charlessimicelmu
ndonoseacaba
vaso roto ediciones
traducción de jordi doce
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La ambigüedad creada por una creciente
incertidumbre de los antecedentes nos dio la
bienvenida.
«El arte de hacer dioses», rezaba el anuncio.
Nos dieron cubos de barro y nos mostraron una
«carta estelar. «Al Minotauro no le gusta que se silbe»,
susurró alguien, así que reanudamos nuestra tarea en
silencio.
Clases nocturnas. El cielo como el espejo de una
belleza muerta para hacer de modelo. La saliva del
portador de la plaga de la melancolía para mantenerlo
pegado.
Ambiguity created by a growing uncertainty of
antecedents bade us welcome.
‘The Art of Making Gods’ is what the
advertisement said. We were given buckets of mud
and shown a star atlas.’The Minotaur doesn’t like
whistling,’ someone whispered, so we resumed our
work in silence.
Evening classes. The sky like a mirror of a dead
beauty to use as a model. The spit of melancholia’s
plague carrier to make it stick.
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La era de los poetas menores se acerca. Adiós
Whitman, Dickinson, Frost. Bienvenidos aquellos
cuya fama jamás traspasará la frontera de vuestros
familiares cercanos, y tal vez un par de buenos amigos
congregados después de la cena ante una jarra de
áspero vino tinto… mientras los niños se caen de sueño
y se quejan del ruido que haces al revolver los cajones
buscando tus viejos poemas, temeroso de que tu
mujer los haya tirado a la basura después de la última
limpieza general.
Está nevando, dice alguien que se ha asomado.
La oscuridad de la noche, pero también él se vuelve
lucia ti mientras te preparas para leer, con gesto algo
teatral y las mejillas enrojecidas, ese largo y divagante
poema de amor cuya estrofa final (que desconoces) se
ha perdido sin remedio.
Sobre un poema de Aleksandar Ristovic
The time of minor poets is coming. Good-by
Whitman, Dickinson, Frost. Welcome you whose
fame will never reach beyond your closest family, and
perhaps one or two good friends gathered after dinner
over a jug of fierce red wine… while the children are
falling asleep and complaining about the noise you’re
making as you rummage through the closets for your
old poems, afraid your wife might’ve thrown them out
with last spring s cleaning.
Its snowing, says someone who has pecked into
the dark night, and then he, too, turns towards you as
you prepare yourself to read, in a manner somewhat
theatrical and with a face turning red, the long
rambling love poem whose final stanza (unknown to
you) is hopelessly missing.
After Aleksandar Ristovic
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Ο
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