libro de los venenos
Corrupción y fábula del Libro Sexto
de Pedacio Dioscórides y Andrés de Laguna,
acerca de los venenos mortíferos
y de las fieras que arrojan de sí ponzoña
antonio gamoneda
1ª edición en la Biblioteca Sumergida 1995
Ediciones Siruela S• A 1995.1997
De los buprestes
Se les representa en el gusto a los inficionados con bu–
prestes un sabor semejante al nitro hediondo y les
aflige un dolor muy recio de vientre y de estómago, con
hinchazón de estas partes a la manera de los hidrópicos.
Además de esto, se les estira el cuero de todo el cuerpo y
se les detiene la orina. Convienen a estos pacientes todas
aquellas cosas que socorren a los que tragaron cantáridas.
Más particularmente les aprovechan los higos secos y su
cocimiento con vino. Hacen también al caso, cuando ya
el peligro afloja, los dátiles de Thebas, majados con clarea.
Es útil también cualquier género de peras y la leche humana.
La ciarea es vino blanco con miel y canela; alivia el espíritu
si se toma al amanecer.
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De los buprestes y de las orugas del pino conviene saber que
aunque tienen facultad venenosa y mortífera suele acaecer
pocas veces, y estas por gran desastre, que maten o inficionen
gravemente al hombre, porque las orugas enderezan todo su
maleficio contra los pobres pinos, y los buprestes, encubiertos
por la hierba, engañan a los bueyes inocentísimos, ya que,
tragados juntamente con ella, de tal suerte los hinchan que los
hacen reventar.
Despreció Kralevas la experiencia en cuerpos humanos
de las orugas del pino y los buprestes habiendo sabido
por palabra de campesinos que ambas especies, por sí o
najadas en vinagre, encendían la lujuria y llagaban las
entrañas, pero de manera incompleta y grosera por lo que
tocaba a la furia genital y sin que alcanzasen a dar la muerte
o en el extremo de las corrupciones interiores. Cuenta uni-
camente haber contemplado la agonía de un buey viejo y
blanco de los que se mantenían para el servicio de los sacerdotes,
y es su opinión que moría no por estar tomado del bupreste
como afirmaban los criados, sino por el exceso de yerba viciosa
que hervía en sus entrañas.
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