charles baudelaire
los ciegos
poema número 92 de Las flores del mal
edición de 1861
Tableaux Parisiens
Les Aveugles
Contemple-les, mon âme ; ils sont vraiment affreux!
Pareils aux mannequins ; vaguement ridicules;
Terribles, singuliers comme les somnambules;
Dardant on ne sait où leurs globes ténébreux.
Leurs yeux, d’où la divine étincelle est partie,
Comme s’ils regardaient au loin, restent levés
Au ciel ; on ne les voit jamais vers les pavés
Pencher rêveusement leur tête appesantie.
Ils traversent ainsi le noir illimité,
Ce frère du silence éternel. O cité!
Pendant qu’autour de nous tu chantes, ris et beugles,
Eprise du plaisir jusqu’à l’atrocité,
Vois, je me traîne aussi ! mais, plus qu’eux hébété,
Je dis : Que cherchent-ils au Ciel, tous ces aveugles?
•
Míralos, alma mía; son en verdad horrendos,
muñecos, parecieran; vagamente ridículos;
extraños y terribles, igual que los sonámbulos,
apuntan no sé a dónde sus tenebrosas órbitas.
Sus ojos que la chispa divina ha abandonado
aún se alzan al cielo, como si escrutaran
el horizonte; y nunca los vemos, soñadores,
inclinar la cabeza abrumada hacia el suelo.
Atraviesan así la negrura infinita,
hermana del silencio. ¡Oh ciudad! Mientras vos
cantás, reís, gritás, en torno de nosotros,
rendida ante el placer hasta la atrocidad,
yo me arrastro como ellos, pero más aturdido
me pregunto: ¿Qué buscan los ciegos en el Cielo?
[traducción de ezequiel zaidenwerg]
•
¡Contémplalos, alma mía; son verdaderamente horrorosos!
Semejantes a los maniquíes; vagamente ridículos;
terribles, singulares como los sonámbulos;
lanzando no se sabe dónde sus globos tenebrosos.
Sus ojos, de donde la divina chispa ha partido,
como si miraran a lo lejos, permanecen levantados
al cielo; nadie les vio jamás hacia los suelos
inclinar soñadoramente su cabeza cansada.
Atraviesan así el negro ilimitado,
este hermano del silencio eterno. ¡Oh, ciudad,
mientras que a nuestro alrededor cantas, ríes y bramas,
enamorada de placer hasta la atrocidad!
Mira, yo me arrastro también, pero, más que ellos embrutecido,
digo: ¿Qué buscan en el cielo todos esos ciegos?
[Ediciones 29]
•
comentario anónimo:
La figura de los ciegos tiene un doble mensaje: por un lado los elige para retratar a personajes separados y olvidados por la sociedad,
lo cual hace en gran parte de Las Flores del mal.
Por otro lado, son un símbolo de los hombres insensibles, a los cuales Baudelaire desprecia.
La siguiente estrofa habla de aquellos que ya perdieron toda capacidad de sorprenderse, de soñar, y viven sin sentir curiosidad
Sus ojos, de donde la divina chispa ha partido.
Como si miraran a lo lejos, permanecen elevados
Hacia el cielo; no se les ve jamás hacia los suelos
Inclinar soñadores su cabeza abrumada.
Ademas se relaciona con el poema El amor del engaño, específicamente con la quinta estrofa:
Yo se que existen ojos melancólicos ,fríos,
que no guardaron nunca secretos ni anhelos;
como estuches sin joyas, relicarios vacíos,
¡vacíos y profundos como los mismos cielos!
y también con el poema la Danza Macabra, donde dice:
Guapos galanes, pese al polvo y la pomada
todos oléis a muerto ¡oh cadáveres vivos!
Se observa también un Contraste entre el bullicio
de la ciudad con el silencio y la soledad que caracteriza a los ciegos.
•
¡Contémplalos, oh alma; son de cierto espantosos!
Vagamente ridículos; maniquíes noctámbulos;
terribles, singulares igual a los sonámbulos,,
fijan quien sabe dónde sus globos tenebrosos.
Sus ojos, de que huyó la centella divina,
como si algo miraran en lo lejano, al cielo
se alzan siempre; jamás su cabeza se inclina
para buscar, pesada por el ensueño el suelo.
Y atraviesan así lo negro ilimitado,
hermano del silencio infinito, oh ciudad,
mientras que cantas, muges, ríes en tu desvelo
prendada del placer hasta la atrocidad,
mira: ¡también me arrastro! Pero más atontado,
«¿Qué buscan -me pregunto- los ciegos en el cielo?»
[Traducción de Nydia Lamarque]
•
¡Míralos, alma mía; son realmente horribles!
Parecen maniquíes; vagamente ridículos;
terribles, singulares, igual que los sonámbulos;
lanzando no sé a dónde sus globos tenebrosos
sus ojos, por la chispa divina abandonados,
igual que si mirasen lejos, alzados quedan
al cielo; no les vemos nunca hacia el pavimento
inclinar, soñadores, su cabeza pesada.
De este modo atraviesan lo negro ilimitado.
Hermano del eterno silencio. ¡Oh tu, ciudad!
Mientras tú, en torno nuestro, cantas, bramas, ríes,
hasta la atrocidad prendada del placer,
¡mira! También me arrastro, pero, más torpe que ellos,
en el cielo estos ciegos -me digo yo- ¿qué buscan?.
[traducción de Luis Martínez de Merlo]
•
¡Míralos, alma, son en verdad espantosos!
Vagamente ridículos, maniquíes noctámbulos;
terribles, singulares, igual a los sonámbulos,
fijan quién sabe en dónde sus ojos tenebrosos.
Sus ojos, de que huyó la centella divina,
como si algo miraran en lo lejano, al cielo
se alzan siempre; jamás su cabeza se inclina
para buscar, cargada de visiones, el suelo.
Él atraviesa así la negra inmensidad,
hermano del silencio infinito. ¡Oh ciudad!,
mientras en torno cantas, ríes sin un anhelo
generoso, aturdida, de placer embriagada,
¡mira!, también me arrastro, el alma desolada,
me digo: «¿Qué buscan los ciegos en el cielo?»
[no consta el traductor]
•
¡Contémplalos, oh alma; son de cierto espantosos!
Vagamente ridículos; maniquíes noctámbulos;
terribles, singulares igual a los sonámbulos,,
fijan quien sabe dónde sus globos tenebrosos.
Sus ojos, de que huyó la centella divina,
como si algo miraran en lo lejano, al cielo
se alzan siempre; jamás su cabeza se inclina
para buscar, pesada por el ensueño el suelo.
Y atraviesan así lo negro ilimitado,
hermano del silencio infinito, oh ciudad,
mientras que cantas, muges, ríes en tu desvelo
prendada del placer hasta la atrocidad,
mira: ¡también me arrastro! Pero más atontado,
«¿Qué buscan -me pregunto- los ciegos en el cielo?»
[no consta el traductor]
•
Míralos, alma mía; son en verdad horrendos,
muñecos, parecieran; vagamente ridículos;
extraños y terribles, igual que los sonámbulos,
apuntan no sé a dónde sus tenebrosas órbitas.
Sus ojos que la chispa divina ha abandonado
aún se alzan al cielo, como si escrutaran
el horizonte; y nunca los vemos, soñadores,
inclinar la cabeza abrumada hacia el suelo.
Atraviesan así la negrura infinita,
hermana del silencio. ¡Oh ciudad! Mientras
cantas, ríes, gritas, en torno de nosotros,
rendida ante el placer hasta la atrocidad,
yo me arrastro como ellos, pero más aturdido
me pregunto: ¿Qué buscan los ciegos en el Cielo?
[Traducción de Vicente J. Morales]
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