustó especialmente en el azud de Villagonzalo, al pie mismo del mítico (cuanto poético y romanceado) promontorio del Carpio (“Bernardo estaba en el Carpio/ el moro en el Aracil”), también en los parajes y cercanías del Museo Vostell en Malpartida de Cáceres, y en la obra romana del pantano de Proserpina, los dos últimos en aquella misma región, para A.N. tan querida, quedando constancia en el recuerdo la inundación de ciertas tierras bajas en el partido de Navalonguilla (Avila), donde el poeta decidió abrir compuertas de canalización en una primavera pluviosa de hacia 1980.
Fue tanto su gusto por los embalses y represas de aguas retenidas y fangosas, que sus experiencias natatorias, no relacionándose nunca, que se sepa, con el mar, si que tuvieron como escenarios muy constantes dos puntos geográficos que todavía podemos fijar con precisión: la por él bautizada “playa Pasolini”, “cola” del pantano de Santa Teresa, en las cercanías de Salvatierra de Tormes, y el estanque (no precisamente “dorado”) de riego que se sitúa en el promontorio que domina el pequeño pueblo serrano–salmantino de Monforte de la Sierra.
Una anotación final sobre el poema y su datación: frecuentemente, como sucede en todo este cuadernillo (C.A.), sitúa A.N. la redacción de sus poemas en fechas finales del cambio de año. Extremadamente fetichista, el poeta amaba la doble posibilidad que un final supone, en cuanto archivación definitiva de lo que desaparece, y correspondiente apertura de una esperanza. El texto, en sí mismo, es el óbolo para pasar al otro lado del tiempo, y confirma a su modo la posibilidad de mantenerse un año más en posición de escritura y registro (esperanzado, pese a todo) de lo porvenir.
ξ
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