Charles Simic
THE WORLD DOESN’T END
PROSE POEMS
A HARVEST BOOK
HARCOURT BRACE & COMPANY
San Diego New York London
De nada puedo ver el todo
Blog de Carmen Anisa
En sus memorias, Una mosca en la sopa, Charles Simic define la poesía como “la serenata del gato bajo la ventana de la habitación donde se escribe la versión oficial de la realidad”. El poeta “se ve empujado a decir la verdad”, pero existen distintas formas de percibirla:
El consejo del realista es “abre los ojos y mira. Los defensores de la imaginación aconsejan: “cierra los ojos para ver mejor”. Hay una verdad que se percibe con los ojos abiertos y otra a la que se accede con los ojos cerrados y a veces estas dos verdades no se reconocen cuando se cruzan por la calle.
El mundo no se acaba es una muestra de la otra verdad vista con la lucidez de los ojos cerrados.
Basta con adentrarse en ese camino paralelo. Nada habrá cambiado cuando salgamos a la superficie; el mundo continuará siendo ese incomprensible lugar donde los seres humanos viven, aman, mueren, trazan los más elevados sistemas filosóficos, las grandes obras de ingeniería, los más sofisticados artilugios en nombre del progreso o para matarse unos a otros. Nada habrá cambiado pero sentiremos que hemos asistido a un espectáculo excepcional y desearemos volver a comprar la entrada para que el mundo siga existiendo.
historia de una edición
No es la primera vez que se edita en español The World Doesn’t End (1989), obra clave de Charles Simic, con la que obtuvo el Premio Pulitzer de poesía en 1990.
La editorial DVD la publicó en 1999 con el título El mundo no se acaba y otros poemas, una edición de Mario Lucarda. La editorial Vaso Roto ha rescatado las versiones de Jordi Doce, revisadas con el rigor y la sabiduría artística a las que Doce nos tiene acostumbrados.
Muchos conocimos la poesía de Simic gracias a la antología Desmontando el silencio, (Ayuntamiento de Lucena, 2004), edición bilingüe del propio Doce.
El mundo no se acaba pertenece a la segunda etapa de Charles Simic en la que hay “un rechazo de la tentación del silencio y una voluntad de ingreso en la multiplicidad caótica del mundo”. En el libro se agrupan materiales que Simic había ido acumulando hasta convertir El mundo no se acaba en una obra trascendental en su trayectoria poética. La concisión y el minimalismo dan paso al relato en prosa de un instante, a veces terrible, otras oscuro o enigmático, pero siempre visto desde una distancia que le permite a Simic tratar lo trascendente con humor e ironía, como si nada tuviera especial importancia, pero a su vez todo fuera digno de atención, de quedar plasmado en un poema. El poeta se coloca del lado del lector y le invita a contemplar otra realidad, la de la imaginación, la de los ojos cerrados. Por eso cada página de El mundo no se acaba nos trae una sorpresa, y algunas se quedan para siempre grabadas en nuestra retina.
Escribe Simic en Una mosca en la sopa:
El anhelo secreto de la poesía es detener el tiempo. Rescatar un instante, un rostro, un estado de ánimo un árbol y tomar una fotografía mental de ese momento en que el lector se reconoce a sí mismo. Los poemas son instantáneas de otras personas en las que nos reconocemos a nosotros mismos.
Charles Simic en Una mosca en la sopa nos recuerda que “los poetas líricos perpetúan los valores más antiguos de la tierra”, y nos lanza una pregunta ¿y si los poetas “fueran capaces de transmitir el sentimiento de un periodo histórico mejor que nadie?”:
Además uno querría decir algo sobre los tiempos en los que vive. Toda época tiene sus injusticias y sus sufrimientos desmedidos, y la nuestra no es ni mucho menos una excepción.
Los poemas en prosa que integran El mundo no se acaba están agrupados en tres secciones y cada una finaliza con un breve y enigmático poema.
El que cierra la primera parte es “Lección de historia”. Desde la imagen del primer poema “Mi madre era una trenza de humo negro”, que remite a los recuerdos de la primera infancia del poeta y a los bombardeos de Belgrado en la Segunda Guerra Mundial, vamos a adentrarnos en ese otro lado de la historia, la de aquellos que nunca fueron dignos de ser cantados en un verso:
My mother was a braid of black smoke.
She bore me swaddled over the burning cities.
The sky was a vast and windy place for a child to play.
We met many others who were just like us.
They were trying to put on their overcoats
with arms made of smoke.
The high heavens were full of little shrunken
deaf ears instead of stars.
Escalígero palidece mortalmente al ver un
berro. Ticho Brahe, famoso astrónomo, se desmaya
al ver un zorro enjaulado. María de Médicis se marea
súbitamente al ver una rosa, hasta en pintura. Mis
antepasados, entretanto, comen repollo. Remueven
el cazo buscando una pezuña de cerdo que no existe.
El cielo es azul. El ruiseñor canta en un soneto
renacentista, e inmediatamente alguien se va a la cama
con un dolor de muelas.
Un soldado napoleónico sigue recorriendo el mundo con su pelo de metro y medio de largo, cruzándose con ejércitos que van de un lado a otro, los inviernos duran a veces cien años y hay siglos que se van al garete. Por allí aparecen seres alucinados, como “los maestros en el arte de la levitación”, que flotan sin rumbo “sobre las oscuras copas de los árboles” y no se sabe si duermen o piensan; la rubia cenicienta que se creía muerta, o la pequeña Emily y su cementerio de Equis:
Historias de fantasmas escritas como ecuaciones
algebraicas. La pequeña Emily está muy asustada
junto a la pizarra. Las Equis parecen un cementerio de
noche. El maestro quiere que husmee entre ellas con
una tiza. Todos los niños contienen el aliento. La tiza
blanca lanza un chillido entre los signos más y menos,
y luego vuelve la calma.
La segunda parte del libro se inicia con la imagen de la muñeca de porcelana que el mar ha llevado hasta una playa gris: “Uno quisiera saber su historia: Uno quisiera inventarla, inventar muchas historias”.
Historias como las de los ángeles de la guarda que nos abandonan porque tienen miedo de la oscuridad, o la del chico que saca su lengua roja en una pintura demasiado negra.
Bisabuelas convertidas en gallinas gigantes, un pulgar que se va de aventura, perros con alma que imaginan ciudades para poder perderse en ellas, hombres que llaman a sus perros Rimbaud y Hölderlin y hablan con frases de Sócrates: “La vida no examinada no merece ser vivida”.
La filosofía se mezcla con escenas de Nueva York, donde personajes solitarios podrían haber sido pintados por Edward Hopper; de este modo el poema “Querido Friedrich, el mundo sigue siendo falso, cruel, hermoso…”, nos muestra la escena del chino de una tintorería que hojea un libro escrito en un idioma que desconoce, mientras espera a la hija que viste falda corta y le trae la cena.
Y una gótica imagen surrealista como la del muerto que baja del cadalso con su cabeza bajo el brazo termina mezclándose con el río de Heráclito:
Qué tranquilo es el mundo. Uno puede oír el
viejo río, que en su confusión a veces se olvida y fluye
hacia atrás.
“Evangelio”, un poema breve, cuyas primeras palabras nos recuerdan el famoso verso de Dante, cierra esta segunda sección; pero el camino de la vida se ha convertido ahora en “ningún sitio”:
A medio camino de ningún sitio…
me pareció que oía
repicar las campanas,
al ciego de la esquina
gritar mi nombre.
La tercera parte de El mundo no se acaba nos ofrece otro puñado de instantáneas como la del poeta menor que busca sus poemas en cajones, el travestí negro vestido de debutante o la pareja que pasa “una semana de vacaciones en un pisapapeles de cristal comprado en Coney Island”.
Hay lugares como “Ningún Sitio, que es un pueblo como cualquier otro”, ovnis que se llevan a la gente de paseo o chicas que sueñan con ser estrellas de la música country.
Junto a ellos aparece la figura de André Breton, un tributo al poeta surrealista en un retrato del sueño americano:
Mi padre amaba los extraños libros de André
Breton. Solía alzar su copa de vino y brindar por
aquellas remotas veladas en las que “las mariposas
formaban una larga cinta continua”. O salíamos
a mear al callejón de atrás y decía: “He aquí unos
prismáticos para ojos vendados”. Vivíamos en un
edificio ruinoso que olía a casa de viejos con mascota.
“Flotando al borde del abismo, impregnados del
perfume de lo prohibido”, nos turnábamos para cortar
la salchicha ahumada bajo la mesa. “Me encanta
América”, nos decía. Íbamos a ganar un millón de
dólares fabricando objetos que habíamos visto en
sueños aquella noche.
la serenata del gato bajo la ventana
En Una mosca en la sopa, Charles Simic ha escrito lo que podría denominarse su poética:
La mayor parte del tiempo uno no tiene ni idea de lo que hace. Las palabras hacen el amor en la página como moscas en el calor del verano, y el poema se debe tanto a la casualidad como a la intención. Probablemente incluso más.
Con humor y distanciamiento irónico, Simic reelabora la concepción platónica de la poesía; sólo que aquí las musas y la inspiración se han convertido en la casualidad que lleva a las palabras a unirse y separarse como las moscas. Pero el poeta mueve también las manos para ahuyentarlas y volverlas a reunir, trazando los caminos invisibles de la belleza y la emoción artística. El mundo no se acaba termina con este breve y enigmático poema:
Mi identidad secreta es
El cuarto está vacío
y la ventana abierta
Cuando cierro este álbum de instantáneas imagino que bajo esa ventana abierta el gato seguirá cantando su serenata y nuestra vida continuará siendo “¡(…) un bello misterio a punto de ser comprendido, siempre a punto!”
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CONTENTS
PART I
My mother was
Scaliger turns deadly
I was stolen
It’s a store
She’s pressing me
We were so poor
I am the last
Everybody knows the
He held the Beast
It was the epoch
Ghost stories written
In the fourth year
The city had fallen
I Played in the Smallest Theatres
The stone is
They wheeled out
Lover of endless
The flies
History Lesson
PART II
The hundred-year-old
In a forest of
Everything’s foreseeable
He calls one dog
A dog with a soul
Time— the lizard
Margaret was copying
A poem about sitting
Dear Friedrich
Tropical luxuriance
The clouds told him
Are Russian cannibals
An actor pretending
The dead man
My guardian angel
The dog went
Things were not
A hen larger
The old farmer
The rat kept
O witches, O poverty
Once I knew
The ideal spectator
Thousands of old men
My thumb is
Gospel… so
PART III
A century
A black child
Police dogs
Ambiguity created by
The time of minor poets
At least four
Comedy of errors
The fat man
A week-long holiday
Lots of people
O the great God
I knew a night owl
My father loved
An arctic voyager
All this gets us
From inside the pot
Where ignorance
He had mixed up
Someone shuffles
A much dwindled
My Secret Identity Is
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Charles Simic, El mundo no se acaba, edición bilingüe de Jordi Doce, Vaso Roto Ediciones,
Madrid, 2013.
–Una mosca en la sopa, traducción de Julio Blasco, Vaso Roto Ediciones,
Madrid, 2010.
•
A ver, Master, esta entrada se ve como dios manda
o parchea y juega y se oculta, que es lo propio de las
cosas, como nos está enseñando el bueno de Simic.
Gracias
Narciso
Bueno, es un formato normal, es el formato sencillo.
Tampoco nos vamos a quitar libertad a la hora de editar.
Simplemente es jugar con las columnas para poder poner un tope a la izquierda,
que haga que en los móviles se vea todo bien. Es que no hay plugin que valga si no hacemos esto.
Dios y sus uniformes.
Pero bueno, creo, que el 90 por ciento del blog es
perfectamente legible en el móvil, que no es poco.
abrazo
Ángel
Bueno si quiere poner las columnas a la derecha , también se puede, de manera que se lea
en el móvil también….Voy a ello.
Ángel
Ahora hay división hasta cinco columnas.
De manera que si quiere libertad de edición hay que jugar con ellas,
si acaso, dependiendo de dónde quiera colocar el texto,
correr a la derecha uno o dos espacios el texto, nada más,
porque no sea todo demasiado cartesiano.
Seguimos teniendo la misma libertad
abrazo
Ángel
Okis, creo que me voy enterando de la polka,
Gracias
Narciso