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charles baudelaire

 

 

las flores

del mal

 

 

edición bilingüe

de Alain Verjat y Luis Martínez de Merlo

Traducción de

Luis Martínez de Merlo

UNDÉCIMA EDICIÓN

CÁTEDRA

LETRAS UNIVERSALES

Charles Baudelaire

Las flores del mal

traducción de

M. J. Santayana

 

 

Charles Baudelaire

Las flores del mal

traducción de

Pedro Provencio

 

 

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XVII

 

 

 

la beauté

 

 

Je suis belle, ô mortels! comme un rêve de pierre,

Et mon sein, où chacun s’ est meurtri tour a tour,

Est fait pour inspirer au poete un amour

Éternel et muet ainsi que la matière.

 

Je trône dans l’azur comme un sphinx incompris;

J’unis un coeur de neige à la blancheur des cygnes;

Je hais le mouvement qui déplace les lignes,

Et jamais je ne pleure et jamais je ne ris.

 

Les pöetes, devant mes grandes attitudes,

Que j’ai d’emprunter aux plus fiers monuments,

Consumeront leurs jours en d’austères études;

 

Car j’ai, pour fasciner ces dociles amants,

De purs miroirs qui font toutes choses plus belles:

Mes yeux, mes larges yeux aux clartés éternelles!

 

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XVII

 

 

la belleza

 

 

Yo soy bella, ioh mortales!, como un sueño de piedra,

y mi seno, en que todos a veces se afligieron,

para inspirar se ha hecho al poeta un amor

que igual que la materia es eterno y es mudo.

 

Yo en el azul impero, esfinge incomprendida;

un corazón de nieve junto al blancor del cisne;

detesto el movimiento que desplaza las líneas,

y nunca, nunca río; y nunca, nunca lloro.

 

Los poetas, al ver mis grandes ademanes,

que parecen prestados de edificios soberbios,

consumirán sus días en austeros estudios;

 

pues, para fascinar a estos amantes dóciles,

tengo puros espejos que hacen todo aún más bello:

¡ mis ojos, mis profundos ojos de eternas luces !

 

 

 

 

XVII

 

 

 

la belleza

 

 

Soy bella, ¡oh, mortales!, cual sueño de granito,

y mi seno, que a todos por turno dio dolor,

se hizo para inspirarle al poeta un amor

cual la materia mudo y cual ella infinito.

 

Yo reino en el azur, esfinge postergada;

mi blancura es de cisne y mi corazón, nieve;

porque enreda las líneas, odio lo que se mueve

y no río jamás, y no lloro por nada.

 

Los poetas, al ver mis gestos altaneros,

que evocan monumentos enormes y arrogantes,

consumirán sus días en estudios austeros;

 

pues, para fascinar tan dóciles amantes,

tengo, puros espejos que hacen las cosas bellas,

¡mis grandes ojos, fúlgidos como eternas estrellas!

 

 

 

 

XVII

 

 

la belleza

 

 

 

Soy hermosa, ¡oh mortales!, como un sueño de piedra,

y mi pecho, donde nadie se libra de estrellarse,

está hecho para inspirar al poeta

un amor eterno y mudo igual que la materia.

 

Yo domino en el cielo como esfinge enigmática,

reúno en mí un corazón de nieve y la blancura de los cisnes

odio la agitación que quiebra las líneas

y nunca lloro y nunca río.

 

Los poetas, ante mis poses solemnes,

que parecen copiadas de los más altivos monumentos,

consumirán sus días en austeros estudios;

 

pues, para fascinar a estos amantes dóciles,

tengo puros espejos gracias a los que todo es más hermoso:

¡mis ojos, mis grandes ojos de fulgores eternos!

 

 

 

 

 

XVII

 

 

la belleza

 

 

Yo soy bella, ¡oh mortales! , como un sueño de piedra.
Mi seno -donde el hombre se desangra y expira-
Mudo, infinito amor al poeta le inspira,
Coronada de rosas lo mismo que de yedra.

Campea en el azul -esfinge impenetrable-:
Bajo alburas de cisne llevo un alma de nieve;
Odio los movimientos que las líneas remueve;
Lo mismo ignoro el llanto que la risa inefable.

Los poetas, absortos frente a mis actitudes
-Que asumidas parecen de altivas magnitudes-
Consumirán sus días sondando las edades;

Que tengo para embrujo de amadores tan fieles,
-Espejos que trasmutan las guijas en joyeles-
Mis ojos, grandes ojos, de eternas claridades.

 

 

[versión de Carlos López Narváez]

 

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XVII

 

 

la belleza

 

 

Bella soy, ¡oh mortales!, como un sueño de piedra,
y mi seno, que a todos siempre ha martirizado,
para inspirar amor a los poetas medra
a la materia igual, inmortal y callado.

En el azul impero, incomprendida esfinge;
al blancor de los cisnes uno un corazón frío;
detesto el movimiento que a las líneas refringe,
y nunca lloro como jamás tampoco río.

Los poetas, al ver mis grandes ademanes,
que parecen prestados de altivos edificios,
consumirán sus días en austeros afanes;

Pues, para fascinar a amantes tan propicios,
tengo puros espejos que hacen las cosas bellas:
¡mis ojos, tan profundos, como eternas centellas!

 

[versión de Ignacio Caparrós]

 

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