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charles baudelaire

 

 

 

las flores

 del mal

 

 

edición bilingüe

de Alain Verjat y Luis Martínez de Merlo

Traducción de

Luis Martínez de Merlo

UNDÉCIMA EDICIÓN

CÁTEDRA

LETRAS UNIVERSALES

Charles Baudelaire

Las flores del mal

traducción de

M. J. Santayana

 

 

Charles Baudelaire

Las flores del mal

traducción de

Pedro Provencio

 

 

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XXV

 

 

 

Tu mettrais l’univers dans ta ruelle,

Femme impure! l!ennui rend ton ame cruelle.

Pour exercer tes dents a ce jeu singulier,

n te faut chaque jour un creur au ritelier.

Tes yeux, illuminés ainsi que des boutiques,

Et des ifs flamboyants dans les fetes publiques,

Usent insolemment d’un pouvoir emprunté,

Sans connaitre jamais·la loi de leur beauté.

 

Machine aveugle et sourde, en cruautés féconde! 

Salutaire instrument, buveur du sang du monde,

Comment n’as-tu pas honte et comment n’as tu pas

Devant rous les miroirs vu pllir tes appas?

La grandeur de ce mal o u tu te crois savante

Ne t’a done jamais fait reculer d’épouvante,

Qyand la Nature, grande en ses desseins cachés,

De toi se sert, 6 femme, 6 reine des péchés,

-De toi, vil animal, -pour pétrir un génie?

 

Ó fangeuse grandeur! Sublime ignominie!

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XXV

 

 

¡ El universo entero pondrías en tu alcoba,

mujer impura! Vuelve cruel a tu alma el hastío !

Para ejercer tus dientes en ese extraño juego,

necesitas comerte al día un corazón.

Tus ojos, encendidos lo mismo que las tiendas

y cual las luminarias de los festejos públicos,

usan con insolencia de una fuerza prestada,

sin conocer jamás la ley de su belleza.

 

iMáquina ciega y sorda, en crueldades fecunda!

Saludable instrumento que al mundo sangre bebe,

¿cómo no te avergüenzas y no has visto delante

de todos los espejos palidecer tu encanto?

¿La grandeza del mal del que te crees tú sabia

retroceder de horror no te ·hizo nunca, cuando

Naturaleza, grande en sus planes ocultos,

mujer, de ti se vale, reina de los pecados,

-vil animal, de ti- para formar a un genio?

 

iOh fangosa grandeza! iOh ignominia sublime!

 

 

 

 

XXV

 

 

En tu calleja el mundo entero meterías,

¡hembra impura! Eres cruel cada vez que te hastías.

Cada día precisa tu tenaz mordedura

un corazón uncido al potro de tortura.

Tus ojos, alumbrados al igual que bazares

o cipreses que arden sobre los bulevares,

se sirven insolentes de una prestada alteza

sin conocer jamás la ley de su belleza.

 

¡Máquina ciega y sorda que en el mal te ejercitas!

Saludable instrumento que de sangre te ahítas,

¿cómo no te avergüenzas ni acaso puedes ver

en todo espejo tu beldad palidecer?

La grandeza del mal del que conoces tanto,

¿no te ha hecho jamás retroceder de espanto,

cuando Natura, grande en designios velados,

de ti se sirve, ¡oh, hembra, reina de los pecados!,

para moldear un genio de ti, vil animal?

 

¡Oh sublime ignominia, grandeza del fangal!

 

 

 

 

 

XXV

 

 

¡Meterías en tu alcoba el universo entero,

mujer impura! El hastío hace tu alma cruel.

Para que se ejerciten tus dientes en ese juego insólito,

cada día necesitas un corazón en tu pesebre.

Tus ojos, alumbrados igual que escaparates

y que las luminarias rutilantes de los festejos públicos,

ejercen con insolencia un poder que no es suyo,

sin conocer jamás la ley de su belleza.

 

¡Máquina ciega y sorda, en crueldades fecunda!

Mediadora salvífica, que bebes la sangre del mundo,

¿cómo no te avergüenzas, y cómo aún no has visto

en todos los espejos palidecer tu encanto?

La magnitud del mal en el que te crees sabia

¿nunca te ha provocado un rechazo de espanto,

cuando la naturaleza, grande en sus planes ocultos,

se sirve de ti, oh mujer, oh reina de los pecados,

-de ti, vil animal-, para dar forma a un genio?

 

¡Oh cenagosa grandeza! ¡Sublime ignominia!

 

 

 

 

XXV

 

 

Quisieras ver al mundo morir en tu calleja;

el hastío a tu alma la crueldad aconseja,

¡hembra impura! y tu sed insaciable querría

beber el corazón de un hombre cada día.

Tus ojos, encendidos en la humana miseria,

son públicos garitos o barracas en feria

y usan del resplandor que les da la impureza

sin conocer jamás la ley de su belleza.

 

Máquina sorda y ciega, despreciable instrumento

bebedora de sangre, dadora de tormento,

¿no mueres de vergüenza y no ves con espanto

en cada nuevo espejo disminuir tu encanto?

La grandeza del mal que te tiene embargada,

dime, ¿no te ha hecho nunca recular espantada,

cuando el destino, en sus designios ignorados,

se sirve, uniendo el fuego de todos tus pecados.

para amasar un genio de ti, vil animal?

 

¡Oh sublime ignominia! ¡Oh, resplandor del mal !

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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