aníbal núñez
fábula del perro policía
en el templo: a la espalda de los adoradores
reflexiones morales ante la foto de una niña vestida de primera comunión
consuelo en la escritura
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fábula del perro policía
con pistolas, con rifles, con decretos
Ángel González
Sabueso desdentado
no del todo: conservan
tu masticar de cada día las prótesis
caninas oficiales
la paga extraordinaria y el honor
de ser reconocido
como un guardián celoso
del orden prepotente en tu doble
cometido de cancerbero —orlado
por semanal incienso
y una intachable hoja de servicios—
y eficaz husmeador de pasos ilegales
de improntas digitales descarriadas…
ve a avisar a tu amo
llévale la panoplia de decretos
al borde de la cama
ve a lamerle el asiento dignatario
corre a dorar sus distintivos vuelve
al lugar destinado para que
te lleves a la boca
los restos del festín pero no olvides
—ejercita tu rabo entre las piernas—
las instrucciones (ya amarillas)
para el empleo del timbre
de alarma fiel mastín que viene el lobo.
•
reflexiones morales
ante una foto de una niña
vestida de primera comunión
(empaquetada en una tarta nupcial de tules y organdises
con gesto de cabreo forzando una sonrisa a jesusito de
mi vida sufriste la prueba de los focos del fotógrafo)
la cofia era de perlas
cultivadas los guantes
de gasa la sonrisa
del carmín de tu tía
el libro guarnecido
de nácar con el lomo
dorado y reluciente
igual que la custodia del santísimo
el rosario de plata
labrada zapatitos
de charol el vestido
de vuelo almidonado el almidón
se extrae de la patata
el labrador que labra la patata
vela su crecimiento subterráneo
acaba malvendiéndola
para usos industriales o privados
el labrador que guarda sus ahorros
para decir
«la cofia era de perlas…»
de su hija de seis años.
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consuelo en la escritura
En un papel volante, levitado,
-¿qué atril sirve a quien va, sin esperanza,
a alzar la voz antepenúltima?-
la tinta que se apoye.
Lea sin rubor ninguno, se sienta con amparo
el que compre la seda (ya las manos
que le hilaron lo dan por muy perdido).
(De los antepasados reconoce
sólo la forma oval;
de sus actos narrados por esotro que vuelve
con asco el comprobarlos epopeya).
Reluzca una tercera luminaria
resuene aquella voz. Oh, que se acabe
el mundo, todo, para
inexplicablemente suplicar que no,
que no se acabe, que el atril cualquiera.
•
en el templo;
a la espalda de los adoradores
Es la ansiedad cornisa
dispensada de aristas por racimos de duda.
Peldaño de humo antiguo desde donde
se ven los frascos de la sangre, óleo
y agua, niveles. La mañana
recompondrá el lugar, copas de bronce
en las que cabe el río, el mes sin nombre,
la luz azul, terrible, mansa.
Adormecientes hilos de sobmra llegan desde
la retina de los usurpadores.
Difícil, tras el trato con la bicorne máscara,
fe en las semillas voladoras: («Íbamos,
ay, a limpiar de hollín las nubes»).
Orden
de la serenidad con la que admiran
los ángulos del coro de resistir -unidos
por la línea de fuga a la policromía,
atrapados, orantes y adorados-,
de resistir el ritmo que los oros imponen
en su degradación aquí definitiva.
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