A uno de los muchachos, aunque es viejo ya, le siguen gustando las mujeres.
Ve sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas en telas ligeras
y observa, por separado, sus culos y sus muslos, pensativo, arrullado por sueños
porno. Pero atento al giro que da todo.
No las desea en particular, lo desea todo. Son como una relación
extática. No vayan a pensar que no hay sangre azul en la familia,
como dijo el poeta irónicamente.
Y seguidamente, se me va el pensamiento a ventanas altas
y me acuerdo de otro para el que la fortaleza y el sufrimiento del ser joven,
que no puede regresar, es para otros, intactos, en algún lugar.
Como ves, también nos entristecemos, todo no va a ser una fiesta, pero ¡vamos!
¡vamos!, nos sobran los motivos para cambiar esa actitud. Vamos a romper
los muros que se van cerrando por dentro de nosotros. Ya nos habíamos sentido así
antes.
Lo hemos pasado muy mal demasiado pronto, por los asuntos que a uno
le cuestan demasiado y a veces tenemos que gritar, no te asustes.
Es nuestra forma de vivir, no nos pidas que lo hagamos de otro modo.
¿Qué cojones hay de erróneo? Somos un pueblo roto y arderemos
en el interior de mil soles.
Tendremos el mundo en nuestros ojos, lo tendremos, porque cuando sepas, sabrás
qué es lo que lo hace girar. Si no le crees, ponte en sus zapatos, es un perdonador.
Tu personal Jesus te dice que los placeres permanecen pero también su dolor
lo hace.
Soy lo que me rodea, las mujeres comprenden esto. No se puede ser duquesa
a cien yardas de un carruaje. Lo dijo el poeta, naturalmente.
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