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CAROL ANN DUFFY
LETRAS LIBRES nº 34
JUNIO 2015
Señora Tiresias
Esto es lo que sé:
que era hombre al salir a dar la vuelta
y al regresar a casa era mujer.
Por la puerta trasera, con su palo
y el perro;
se había puesto sus shorts para el jardín,
una camisa con el cuello abierto
y un saco de tweed Harris cuyos codos yo había remendado.
Silbaba.
A él le gustaba oír
el primer cuco de la primavera,
luego escribirle al Times.
Yo, por lo general,
días antes que él,
lo oía pero nunca dije nada.
Esa mañana oí
un cuco mientras él dormía,
como también,
casi a las 6 p. m.,
la vaga insinuación de un trueno allá en el bosque
y percibí
un súbito calor detrás de las rodillas.
Ya se estaba tardando en regresar.
Me cepillaba el pelo ante el espejo
y preparaba un baño
cuando una cara
me saltó a la vista
junto a mi propia cara.
Eran los mismos ojos.
Pero en la escandalosa v de su camisa había unos senos.
Cuando dijo mi nombre con la voz de mujer, me desmayé. …
••••
Pero la vida debe continuar.
Dejé correr la voz de que él era un gemelo
y esta era su hermana
que se había venido a vivir mientras
él se encontraba fuera, trabajando.
E intenté ser amable en un principio:
le sequé el pelo a mano hasta que aprendió a hacerlo,
le presté ropa hasta que comenzó a comprar por su cuenta
y abracé, como hermana, su nueva y suave forma
[por las noches.
Entonces empezó a menstruar.
Una semana en cama,
dos doctores ahí,
tres analgésicos cuatro veces al día.
Y después
una carta
a las autoridades
donde solicitaba doce veces al año su licencia menstrual
[y con goce de sueldo.
Lo puedo ver ahora
con su rostro egoísta y desvaído mirando hacia la luna
por la pequeña ventana del baño.
La regla, me decía, la regla.
No me beses en público,
me espetó al otro día.
No quiero que la gente me tenga en un concepto equivocado.
Y la cosa empeoró. …
••••
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Después de que se fue, me lo topaba
por aquí y por allá,
entrando a restaurantes ostentosos
del brazo de hombres influyentes
–aunque estaba segura
de que nada de eso
pasaría
si llegaba a salirse con la suya–
o en la televisión,
comentando con todas las mujeres
lo mucho que él sabía, siendo también mujer,
de cómo nos sentíamos nosotras.
Su sonrisa coqueta.
Lo único que nunca
le salió era la voz.
Un durazno que escapa de su envase.
Yo apretaba los dientes. …
••••
Y este es mi amante, dije
cuando nos conocimos
en un baile de gala,
bajo las luces, entre
cristales tintineantes,
y observé la manera en que él miraba
fijamente los ojos color violeta de ella,
la lumbre de su piel,
esa lenta caricia de su mano en mi nuca,
y lo vi imaginarse
la mordida de ella,
su mordida a la fruta de mis labios,
y oír
mi grito rojo y húmedo en la noche
mientras ella lo saludaba a él
de mano y le decía Cómo estás.
Y entonces me fijé en las manos de ambos,
en cómo sus anillos relucientes y sus uñas pintadas
[chocaban entre sí.
Versión de Hernán Bravo Varela
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Mrs Tiresias
All I know is this:
he went out for his walk a man
and came home female.
Out the back gate with his stick,
the dog;
wearing his garden kecks,
an open-necked shirt,
and a jacket in Harris tweed I’d patched at the elbows myself.
Whistling.
He liked to hear
the first cuckoo of Spring
then write to the Times.
I’d usually heard it days before him
but I never let on.
I’d heard one that morning
while he was asleep;
just as I heard
at about 6pm,
a faint sneer of thunder up in the woods
and felt
a sudden heat at the back of my knees.
He was late getting back.
I was brushing my hair in the mirror
and running a bath
when a face
swam into view
next to my own.
The eyes were the same.
But in the shocking V of the shirt were breasts.
When he uttered my name in a woman’s voice I passed out.
••••
Life has to go on.
I put it about that he was a twin
and this was his sister
came down to live while he himself
was working abroad.
And at first I tried to be kind;
blow drying his hair till he learnt to do it himself,
lending him clothes till he started to shop for his own,
sisterly, holding his soft new shape in my arms all night.
Then he started his period.
one week in bed.
two doctors in.
three painkillers four times a day.
And later
a letter
to the powers-that-be
demanding full-paid menstrual leave twelve weeks a year.
I see him now,
his selfish pale face peering at the moon
through the bathroom window.
The curse, he said, the curse
Don’t kiss me in public,
he snapped the next day,
I don’t want people getting the wrong idea
It got worse.
••••
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After he left, I would glimpse him
out and about,
entering glitzy restaurants
on the arms of powerful men-
though I knew for sure
there’d be nothing of that
going on
if he had his way-
or on TV
telling the women out there
how, as a woman himself,
he knew how we felt.
His flirt’s smile.
••••
And this is my lover, I said,
the one time we met,
at a glittering ball,
under the lights,
among tinkling glass,
and watched the way he stared
at her violet eyes
at the blaze of her skin,
at the slow caress of her hand on the back of my neck;
and saw him picture
her bite,
her bite at the fruit of my lips,
and hear
my red wet cry in the night
as she shook his hand
saying How do you do;
and I noticed then his hands, her hands,
the clash of their sparkling rings and their painted nails.
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