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Deduce mi estatura:
un palmo por encima del
idéntico perímetro craneal.
Mira si tengo bultos.
Quizá me reconozca por su nombre
y sea el de la silueta
en el diván.
Es mi padre, le hablo
de mí al borde de una orografía que
podría ser colina y de una hilera
de olivos hacia la pendiente
del horizonte. Persevero
como bien consumible
y, después, ese trozo
que nadie quiere una vez sacudido
el mantel, ni los pájaros
ni el viento,
ese trozo soy yo.
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Era cuando la espiga
iba a dar a un arroyo, a su pequeña
comunidad.
El día del entierro
de un familiar me acompañabas, Padre,
por un sendero de granito.
Repasábamos
la cepa genealógica,
la niñez de tu esposa y la ruptura
con la anterior.
Y ya no había muerto
ni tierra ni real
olor a tierra.
El paisaje,
un inventario de diminutivos.
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Carlos Pardo
El muerto y su referente
De Echado a perder, Visor, 2007
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