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·SE HA RETIRADO EL MAR·
ANTOLOGÍA POÉTICA
1947-2014
ANTONIO GAMONEDA
CATAFIXIA EDITORIAL
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LAS VENAS COMUNALES
[2012-2014]
Inédito.
Me excede la claridad. He de entrar, sin embargo,
en la última luz.
Dame
una lágrima negra, una
flor clandestina.
Dame algo. Me excede la claridad.
***
Pon tu lente sobre mis llagas, la lente que aún utilizas indeciso entre la misericordia y la ira, la lente
que, rodeado de helechos, más allá de Trevijano, pasado el talud de Gilberto
(el talud frecuentado por las alondras, ubérrimo en melancolía, mínimamente productor de cerezas),
colocabas
sobre hormigas hambrientas.
Te vi,
niño final, nieto de la pobreza, ya provisto de espinas que doraba la luz, inclinado
a la ternura fórmica.
Ahora
tienes la edad de un sándalo corpulento. Vendrán días
y, como a mí, te convertirán en un pájaro cansado.
Vestirás de invierno
aunque ya estén naciendo flores blancas
en el talud de Gilberto.
De mí
sólo podrás advertir una brasa extinguida. Anuda entonces la cinta roja que yo dispondré para ti,
precisamente para que sonrías anudándola,
contemplando
tu vejez y mi muerte reunidas
en una suave tiniebla. De momento,
dame tu mirada física, pon
tu lente sobre mis llagas.
***
Vienen los últimos números. He prescindido de las lágrimas.
Y tú,
¿quién eres? ¿Yo mismo?
¿No
sabes?
Es
indiferente.
Ven:
Tú que conoces la longitud de mis venas, el espesor de mi sombra,
la inmovilidad casi eterna de la máquina Sínger y de otras máquinas semejantes,
acompáñame algún tiempo sin hablarme ni escucharme. Acompáñame únicamente. Voy
a la inexistencia.
Gracias.
***
Se dan en mí las palabras inmóviles.
Sé
de frutos olvidados en alacenas, envueltos en sombras que tiemblan
porque se acerca un rumor esparto.
Ayer,
en la magnitud de un horizonte tardío,
vi ciertas, algunas
flores temibles.
¿Por qué
esta inmovilidad en las palabras, en los frutos y en algunas
flores lejanas?
¿Por qué,
como una virtud cansada,
se incorporan a mi pensamiento?
No sé.
Mi confusión es blanca.
Está acercándose
el instante excesivo en que he de aprender la última sabiduría.
Naturalmente,
hablo de ciencia sin argumento, hablo,
naturalmente,
del olvido.
Tú conoces quizá (pienso en tus sílabas insomnes) el nombre de las flores prendidas al crepúsculo,
semejantes
al ópalo de fuego.
Sé que, como alas de sílex, endurecen sus sépalos al insinuarse la noche y que los
abren
en la advertencia del amanecer.
Y
de los frutos olvidados:
Sé
de sus cuerpos en las alacenas y en los zaguanes y que perfuman la geometría calcinada.
Y
de las palabras:
¿Qué
son en ti y en mí
las palabras inmóviles?
Abre
tus ojos. Contéstame. No esperes a
la última
luz.
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