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En la quietud de madres inclinadas sobre el abismo.
En ciertas flores que se cerraron antes de ser abrasadas por el
infortunio, antes de que los caballos aprendieran a llorar.
En la humedad de los ancianos.
En la sustancia amarilla del corazón.
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antonio gamoneda
en la quietud de madres
de Lápidas
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