denise levertov

 

recuerda a paul celan


traducción y comentario: Marcelo Pellegrini

 

 thinking about paul celan

 

Saint Celan,
stretched on the cross
of survival,

pray for us. You
at last could endure
no more. But we 

live and live,
blithe in a world
where children kill children. 

We shake off
the weight of
our own exemption, 

we flourish,
we exceed
our allotted days. 

Saint Celan,
pray for us
that we receive

at least a bruise,
blue, blue, unfading,
we who accept survival. 

 

* * *

 

 pensando en paul celan

 

 

San Celan,
estirado en la cruz
de la supervivencia, 

ruega por nosotros. Tú
que finalmente no pudiste
resistir más. Pero nosotros 

vivimos y vivimos,
alegres en un mundo
donde los niños matan niños. 

Nos sacudimos
del peso de
nuestra propia exención, 

florecemos,
sobrepasamos
nuestros días asignados. 

San Celan,
ruega por nosotros
por que recibamos 

al menos una herida,
azul, azul, imborrable,
nosotros que aceptamos la supervivencia.

 

 

* * *

 

 

 

 

 


 

 

comentario

 

 

Denise Levertov (Essex, Inglaterra, 1923- Seattle, Estados Unidos, 1997) dejó al momento de morir cuarenta poemas inéditos que formarían un conjunto que ella no pudo ordenar.

Ese libro vio la luz bajo el título This great unknowing: last poems (Esta gran inconsciencia: últimos poemas); la expresión, proveniente de uno de los poemas contenidos ahí, titulado «Translucence» («Translucidez»), designa el estado «ausente» y lleno de luz (translúcido) que muestran las personas que reciben la visita de lo sobrenatural, pero también se refiere a las lámparas y biombos japoneses que permiten el paso de la luz sin revelar la forma de los objetos que cubren.

A pesar de no ser una compilación revisada por su autora (su título tampoco fue decidido por ella) podemos ver ahí la extraordinaria fuerza de su cuidadoso oficio, ese mismo que la llevó a ser considerada como una de las poetas en lengua inglesa más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

El poema transcrito aquí es el penúltimo del libro, y se centra en la figura de Paul Celan, poeta que para muchos se ha transformado en sinónimo de supervivencia.

Levertov sabía eso muy bien, pero yo sospecho que su texto posee muchas más implicaciones que las del homenaje que, ciertamente, es. «Pensando en Paul Celan» es testimonio de una cercanía mayor que la anglonorteamericana sentía con el poeta de lengua alemana por motivos más profundos; éstos yacen bajo las palabras de este breve poema, y tienen que ver con la biografía de ambos autores, sus orígenes y destinos.

Me permitiré enumerar en esta nota los que a mí me parecen más significativos.

 

Ambos poetas eran contemporáneos. Celan nació en 1920 en la Bukovina, provincia del imperio Austro-Húngaro que dos años antes había pasado a formar parte de Rumania y que sufrió sucesivas ocupaciones por parte de los ejércitos nazis y estalinistas. Czernowitz, la ciudad donde nació el poeta, pertenece ahora a la república de Ucrania.

Levertov nació en el otro extremo de Europa, en el condado de Essex, Inglaterra, en 1923.

Los padres de Celan, judíos de Centro-Europa cuya lengua materna era el alemán, pertenecían a familias de origen vienés.

El padre de Levertov era judío ruso, convertido a la religión anglicana, que se casó con una mujer galesa.

La madre de Celan, Friedericke Schrager, fue la gran aliada y promotora de la vocación literaria de su hijo.

Beatrice Levertoff se convirtió en la impulsora del temprano interés de su hija Denise en los libros, las historias y la poesía.

 

Durante la Segunda Guerra Mundial, los padres de Celan fueron deportados por los nazis a un campo de concentración en Ucrania con ayuda del ejército rumano, famosamente antisemita. Allí encontraron la muerte lejos de su hijo, herida que éste nunca pudo cerrar.

Los padres de Levertov, que vivían en Varsovia al inicio de la Primera Gran Guerra, fueron deportados a varios países, sufrieron arrestos domiciliarios en Alemania antes de volver a Inglaterra, y soportaron los bombardeos alemanes a Londres durante el segundo conflicto europeo.

Beatrice Levertoff dedicó buena parte de sus esfuerzos a buscar familia para los niños judíos huérfanos que llegaban a Inglaterra desde Europa central como parte de un programa del gobierno británico.

Levertov y Celan, después de la guerra, dejaron sus lugares de origen y residieron en esa extraña patria llamada exilio.

Ella se quedó en el ámbito de lengua inglesa al vivir en Estados Unidos.

Él hizo de París su hogar; fue ahí donde se casó, fue padre, enseñó lengua alemana y escribió una abundante obra.

 

Finalmente, ambos variaron sus apellidos: Paul Antschel, en sus años de residencia en Rumania, hizo un anagrama de su nombre en el que la ortografía y la fonética tuvieron mucho que ver; Antschel era pronunciado «Anchel» en rumano, y se escribía «Ancel». Una inversión de esas letras quedó en Celan, nombre inexistente cuyo origen es el territorio de la lengua, el único que realmente le perteneció.

Denise Levertoff varió levemente su apellido, quedando en Levertov. Ambos poetas, así, aunque con diferente intensidad, oficiaron el bautizo de sí mismos.

 

Paralela a todas estas vicisitudes, la afinidad mayor: la vocación por la poesía, el amor a los libros, que en ambos se manifestó desde temprana edad.

A lo largo de sus vidas, mantuvieron con las palabras la misma relación que tienen con ellas los niños: cada una era, en realidad, un oficio de nombramiento, especies de un mundo imaginario fundado en el asombro. Los dos poetas crecieron en un ámbito que estimuló ese apego.

En su breve y magistral discurso de Bremen, Celan dijo que provenía de una tierra donde los hombres y los libros convivían armoniosamente, palabras que pueden aplicarse también a la escritora anglonorteamericana.

 

A pesar de que no se conocieron, Levertov y Celan hallaron el cristal de su encuentro poco antes de que ella muriera. En abril de 1970, como se sabe, Celan puso fin a su vida arrojándose al Sena luego de sufrir una profunda crisis nerviosa, la última de las muchas que tuvo.

Ella siguió viviendo y con el tiempo conoció la poesía de su oculto contemporáneo.

Uno de los libros que quizás la ayudaron a enterarse mejor los detalles de la vida de Celan fue el notable estudio crítico-biográfico Paul Celan: poet, survivor, jew (Paul Celan: poeta, sobreviviente, judío), de John Felstiner(1). El extenso y detallado recorrido por la vida y la obra de poeta europeo que ese libro entrega se convirtió rápidamente en lectura obligada para los interesados en su obra, y es hasta el día de hoy el mejor recuento de su mundo real e imaginario en cualquier idioma fuera del alemán. Felstiner, además, entrega notables traducciones de muchos de los poemas del autor junto al relato de las dificultades que tuvo durante su tarea, en un trabajo de altísima envergadura filológica e interpretativa. Levertov escribió un muy elogioso comentario sobre el libro de Felstiner, y yo me atrevo a pensar que su lectura inspiró un acercamiento a la obra del poeta que culminó en su texto «Pensando en Paul Celan».

Una lectura cuidadosa del poema de Levertov nos entrega un nivel de coincidencia que sobrepasa lo biográfico y se adentra en lo literario; Celan es aquí una figura de carácter crístico («estirado en la cruz») a la que se pide que ruegue por nosotros los vivos. La tradición judeocristiana nos dice lo opuesto: que Cristo, o el Señor, no ruega por nosotros, sino que nosotros le rogamos a él. La idea fue extraída por Levertov (al menos esa es mi hipótesis) de un poema de Celan titulado «Tenebrae», una de las piezas más conocidas del libro Sprachgitter (Reja de lenguaje), de 1959. El poema de Celan dice así:

 

 

Cerca estamos, Señor,
cercanos y aprehensibles.

Aprehendidos ya, Señor,
entregarfados, como si fuera
el cuerpo de cada uno de nosotros
tu cuerpo, Señor.

Ruega, Señor,
ruéganos,
estamos cerca.

Agobiados íbamos,
íbamos a encorvarnos
hasta badén y bañil.

Al abrevadero íbamos, Señor.

Era sangre, sangre era
lo que derramaste, Señor.

Relucía.

Nos devolvía tu imagen a los ojos, Señor.
Ojos y boca están tan abiertos y vacíos, Señor.
Hemos bebido, Señor.
La sangre y la imagen que estaba en la sangre, Señor.

Ruega, Señor.
Estamos cerca.(2)

 

 

La invocación al Señor se encuentra repetida once veces en el poema; la voz ahí presente ha sido interpretada por Felstiner, entre otras cosas, como un posible eco de las oraciones de los judíos que iban al sacrificio en las hogueras de los campos de concentración («Agobiados íbamos, / íbamos a encorvarnos / hasta badén y bañil.»)

 

La coincidencia invocatoria de ambos poemas (cabe mencionar también que el de Levertov posee veintiún versos, mientras que el de Celan es de veintidós) tiene lugar en el territorio del sacrificio.

Sin embargo, el poema de Celan va más allá: en el segundo verso de la tercera estrofa, los humanos, que relatan su sufrimiento al Señor, le piden a él, al mismo tiempo, que les ruegue a ellos, los que «estamos cerca», en una clara inversión de papeles. Uno de los lectores más aventajados de Celan, el filósofo Otto Pöggeler, consideró esto como algo blasfemo y sacrílego; en 1957, año en que el texto fue escrito, Pöggeler le dio su opinión a Celan, quien consideró atendible la querella, aunque luego mantuvo el verso conflictivo(3).

La invocación celestial en el poema celaniano posee una nota de teología negativa que en el poema de Levertov no se encuentra presente de manera tan intensa(4). Pero las cercanías, a mi juicio, persisten: Celan, muerto hace tiempo, él mismo víctima del horror que lo golpeó tan de cerca, escucha las voces de los que ya no están. Levertov, testigo también de la monstruosidad de la guerra, extiende su voz como ruego al poeta ausente.

La autora se identificó, incluso, con ciertos hábitos retóricos de Celan al utilizar en su poema un tipo de encabalgamiento similar al de «Tenebrae», usado por su autor en casi todos sus libros, al punto de constituir una de sus más notorias marcas de estilo.

 

La oportuna nota final de This great Unknowing, a cargo de Paul A. Lacey, uno de los albaceas de Levertov, nos dice que la poeta ordenaba sus textos inéditos con un criterio cronológico. Esto lo lleva a pensar que el libro, dispuesto con el mismo orden que poseían los poemas en el cuadernillo encontrado en su escritorio luego de su muerte, entrega quizás un fiel recuento del orden temporal de su escritura. Si consideramos que Levertov escribió hasta poco antes de morir y que el poema sobre Celan es, como se dijo, el penúltimo de la colección, podemos conjeturar que su ruego al poeta de la Bukovina, su ilustre contemporáneo, aconteció poco tiempo antes de su partida.

Me imagino a Levertov, pronta a dar su último respiro, pensando en Paul Celan, aquel que «no [pudo] / resistir más», recibiendo la visita de la musa para invocar a su sombrío compañero de ruta y pedirle una herida azul e imborrable. Ella lo imaginó, quizás, momentos antes de su suicidio, en el puente Mirabeau, pronto a ser llevado por el río.

Asimismo, no es casual que la última línea del último poema de This great Unknowing sea «peacefully», es decir, «pacíficamente», o «tranquilamente»; tal vez Levetov deseó ese destino para Celan, aquel que «herido de realidad» la buscó incansablemente.

 

 

Berkeley, California, septiembre de 2003

 

Notas:

 

(1).- Yale University Press, 1995. Hay traducción española publicada por Trotta en 2002.

(2).- Paul Celan: Obras completas. Traducción de José Luis Reina Palazón. Madrid: Trotta, 1999, p. 125.

(3).- Cf. Felstiner, op. cit., p. 103 y ss.

(4).- Comentando la primera versión de este trabajo en un mensaje personal, el profesor Felstiner señaló que, en su opinión, la imagen de Celan convertido en santo por parte de Levertov obedece quizás al mismo espíritu con que Chagall, pintando escenas de la crucifixión, hizo de Jesús un judío con chal. Agradezco al profesor Felstiner esta idea.

 

 

 

 

 


 

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