diario de un intemperie
21 de mayo de 2023
Las lombrices siguen creciendo más allá del bien y del mal, doscientas lombrices rojas de California
que compré de cebo para los peces en Amazon y, de pronto, comprendí su destino último de gusanos
sometidos para siempre a la tierra oscura y comencé a quererlas como se merecen, sin trampas,
y empezaron a reproducirse también sin trampas, a gran velocidad.
Descubrí que son sencillas y que, a su manera, saben amar a todo y a todos, así que ahora sostengo
un cálido romance múltiple con ellas, con las doscientas a la vez, porque no son posesivas ni celosas,
sino tiernas y agradecidas.
—Si tú me dices ven, lo dejo todo.
—Si tú me dices ven, será todo para ti.
Tienen sus verdades y sus mentiras, desde luego, y viven en un mundo de tierra que las explota; pero son libres
como gusanos, felices como gusanos, hermosas como gusanos, hermafroditas y entregadas.
Una lombriz, incluso una roja de California, está del todo desprotegida, no soporta la intemperie, no sobrevive
a las menores inclemencias del clima, ni siquiera soporta la luz directa del sol, que la abrasa con sus rayos ultravioleta.
Y cuando llueve y el agua inunda la tierra, la lombriz tiene que salir a la superficie para no morir ahogada bajo el suelo,
pero si sigue lloviendo y el agua se empantana sobre la superficie de la tierra, formando los charcos que los niños
pisan y aman, la lombriz también muere, sucumbe ahogada, porque respira a través de la piel.
Ay, mis rojas de California, son tan delicadas, me necesitan tanto y tanto.
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