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Una primera dificultad es que no sabemos [y nunca lo sabremos] si nos mira ella
o solamente el piloto automático de su belleza, programado para mostrarnos un
panorama de mujer, ya sea simple —instantáneo como un autógrafo—; o acompañado
de un breve paseíllo sin pasodoble.
¿Debería enseñarnos su razón fúnebre o su prótesis incolora o su retal de sotana
además de tanto color que la dispersa y la mimetiza y —por decirlo así— le quita
individualidad? Mmmm… se trata de un asunto delicado.
Lleva el pelo suelto pero sin aspavientos, y nos mira en directo, con los ojos azules
nublados de verde, o al revés, y nos mira sobre todo con la boca, adelantada y quedona.
Ah, no queremos desactualizar a esta hermosa muchacha, sino solamente mirarla y
estar de acuerdo y seguir nuestro camino; pero tampoco queremos apreciar con prisa
esta belleza que nos quita la respiración para volver enseguida a casa, a dar de comer
a las tortugas: puede tratarse de una mujer hermosa pero atascada o, más simplemente,
feliz, feliciana, cuando sabemos que de la gente tontamente feliz sólo se puede esperar
una barbacoa o un mambo.
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