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Nos rodean animales jurídicos y presidencias blancas, tan blancas como
[los sepulcros encalados por subsecretarios muy dóciles.
Ah de los animales,
ah de las presidencias.
Ah de los sepulcros, y de los arpegios bursátiles, y de las unciones
[eclesiásticas, y de los ministerios engalanados con suicidas colgantes.
Ah
[de los cartílagos humanos ante los mostradores amarillos, y de los días
[viernes y de todos los días, y de la generación
de plusvalía y llanto.
Pensándolo bien, pensándolo,
ah también de los quirófanos, y de las hernias
[vertebrales, y de las espinas invertebradas, y de los ancianos
que se orinan, y de las cotizaciones enfermas,
y de los ictus de marzo.
Pensándolo aún más, pensándolo,
ah también de mis hijas, y de los cabellos de
[Ángeles, y de mi madre,
y de sus manos asistidas por coleópteros ciegos, y
[de las cifras del inquilinato.
Ah de las cintas doradas y de los recordatorios piadosos.
Y finalmente. Finalmente y amando,
ah del amor, ah de los anillos.
Y más finalmente aún, pulsativamente, mínimamente, apenas,
ah de mi corazón amarillo,
inútilmente
cansado.
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Nos vigilan subalternos políticos y presidencias blancas, asistidas éstas por
subsecretarios muy dóciles.
Ah de las presidencias,
ah de los subsecretarios, ah de los subalternos.
Corre-
lativamente,
ah de los arpegios bursátiles y de los sodomitas eclesiásticos y de los minis-
terios engalanados
con suicidas colgantes, ah
de los inquilinos humanos.
Pensándolo bien, pensándolo,
ah de los viernes y de los domingos, ah de los
contables ecuánimes y de las cuentas
de plusvalía y llanto.
Ah de los ancianos que se orinan,
y de las multinacionales enfermas, y de mi abuela Clara, guarnicionera, viu-
da sollozante
ante el gran panadero.
Ah
de los pensadores eméritos y de las comadronas
pretéritas.
ah de los párrocos.
Pensándolo mejor, pensándolo,
ah también de mis hijas y de sus cámaras
fértiles, y de sus hombres perdidos y de sus hombres hallados, ah de los tris-
tes húmeros de mi amor tan amado, ah
de los mendigos insolventes.
Y finalmente,
pensándolo aún mejor, ah de las manos de mi padre y de las manos de mi
madre, ambas cuatro ofrecidas a coleópteros ciegos.
Y más finalmente aún, apenas, mínimamente,
ah también de mi corazón ya amarillo,
inútilmente
cansado.
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Antonio Gamoneda
(Sin título. Del libro en curso de escritura Las venas comunales)
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